martes, mayo 22, 2007

Un fragmento sobre la guerra fría

Y toda mi vida (mi muerte) ver árboles. Arboles que ya estaban ahí, resistiéndose al esplendor del sol que esta tarde los entreduerme. Entre esas cortezas estuve raspándome la cara como un espermatozoide que quiere penetrar al óvulo elusivo y duro. Conclusión más esmerada: mandar las savias al diablo. Y morir.

Pero esta tarde soleada que corre, se arrastra, se alza, se vuelve furiosa y mansa, y que yo veo desde el bus, soy el que vuelvo. Entre el terror de la tarde, ya tanto oro no podía ser menos, con la ropa olorosa a sudor, y ya sabré yo que mi madre va a sentir este olor, vuelvo con un bolso sucio entre las piernas, con un pasquín viejísimo de Monje Loco (que circula entre puertas altísimas y pesadas, se esconde, sufre, no da la cara).

De cerca, pero muy de cerca te ves arrugado, dijo mi madre. La frente sobre todo, y cuando sonreís, las patas de gallo, aunque finísimas. Muerto estabas menos entero. La mujer iba y volvía de la cocina a la sala, solícita y fantasmal, pálida. Claro, no era la misma cuenca vaciada de tu ojo derecho, ni tus pies percudidos o nacidos al moho, a la tierra incrustada en la piel. Ponía una taza de café con galletas azucaradas en la mesa verde.

Recorro tu cara como si fuera mi mapa de la frustración, mi mapa de la pérdida. Endulzo el café. Sale una lágrima. Vos decís: la lágrima de Sinead O´Connor, la lágrima de Mandrake. Somos isósceles. Bienaventurado el simétrico asesino. Somos dos bultos en el tiempo, dos bultos muelles y frágiles penetrados a balas o cuchillos; que caen como caen los cuerpos: cerebralmente barcarolas pisadas. Y el olor es el llanto, el olor a altos guanacastes, el grillo que da la hora a la ceiba marginal.

Volví, mamá. Ya que war is over encendé el radio. Coleccionás afeites, eso ya lo sé. Y medias. Afeites degradados, incluso gillettes finísimas para cortarte el pulso, al menos en cada sueño. Volví, mamá, dijo él poniendo sus cosas en el ropero. Ese olor a manteca de animal fundida en jabón, sintió la madre. El se echó sobre la ropa lavada, metió la cabeza en el ropero y lloró. Se fueron mojando las camisas viejas. Salir a ver la lluvia. La mujer fue de nuevo un bulto oscuro que circulaba entre los cuartos.

Sacó la cara casi a gritos (30 de julio). El bulto se había marchado. Andaba en el jardín: jacintos de la luna y el sol rociados por el terciopelo del rocío. El cuarto era oscuro. Unos muebles cubiertos de maque muy sucio, en la cama sábanas viejas y trémulas. Recorrió los pocos metros cuadrados del cuarto, prendió el radio y silbó la barcarola, se trepó en cuerpo y alma al techo, las vigas, las migas abandonadas por los ratones. Estaba borracho del pecho y no de la cabeza. Llamo tres veces al bulto muelle que yacía bajo la luna.

No, no lloró. Era un nudo que caía, se alzaba, siempre ocultándose. No digás sexo, procedencia, aventura. Volví, mamá. Volví de comer coños enteros y salados: eso era la guerra; me anestesiaban en la entrada de los burdeles poblanos. Afuera la tropa se divertía y yo adentro con una mujer tuerta que me observaba. Pantasmeña, fija, rítmica y obsesionada. Una voz metálica que no variaba ni ondulaba. Porque en la montaña se hacían carga los genitales. La guerra es de emasculados. De testículos que adornan un árbol de navidad.

Entonces fue la madre la que lloró. Pero no sabía llorar. Lo mismo cuando lo mataron. No era como las madres plañideras y elegíacas que ensartaban largas oraciones de maldición en períodos angustiantes de pájaros de mal agüero. Sino una mona herida en la axila que se atrevía a pelar los dientes y a chillar.


(Managua, julio, 2000)

lunes, mayo 21, 2007

Guater de la frontera

Aquí a este guater llegan los nicas sumisos y tumefactos a cagar en sobresaltos. Pero en este servicio somos todo ojos, somos el subterráneo de la baticueva de batman. Y los tubos del urinario son nuestro periscopio, y de las bombilllas apagadas se precipitan nuestra fija y única mirada. Aquí batimos tripas a los inocentes, amenazamos con cuchillos a los que cargan billeteras. Aquí hacemos pintas con mierda color oro y mierda color sangre, es nuestra paleta favorita. Ud. que se sienta ahora en el excusado y queda bajo nuestra mirada, descrea de la caligrafía del que trabajosamente alfabetizado mienta la madre. Tampoco interprete mal esta cita teológica en lapicero: Jn. 4-5., seguida del desfile de micos que comienzan con el más estilizado ángulo y terminan en la más frutal curva pareada. No se atreva a palpar las paredes en busca de la textura, del pelo, de la hendidura para ver. Estamos en todas partes. Abajo, Ud. se ha fijado, hay un desfile de falos garabateados, que amenazan con cierto ritmo olímpico besar la línea de micos. Lo llamamos Sucedáneo del Escándalo. No es a masturbarse mirando garabatos que Ud. ha venido acá. A su derecha está la libreta de citas. Una muchacha se llama Maybelín y se comenta la abundancia de sus pelos en el sobaco (aunque algún purista a corregido con una d la l). Siga hacia arriba: hay algunas ahogadas acusaciones. Sienta la implosión al leer: ticos nacos. Recuerde cómo han muerto los cervantillos en el zoológico de San José, pero sea coherente. Ud. piensa de paso: …dejarse ganar por… Y Ud. en su pensamiento se llama Molécula, diríamos casi Molécula sin Cartera, porque lo hemos observado bien mientras miraba los pobrecitos árboles inmundos de Peñas Blancas. Y nosotros ya lo teníamos agarrado de las tripas secas donde Ud. carga todas las piedritas pómez del camino rural de su sueño de anoche. No. No es una alusión a los que han pasado por aquí con los intestinos cargados con bolsitas de coca y han venido secretamente a meterse el dedo de la manera menos viciosa. Nada más lejos de la verdad. Ud. no es de esos. Ud. a veces quisiera superar esta pesantez suya, por ejemplo encerrado en este guater de puercos, donde es un mero asco poner las nalgas. Aquí donde Ud. quizá garabatearía todos los vacíos de su existencia y sus desinencias, sueltos, sordos y en brama, asidos con virtud de raíces a cosas tan de este mundo. Aquí donde no hay duda que los apresurados han soltado orines, mierda, saliva y esperma, en ese orden (y ha faltado el agua). Tal vez alguien ha entrado aquí para aullar. Qué se aúlla, dice Ud., sino la lástima… Para ver si se hallaban un billete o un mirón confiado a quien expoliar, o para hacer una corta oración tan enredada que ni dios pudo acatar su sintaxis. Con mochilitas gastadas, blue jean luyidos, calzoncillos de elásticos estirados. Alguien, algún nica, respondió en inglés a quién sabe qué ruego: your mother. Ud. sabe que eso es intraducible, lo sabe advirtiendo a la musa porno del fondo. Se ha despojado de pelos en la cabeza y pelos en el pubis, pero todavía viaja por los urinarios con mirada distraída, mientras cuelga con exagerada liviandad su sexo de dos mitades. Los superdotados vienen aquí a conquistarla, pero ella no suelta su pañuelo. Ud. está tentado a escribir en la pared algo así como SU PAÑUELO MITOLÓGICO, hasta se busca el lápiz en la bolsa. No sabe dónde está el lápiz. Y encerrado en estas cuatro paredes del inodoro del fondo, comprende Ud. que ha salido de aquí sólo en sueños, como en una película que Ud. ahora recorre. La musa está ahí pegada a la pared, sin calzones. Ud. sostiene la cámara. Algo lo empuja hacia fuera, será el olor de la mierda que hace ahora su vecino de inodoro. Pasa Ud. los restaurantitos envueltos en manteca, cruza también varios años de su vida. Alguien susurra: yo creo y con eso basta. Ve Ud. a Marg posando con su vestido amarillo, refractaria al erotismo.

Más revistas

"Ya saben por qué dejé de leer a Umbral: porque en un desdichado momento escribió que Octavio Paz, a quien yo admiraba, era "un Ortega con poncho". Veinte años después me doy cuenta de que, si invertimos los términos de ese insulto, obtenemos una definición exacta del propio Umbral. En efecto: Umbral es un poncho sin Ortega. Es decir, un armazón (inflado) sin filósofo dentro". José Antonio Montano en el último número de Kiliedro

Artifara preparó a finales del año pasado un monográfico sobre "Narrativa hispanoamericana entre viejo y nuevo milenio".

sábado, mayo 19, 2007

Primera Revista Latinoamericana de Libros

Se lanza la PRL, con fantásticas promesas:

"PRL, la primera revista de libros e ideas de circulación hemisférica. Con los libros más recientes e importantes, y el comentario más calificado. Desde literatura hasta ciencias exactas, pasando por historia, política, economía, filosofía.
Una revista de libros e ideas para el lector adulto y bien informado de Sur, Centro y Norte América. Para el lector y comprador de libros, que anhela participar de las ideas más originales y entender la dirección de las corrientes de pensamiento mundiales. " etcétera

viernes, mayo 18, 2007

Notas en los márgenes de un volumen de Volpi

Jorge Volpi. El fin de la locura. (novela, Seix Barral, 2003)

La parte "biográfica" del postestructuralismo
Althusser hizo la parte trágica, estrangulando a su mujer en un ataque lunático. A Foucault le tocó el martirio, siendo uno de los ilustres muertos de SIDA. Barthes se conformó con la parte irónica, muriendo atropellado a su salida de la Sorbona. ¿La vida o Volpi dotan de argumento a la teoría a posteriori?

El quijote que leía
en vez de novelas de caballería, postestructuralismo.

Los latinoamericanos siempre estuvieron atrapados
en París. Siempre narraron a contrapelo, siempre necesitaron poner la conciencia en manos de la provincia francesa. La novela de Volpi (me gusta hacer un juego vallejiano con su nombre Vusco volver el golpe a Volpi) comienza con Lacan: es la explicación bajo los presupuestos pop de la terminología, objeto a, falo, etcétera. ¿Lecciones paralelas, allá lejos, de Puig y/o Cabrera el Infame? Moraleja: nunca escribas un manual de provincias sobre la provincia francesa, mejor expláyate en una novela.

Aníbal Quevedo no puede sino
escribir en palimpsesto. Lacan le ofrece el substrato, Barthes la forma literaria, Foucault la acción política (que es de lo que se trata en última instancia). Althusser (y me entusiasma ese rescate para la memoria postestructural) ofrece la parte trágica: es el Edipo sonámbulo que se saca los ojos.

Todo novelista debería ser
un poeta atemperado y distante.

No puede haber cultura
sin histrionismo. No se puede desenmascarar al subcomandante Marcos, o hacer de verdad el psicoanálisis de Fidel. Esas son labores blancas. El postestructuralismo (en el caso de Barthes de manera directa) es también un análisis de la moda (no sólo de moda), de la política y la moda.

jueves, mayo 17, 2007

Los poetas se han dedicado

"También en Nicaragua, convertida por un tal Somoza desde hace 25 años en pocilga infernal, los poetas se han dedicado a oscurecer su literatura para proteger al mandón."

Prólogo inédito de Pablo Neruda a "Retorno al Futuro" (1946) de Cardoza y Aragón.

También nota en Clarín.

miércoles, mayo 16, 2007

El Dr. West habla de esos títulos


Versión en un Seven-Eleven (otoño de 2005)

"Sigues empujándolos, manteniendo los libros en movimiento
Recojes todos esos libros que vas a leer
Y olvidar, y circulas, hombre.
Obtienes ese título básico de educación universitaria
Después obtienes la licenciatura, después el master
después el master del master
después el doctorado,
Sigues, hombre, entonces cuando alguien te quiere correr
Les enseñas ese título, cuando
Todos te dicen hey, no estás trabajando,
No estás ganando dinero,
Vos decís: miren mis títulos y miren mi vida,
Sí, tengo 52, y qué?, aunque les caiga mal,
Pero soy listo, soy tan listo, estoy en la academia
Y todos esos tipos están fuera de aquí ganando
Dinero en todas esas formas, y yo gastando el mío para volverme listo.
Sabes por qué?
Porque cuando yo me muera, compañero, sabes
Qué me va a dar calor, de verdad,
esos títulos."

Kanye West, The College Dropout (2004)
link de esta letra

lunes, mayo 14, 2007

Novelas leídas

Corazón tan blanco (Javier Marías, 1992). Calificación: B +
Variación sobre un tema de Macbeth: aquel del crimen secreto. Narrativa fenomenológica, llena de misterios, miradas indirectas, lo que se calla y oculta versus lo que de manera tortuosa se confiesa. Personajes madrileños de una era de bienestar y consumo cuyas raíces oscuras amenazan desde sitios y lugares recónditos. Una lógica secreta y profunda del neoliberalismo enunciada de manera casi teatral por las voces de, nada menos que las señora Thatcher (shakesperiana, autoritaria, siniestra) y el (según la novela, mediocre hasta la babosada) Felipe González. Los fantasmas de los asesinados rondando el establecimiento capitalista triunfal.

La virgen de los sicarios (Fernando Vallejo, 1994). Calificación B-
El gramático lamenta la pérdida de su mundo de infancia (y del lugar de autorización cultural) en una Medellín hiperviolenta, que recorre junto a su joven amante homosexual. Ambigüedad en el tratamiento de la violencia: es por donde se derrumba el mundo, es por donde puede ser sanado, ya que la masa es rechazada en una continua y corriente pulla retórica, y el gramático disfruta la cadena de muertes. Forma de monólogo amargo, y estructuración en torno a ese único recurso (algo de pereza si se compara, por ejemplo, con El beso de la mujer araña). Falta la calidez que de alguna manera ofrece la película que se hizo sobre la novela.

La pesquisa (Juan José Saer, 1994). Calificación B-
Novela policial parisina en que, (no tan) sorpresivamente, el detective resulta implicado. La novela es narrada a un viejo amigo y a un nuevo conocido, por el viajero que regresa de París a la Argentina. Paralelamente, preocupa al trío un manuscrito encontrado, misterioso y de narración homérica. Cuidado casi maniático de la forma, y demostración casi ostentosa de escritura, en la descripción de objetos y paisajes. Grandes trazos muy sugerentes e inteligentes, conexión dilatada. Novela, en última instancia, del reencuentro algo reluctante con el lugar natal, algo que pide a la vez una enunciación y un exorcismo (narrativo). Lectura algo monótona a fuerza de objetividad (en sentido literal: objeto hecho) y deje neoclásico.

El cojo bueno (Rodrigo Rey Rosa, 1996). Calificación A-
Narración fragmentada de un secuestro infame en que un joven guatemalteco de la burguesía pierde un pie. El destino le depara viajar a Marruecos y conocer a Paul Bowles (hecho de obvia inspiración autobiográfica del propio Rey Rosa). Comunicación sobria y para nada doctrinaria de la violencia guatemalteca de las últimas décadas. Mesura y tacto en los saltos de temporalidad y espacio, así como en el trato de los personajes (casi todos varones). Descripción elusiva y elíptica de los efectos vitales del secuestro: la ansiedad de huída, de venganza, de promiscuidad y de esterilidad (figurada y literal: la negativa a reproducirse).

El beso de la mujer araña (Manuel Puig, 1976). Calificación A
Encuentro del revolucionario profesional con el homosexual fantasioso y cinéfilo en la cárcel de la época de contrainsurgencia. Vertiginoso arreglo y (des)encuentro de las historias propias con las historias que Molina (el gay) saca del cine. Consagración de un tipo de “heroína” entregada por amor a la muerte revolucionaria, a partir de un compromiso que comenzó como traición, y la tópica “debilidad de carácter” del homosexual. La base ambigua del amor y la revolución entretenida y enternecida por el melodrama. Cuestionamiento, cálculo narrativo y asunción de lo perturbador de una manera que no puede dejar de señalarse como magistral. Toto (el “traidor” de La traición de Rita Hayworth) crecido, es Molina entretejiendo la telaraña.

viernes, mayo 11, 2007

Movimientos culturales y política cultural del Estado nicaragüense

El Foro Nicaragüense de Cultura y la Red Nicaragüense de Escritoras y Escritores (RENIES), con la contribución del Gobierno de Suiza a través de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE), convocan a todos los interesados en el desarrollo de la cultura de nuestro país, al primer foro debate cultural a realizarse en el Auditorio Central de la Universidad del Valle, el sábado 2 de junio de 2007, a partir de las 8:30 a.m.
Tema: Movimientos culturales y política cultural del Estado nicaragüense.
Más info en marcaacme.

jueves, mayo 10, 2007

Y yo siempre llegaba

Está bien, sí tenía una crónica de Antigua.

1. La reunión casi con velas en aquella salita museográfica del hotel. Fui el único que tomó té y no café, y quedó en evidencia al no usar la escudilla.

2. La presentación, otra noche, de la octava o novena novela del joven académico. Tributario de la roman universitaria, se analizaba, en Austin (o era Standford) y su poca sangre indígena. Yo me preguntaba, no es haber terminado ya la Obra tener 7 u 8 (u 11) libros publicados?

3. Mi merodeo por las librerías del centro, en donde hace años conseguí la Obra de Cabrera el Infame (sólo 300,000 menciones en Google, y en virtual disminución!, eso se llama ser olvidado) y de Capote. Digo que adoro esta ciudad con sus brechas y heridas.

4. El extraño con que tarde... Nostalgias imperiales de los Estados Unidos... (sobre todo cuando Micheal Stipe dice que vendrá pronto septiembre, extraño la certeza de los libros ordenados y los trabajos del sol luchando con la sombra en mi rincón planetario)... Frutas en carritos que mitigan el calor.

5. El almuerzo solitario y depresivo (aquel aceite funéreo que dijera César), mientras en la TV de pantalla plana pasan un DVD con la videografía completa de ABBA. Hasta mañana te sabré esperar--rugía Agnetta--dime tú el lugar...

Y yo siempre llegaba a Antigua.

miércoles, mayo 09, 2007

Novela

Leyendo novelas uno descubre la índole sombría de la época. En ese sentido no nos hemos alejado mucho de Thomas Mann y su mirada melancólica.

Los novelistas felices son los más precarios, señor Coelho.

Los únicos felices son los poetas, pero tienen varias desventajas: sufren (y no les queda más remedio que hacer poemas sobre el sufrimiento) y se reproducen con una tasa elevada, sobre todo en países como Nicaragua, así que uno acaba por no distinguirlos, y confundiendo unos con otros.

Los únicos felices son los poetas que diseñan un sistema del mundo: Lezama Lima.

Luego, de espaldas, en lo oscuro, en el orbe sombrío, lo que uno hace es leer novelas.

Las únicas novelas felices son las de Stendhal, escritas, algo ingenuamente, para ser leídas un siglo después (1936: en pleno auge del fascismo!). Todo lo demás es sombrío: las protuberancias que hizo Nietzsche (ese falso novelista) con las tesis del propio Stendhal, la competencia de mercado entre novelistas, los renovadores instantáneos que son tan necesarios para el mercado y para nuestra buena conciencia. Qué será de nosotros si un Bolaño no nos nace cada diez años?

No hay más que leer novelas en plena sombra. Así leí hace tiempo una novela de E.M. Foster, que ya no recuerdo, excepto que sucedía en Italia, todo era meridional y había una manera "sureña" (orientalista diríamos hoy) del sufrimiento. La misma matrix narrativa de los viajes a Niza.

Con otros cultores de las letras, uno no puede menos que ser expansivo, y tener este tipo de conversaciones exaltadas:

--Y en qué estás trabajando?
--Estoy escribiendo una novela
--Ah. Ya.

Luego el mundo puede seguir girando, opacarse, largarse. Pero todo ha sido explicado de nuevo: el génesis instantáneo. (A veces, dependiendo de la intimidad y el énfasis, uno puede decir: "Estoy escribiendo mi novela", que es toda una declaración estética.)

Los nuevos consejos a un (joven) novelista, deberían comenzar por ese apotegma solitario: 1. Sé sombrío. (Esto es, explora todo el espacio de la sombra en los márgenes de las novelas.) De tal certeza podrían elaborarse las reglas del buen comportamiento novelístico:

a.Si narras un crimen que tenga la consistencia de una instalación de arte conceptual.
b. Trata de ser seco y cortante ante los cachivaches del folclor y el nacionalismo. Pero sin mucho éxtasis, que tu ojo corte sin odio. No te lamentes.
c. Que no te ahogue la estructura. Dijo Carpentier que desde La Odisea poco se había inventado en estructuras. Y es cierto.

El etcétera podría ser largo. Todo sea escapar de la felicidad.

lunes, mayo 07, 2007

Cosas prácticas

La cultura es un ámbito moroso en nuestra provincia. Incluso, lo que circula rápido, va lento (aparte de ciertas confesiones íntimas de las estrellas--y aclaro que esta frase se debe leer de manera figurada, pero no poética--hay poco movimiento y confrontación en, por ejemplo, los blogs nacionales).

El problema, en parte, es cómo dar con la talla de un debate que nos incluya sin ahogarnos. (Somos como un imperio soviético en diminuto: nos refriamos apenas salimos a ver la teoría. Mencionaría a algunos resfriados ilustres, pero no vale la pena, pena propia.)

Considérese por comparación cierta vitalidad política cultural de los argentinos. En el Bazar Americano, por ejemplo.

Ese link me ha llegado vía Link (Daniel) del que a la vez he admirado sus cartas a Miguel Fucó, entre otros textos. De esa misma constelación: Cultura Caníbal de Iván Pinto.

Para los que se orillan al límite perturbardor del porno y el erotismo, recomiendo, asimismo, Shidua, que es una Nova Antologia de Poesia Erótica. Ilustrada.

¿Pero qué queda de práctico en todo esto?

miércoles, abril 25, 2007

El alma nacional

La nota de Cardoza continúa con una identificación: la de la unidad latinoamericana, basada en el "expolio nacional y transnacional", lo que produce una "complejidad infinita". (He aquí el segundo infinito: el primero era la etapa no mensurable en que las obras pertenecen "a las minorías".)

Luego viene el que es, probablemente, el párrafo más significativo:

El alma nacional en un paraíso, en un purgatorio o en un infierno de presuntas almas nacionales. El alma nacional es Clavileño volando henchido de pájaros. La clase dominante es la solista, pájaro de cuenta (sic) que cuenta cuentos y tesoros. (p. 60)


(No será "pájaro de cuerda"?--hay que testimoniar que se trata de una edición no muy cuidada, en que abundan las erratas.)

Hay una solidaridad entre canon y clase dominante, dentro de ese canto solista. Y el intelectual es la alegoría de esa solidaridad; algunos alegremente y sin problemas, otros de manera circunspecta, problemática, cínica, trágica.

martes, abril 24, 2007

Todo canon crea resistencia

Notas de Antigua, 2007

Nos divertimos en primavera
Y en invierno, nos queremos morir
Ch. G.


La semana pasada estuve en el CILCA de Antigua, Guatemala. No tengo ahora, como tuve hace 7 años, la paciencia de hacer una crónica del evento. De hecho, confrontar los hechos que no aparecen en aquella crónica impiden quizá esta otra. (Hechos como encontrar al regreso que nos habían robado los cables de la electricidad que había costado un huevo instalar, y que por tanto regresábamos a la pletórica oscuridad--en la que ya llevábamos 3 años--, o a la vieja Coleman, y mi grabadora de baterías en donde Mercedes Sosa no se rendía. Jinotepe, Nicaragua, años 2000-2001 D. C.).

En este regreso desde Antigua (Antigua-Managua: 16 horas de bus), leo (es decir, los ratos que Deborah Harry me deja leer) partes del libro que Cardoza y Aragón hizo sobre Octavio Paz, (El brujo. Guatemala: Editorial Universitaria de la Universidad de San Carlos de Guatemala.) y encuentro, en la página 60, una anotación que me lleva de vuelta a lo del pensamiento del canon: una anotación que debo deshuesar.

Dice Cardoza en los párrafos segundo y tercero:

Comprender el trabajo de las élites no es ni plantear ni aceptar una idea aristocrática de la cultura, sino una idea democrática de ella.

...Pero hay etapas en las cuales las obras aún no son mayoritarias, en las cuales aún pertenecen a las minorías.


Deshueso: estudiar el canon ("el trabajo de las élites") puede también ser una operación política (es decir, crítica) democrática, sin embargo algo hay inscrito en el canon (esas largas "etapas" (léase temporalidades) que le son propias) que desarticula hasta cierto punto la operación democrática: todo canon crea resistencia.

jueves, abril 12, 2007

Plan para una novela

Un día de mediados de 1998 lo llama Sergio Ramírez. Le dice que ha dado su nombre para una antología del cuento hispanoamericano que se va a editar en España.

La antología se publica en ocasión de un Congreso de nuevos escritores en Sevilla. Están ahí algunos de los ya o próximos consagrados como Fresán y Paz Soldán, todos bajo el amparo de Roberto Bolaño.

Es apenas su segundo encuentro con la sofisticación intelectual de la clase media latinoamericana. Se ha retraído en un recoveco marino, porno, solitario, poblado de aviones que parten en Barajas. Sevilla es como una corriente eléctrica, arrolladora, que hace flaquear su inconsciente.

El primero había sido en la Escuela de Cine de García Márquez. Los tentáculos del boom han lastimado su piel para siempre.

Pasan algunos años llenos de acontecimientos personales. Una banda sonora morosa.

Luego es su tercera prueba de fuego ante la clase media latinoamericana. Esta vez en una Universidad de California, un departamento de estudios hispánicos.

Ha salido, por fin, al globo marcado tres veces por la clase media latinoamericana. No creerá nunca en González Iñárritu.

miércoles, abril 11, 2007

No dejés de leer

Todo crítico en hora nona o peligrosa, debería hacer su mea culpa, y escribir, por ejemplo, su mejor estrenado cliché y hacerlo desaparecer si así lo merece.

El mío podría ser el siguiente: hay una lista tal vez larga de intelectuales, novelistas y críticos que están renovando (no la literatura sino) aquella imagen o máscara decadentista de fines del XIX: un marcado rechazo de la realidad para desaparecerla tras el concepto, una perturbación ante la masa racializada, el sueño de una disciplina interplanetaria, mística y colorida.

Así, en Márgenes recorridos, hablé mal de Castellanos Moya: "Es decir, que Castellanos prueba la identidad de ese antiguo intelectual y el nuevo intelectual sometido a las ondas globalizadoras y cuya verdadera "patria" está fundamentada en una cultura "universal" hegemonizada por las metrópolis. El hecho es que este intelectual ya no tiene (o ya no percibe) piel subalterna en la que meterse" (p. 147).

Escuchemos al Fernando, de la novela La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo: "De mala sangre, de mala raza, de mala índole, de mala ley, no hay mezcla más mala que la del español con el indio y el negro: producen saltapatrases o sea changos, simios, monos, micos con cola para que con ella se vuelvan a subir al árbol. Pero no, aquí siguen caminando en sus dos patas por las calles, atestando el centro. Españoles cerriles, indios ladinos, negros agoreros: júntenlos en el crisol de la cópula a ver qué explosión no le producen con todo y la bendición del papa. Sale una gente tramposa, ventajosa, perezosa, envidiosa, mentirosa, asquerosa, traicionera y ladrona, asesina y pirómana" (p. 129).

Las frases podrían estar firmadas por don Alcides Arguedas. Y no es que yo confunda a Fernando Vallejo con Fernando su protagonista. Es que por muy autónoma que se vayan a creer el mercado del libro por un lado y la literatura por otro (o los dos por el mismo lado: senderos que solo se bifurcan de vez en cuando), esa parla racista posibilitada por la libertad de fronteras ya forma parte de la época. Otra forma de enunciarla sin decirla es cuando se nos ofrece la idea "post" de que ya no hay nada que emancipar.

A propósito, leer el excelente artículo de Claudio Iglesias y Damián Celsi en el último número de El Interpretador. Sobre todo porque hay una confusión temible cuando se cree que la emancipación crítica (ah, esa sí esta permitida) puede determinar la realidad. Por infortunio, la criticada es un crítica que yo admiro mucho, Josefina Ludmer, pero el sentido amplio del artículo de Iglesias y Celsi es muy rico y significativo.

Por supuesto, no lo traería a cuentas, si en algo no sintiera una coincidencia fundamental. Por ejemplo: "Si la crítica actual es deprimente, esto ocurre principalmente porque ella misma es maníaco-depresiva: presenta idea de suicidio, tristeza aguda, desgano, desatención; a menudo, incluso, escucha “voces”. Nadie que no conozca un poco la psiquiatría de Kraepelin puede entender qué son estas “voces”: es que estamos frente a un discurso visiblemente psicótico. Quien lea a Sloterdijk podrá añorar la formulación definitiva del pesimismo cultural que Paul Bourget dio en 1885: “una mortal fatiga de vivir, la sombría percepción de la vanidad de todo esfuerzo”(1)". (Iglesias y Celsi, cit.)

En este proceso de balbuceo, se le pone "post" a todo. "El post-post-post --explican Iglesias y Celsi--sirve precisamente para tapar con sus repiqueteos guturales la evidencia de una coyuntura que debe ser cabalmente comprendida y políticamente afrontada; declarando decesos conceptuales por doquier, lo que hacen los críticos es resituar una discusión económico-mundial en el mero nivel perimible del particularismo técnico. Se deja de usar hormigón, y se acaba la modernidad. Se deja de ir al desfile militar del 25 de mayo, y se acaba el Estado-Nación, etc. Este violento particularismo indica que los críticos contemporáneos, por regla, son legitimistas; de ahí el odio instintivo que les despierta la idea de proyecto. Precisamente, lo único que hacen es intentar convencernos de que nada tiene sentido, de que todo esfuerzo es vano y otros estilemas de Discépolo".

Y los novelistas (Castellanos, Vallejo) también serían legitimistas en este mismo sentido de abrazar a la vez la "frontera" global y la incorrección política. "Sos un contenidista", me diría Pfeiffer (Johannes, no Michelle). Pero no. También hay una exposición formal de este abrazo: el monólogo amargo.

Por cierto, acabo de leer una novela revolucionaria de verdad. Se llama El beso de la mujer araña.

lunes, abril 09, 2007

Ni una sola novela centroamericana entre las mejores 100 novelas de la lengua española de los últimos 25 años

Y no es asunto de calidad, sino de mercado.

La vieja constatación de los balcanes centroamericanos parece empecinarse también en este milenio, incluso en listas un poco frívolas como la que propone Semana.com.

Ni nuestros alfaguaras ni mucho menos la producción más localizada alcanzaron; lo que significa que más allá de las fronteras nacionales hay poca receptividad de mercado o de entusiasta lectura académica (u otra) de la novelística centroamericana. Extrañamente, tampoco hay exiliados ilustres centroamericanos que metan mano (al estilo del chileno Roberto Bolaño, consagrado, por cierto, en esta lista).

Es interesante, también, cómo se va rediseñando el canon. Sobreabundancia obvia del viejo "boom" y sus figuras (quienes no puede cometer una novela no consagrable: Gabriel, Mario, Carlos). Brillo de los nuevos ingresados al canon (Vallejo, Bolaño). Sobrevaloración de regiones enteras (España, sobre todo). Atención selecta al bestseller noble (quizá no nóbel: Tomás Eloy, doña Ángeles). Brillo de los no comerciables pero consagrados por la vía académica (Diamela), o la persistencia (Saer). Rechazo de los relumbrones pero no tanto (ausencia de Laura, ausencia de Isabel, ausencia de Jaime Bayly). Y, razón de esta nota, desaparición inexplicable de regiones literarias enteras como es el caso de Centroamérica.

Posdata
Bueno, Tercio Mickimaus, ese prodigio secundario del canon criollo, me hace ver que sí hay un centroamericano: en el número 99, La orilla africana de Rodrigo Rey Rosa, guatemalteco; y que por tanto debo cambiar el título amarillista que encabeza esta nota.

Pero, en este caso, yo creo en el amarillismo.

Es más, coincido en mucho con "el crítico de literatura centroamericana más importante, debido a que decidió analizarla en conjunto, y no como un fenómeno aislado en cada país" (sic); sobre todo cuando especula que:
"La dimensión global de las editoriales que coparon el mercado regional subrayó la necesidad de disciplinar las memorias o adherencias afectivas que caracterizan las subjetividades locales dentro de un espacio translocal, en el cual lo territorial pueda ser ordenado, normativizado y reproducido como legible dentro de los espacios regulados por el nuevo orden transnacional".


Volviendo a la ausecia centroamericana, Ronald Flores, en referencia a la misma lista de Semana.com propone 25 novelas guatemaltecas que "se debería incluir": entre ellas Managua, salsa city de Franz Galich, y El río: novelas de caballería de Cardoza y Aragón que es, más bien, autobiografía.

viernes, marzo 30, 2007

Macondismos o ¿Colón camarada de García Márquez?

Según el reporte de Gioconda Belli publicado en El Nuevo Diario, durante las celebraciones de los cuarenta años de Cien años de soledad, Belisario Betancur, expresidente colombiano, comparó a García Márquez con Cristóbal Colón. ("Don Belisario--testimonia Belli--comparó a Gabo con Cristóbal Colón, por haber descubierto dentro del español una nueva manera de nombrar las cosas y explorar el territorio de la imaginación como quien se adentra a un nuevo continente".)

Quizá el exceso de entusiasmo por una celebración que mucho compartimos, oscurezca la índole escandalosa de tal comparación. De hecho, se suscitaría, por lógica común, la sospecha de que lo que Betancur dice es que hay un carácter colonial agazapado en la novela de Macondo. Por cierto, el homenaje no dejó de tener cierto sabor costumbrista, folklórico, e, incluso, cursi, con las consabidas mariposas amarillas que fueron soltadas por miles provocando ciertas reminiscencias que no hay por qué dejar de considerar literarias.

A Belli le parece que este tipo de homenaje es uno de esos momentos escasos en que el poder político le rinde culto al poder letrado. Pero hay que fijarse bien. ¿Algún letrado latinoamericano saldría bien parado al ser comparado con Colón? ¿Una celebración costumbrista—más exactamente macondista—de Cien años de soledad, le rinde homenaje de verdad a la novela? ¿No puede ser leída este tipo de maniobra justamente como lo contrario, es decir, una consagración política de las partes más discutibles de la novela?

En la televisión, el mismo día en que Belli publica su reportaje, un comentarista letrado dice en la TV que Cien años de soledad demostró que “al fin (los latinoamericanos) teníamos novela”. ¿Y por dónde andaba Asturias (para poner un solo ejemplo cercano) durante los años 30s cuando escribía esa tremenda novela latinoamericana que es El señor presidente? ¿No está el superestrellato del Gabo oprimiendo las soledades repetitivas de nuestros bienpensantes, llevándoles al desván de las ideas abusadas?

Críticos como Erna von der Walde han ayudado a definir el macondismo. Consiste éste en la adopción por parte de la elite y los medios colombianos (y podría añadirse: de los disímiles contextos de Latinoamérica) de las partes de Cien años de soledad que con más evidencia marcan el exotismo y la “otrificación” latinoamericana. Las mariposas amarillas han derrotado a la matanza de las bananeras. Colón como camarada de García Márquez podría ser el despliegue subconscientemente razonado de esta transformación.

martes, marzo 27, 2007

¿Qué es la crítica latinoamericana?

El pasado 15 de febrero, iniciamos en el Instituto de Historia y Centroamérica, una serie de reuniones sobre crítica, que llamamos Encuentros Académicos sobre Crítica Latinoamericana. Lo que copio a continuación es la guía que usé en el primer encuentro. Se trata menos de un trabajo juiciosamente enmarcado, que de unos apuntes rápidos y muy esquemáticos. Pero los copio aquí por su posibilidad como material de trabajo, y, sobre todo, material para la crítica. Hay que leerlo, pues, con ánimo contradictorio.

¿Qué es América Latina?
Como tantos otros conceptos de identidad este concepto de América Latina está sometido a muchas variaciones, o, más concretamente, batallas de apropiación simbólica: preguntar qué significa implica procesos de apropiación o desplazamiento (rechazo, sustitución, etc.)
Es preciso situar el término “América Latina” en un contexto histórico y discursivo concreto. 1959-1967-1973, más o menos. Triunfo de la revolución cubana, caída del Che, golpe de estado contra Allende. El 67 es el año de Cien años de soledad, la novela más popular (quizá no la más típica) del “boom”: una novela compleja, intertextual, amplia, llena de juegos de espejo que pretende resumir y en todo caso problematizar la identidad continental. Luego del 73, el boom decae. Auge de la lucha por la independencia política y cultural. Lo fundamental es que “América Latina” se reconoce como parte del Tercer Mundo. En el ámbito cultural se entrelazan revolución y “boom” literario. Todos los grandes del “boom” se identifican con la revolución cubana. A la vez predican de manera mesiánica que con el “boom” la novela latinoamericana ha llegado a su esplendor.

Esto no era cierto en sí, pero ayuda a definir un concepto de América Latina.

América Latina sería, pues, una serie de discursos de identidad y autonomía regional elaborados en torno a la literatura como discurso alegórico central. Hay una serie de coincidencias entre el proyecto político de autonomía y el objetivo de la literatura.

¿Qué es la crítica (literaria) latinoamericana?
La crítica literaria latinoamericana forma parte de este contexto. Su tarea, en cierto sentido, es fundamentar la identidad. 1967 es también el año del centenario de Rubén Darío. Hay que repensar el modernismo como movimiento intelectual (latino)americano, como factor de identidad. Ángel Rama, Rubén Darío y el modernismo. 1970. Yurkievich, Fundadores de la nueva poesía latinoamericana. Etc. Todo gravita en torno a la cuestión de la identidad, ya sea en el aspecto cultural o político.
Los del “boom” eran en el aspecto literario “técnico” cosmopolitas. La crítica también tiene que actualizarse. Los moldes de la filología ya no son suficientes. Semiótica y estructuralismo, sociocrítica e historia social de la literatura, etc.
Esta etapa culmina con el libro de Roberto Fernández Retamar, Calibán, 1971. Este libro plantea el problema colonial de la literatura latinoamericana. Plantea una fisura: arieles y calibanes, Darío o Martí, Borges o Neruda, Rodríguez Monegal o Fernández Retamar, etc.
1970-1973. Fin del “boom”: se comienza a percibir su aspecto de mercado que antes no era tan visible. Los novelistas ceden a la narrativa directa y “pop” (queda en entredicho el problema de la identidad). La revolución latinoamericana está estancada, se estanca, pues, el ansia de emancipación y los fundamentos de la identidad. El golpe de Pinochet inicia el auge del neoliberalismo: la transnacionalización de los mercados. La revolución cubana ingresa en lo que se ha llamado el “quinquenio gris”. La “unidad latinoamericana” aparece vulnerada. Se hace visible que hay otras tradiciones literarias menos visibles y no vinculadas al “boom”. Suicidio de Arguedas (1969), luego de finalizar El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971). El otoño del patriarca (1975). La guerra del fin del mundo (1981). La casa de los espíritus (1983).
En los 70s es visible ya el auge de la televisión (que culmina en los 80s) que va a poner en entredicho a la propia literatura como discurso central.
Todos estos cambios producen un nuevo escenario cultural, y un nuevo escenario para la crítica. La idea de la identidad latinoamericana entra en una crisis profunda.

¿Cuándo había nacido el discurso crítico moderno latinoamericano?
El sentido crítico y de identidad puede decirse que se hace mucho más visible y urgente durante el modernismo. Algunos estudiosos del barroco llevarían quizá esta genealogía hasta la sociedad colonial.
Pero el modernismo es más típicamente el momento en que el discurso de la identidad (hispanismo y latinidad) se hace mucho más evidente, además como discurso asociado con el liberalismo y la modernización.
Tomemos como ejemplo a Rubén Darío. Darío llega a España en diciembre de 1898 (España contemporánea, 1901) para hacer crónicas del estado intelectual y cultural de España luego de la derrota de la guerra contra los Estados Unidos.
Pero Darío ofrece una mirada segmentada. Le muestra a los latinoamericanos a España, y viceversa, enseña a España qué es lo latinoamericano (aunque Darío habla de lo americano). ¿Cómo ve Darío lo (latino)americano? (1) Hay una gran preeminencia de lo social, una lucha entre civilización y barbarie. (2) Lo literario debe expresar característicamente este estado de “barbarie” para alcanzar cierta originalidad, “somos otros”, ya no hay posible refundición con la metrópoli. (3) La búsqueda de identidad se vuelve una búsqueda de expresión propia, y, por tanto, un proceso de exigencia vital y formal, e, incluso, tortura (aquella “forma que no encuentra su estilo”).
Estas características (presencia social, búsqueda de originalidad, exigencia formal) modelan el discurso crítico latinoamericano. Un libro de crítica muy importante recoge estos elementos. Seis ensayos en busca de nuestra expresión de Pedro Henríquez Ureña (1928). La fórmula de Henríquez Ureña es “el descontento y la promesa”, “en cada generación se renuevan, desde hace cien años, el descontento y la promesa”. Se trata del descontento ante la literatura lograda hasta ahora, y la promesa de “trabajar seriamente en busca de nuestra expresión genuina”. Henríquez Ureña asocia la búsqueda de expresión con el “ansia de perfección”, “no hay secreto de la expresión sino uno: trabajarla hondamente, esforzarse en hacerla pura, bajando hasta la raíz de las cosas que queremos decir, afinar, definir, con ansia de perfección”.
Henríquez Ureña repite en cierto sentido lo que había propuesto Darío: el carácter social de la literatura (pues se concibe como un expresión de identidad regional) y la necesidad de someter la expresión una tortura o presión formal (“ansia de perfección”).
Esto apunta a un general condicionamiento colonial, presente en dos características principales: (1) fundar de manera urgente la identidad americana en un contexto universal; (2) reconocer o disciplinar desde la literatura a la “barbarie”, la “ciudad real”, la culturas orales, etc. Por eso toda la presión sobre la expresión.
Estos movimientos son fundacionales para la crítica literaria latinoamericana, y, como se puede ver dura hasta, al menos, el momento del “boom”.

¿Qué es el latinoamericanismo?
Es importante notar que Henríquez Ureña desarrolló gran parte de su carrera académica en los Estados Unidos. De manera que se le puede ver como un fundador de la crítica literaria latinoamericana, pero también de lo que es el latinoamericanismo, para hablar de los discursos sobre la cultura latinoamericana que se elaboran en las academias del norte. Muchos de los representantes de la crítica latinoamericana han tenido la experiencia más o menos profunda de trabajo en las academias del norte, en especial los Estados Unidos (Girardot, Picón-Sala, Cornejo-Polar, Ángel Rama, largo etcétera). Pero, también, muchos latinoamericanistas, gringos, europeos, intervienen de manera decidida en este campo. (Jean Franco, Gerald Martin, etc.). Luego se puede añadir todo el auge de la diáspora de latinoamericanos en los Estados Unidos y Europa, etc. En resumen, el latinoamericanismo es una serie de discursos sobre América Latina que funciona en un ámbito descentrado.

II

¿La crítica latinoamericana es un asunto académico (asociado con la universidad) exclusivamente?
Hay una característica de la crítica literaria y cultural latinoamericana (la hecha en América Latina), y es que no se produce mayormente desde la universidad.
Las articulaciones críticas del modernismo, y de los dos momentos vanguardistas salen del ensayo, de la crónica (ya lo vimos en Darío), de los periódicos. En cierto sentido, se trata de espacios “informales”, por así decirlo. Hay, además, una fuerte insistencia, como no podía ser menos, en el estilo: la crítica no se libra del “descontento y la promesa”. Las academias habían estado asociadas con una filología hispanista muy tradicional (De las Academias, líbranos, Señor).
Volvamos al momento del auge de la televisión (los años 70s), ¿cómo se había desenvuelto hasta en ese momento el desarrollo de la crítica? Se puede hablar de un desarrollo vertiginoso del modelo “informal” de crítica. Un artículo muy valioso de Jean Franco ilustra la situación: los críticos, justificadores intelectuales de la (nueva) literatura se llamaban Jorge Luis Borges, Octavio Paz, García Márquez, Alejo Carpentier, etc. En Nicaragua podríamos añadir a Coronel Urtecho. Los universitarios son excepción: Mario Vargas Llosa tiene un doctorado. También hay grupos de críticos muy importantes que salen del periodismo, lo que ocurre con Marcha en Uruguay, de donde sale Ángel Rama. Hay una gran vitalidad en el periodismo cultural en América Latina en general.
El artículo de Jean Franco que mencioné se llama “El ocaso de la vanguardia y el auge de la crítica”, y podría ser parafraseado como “El auge de la universidad y el ocaso del “boom”. En cierto sentido la crítica hecha desde la universidad le toma la delantera a la crítica informal (es un momento fundacional de latinoamericanismo). Influida por varias corrientes de pensamiento, comienza a cuestionar los fundamentos con que se había articulado hasta entonces la idea de la identidad. Pero, sobre todo, se ve precisada de dar cuenta de un momento cultural muy diferente: la literatura ya no es el discurso central; el “boom” y herederos se ha mixturado con el mercado y con los medios de comunicación; la idea de emancipación nacional-popular se ha desvanecido. Hay, sin embargo, otros medios críticos paralelos al auge de la universidad: una neovanguardia literaria (Eltit, Mercado, los neobarrocos y neobarrosos), la revitalización de la crónica (Monsivais, ), el testimonio.

¿Qué ha pasado en la crítica en sentido general, es decir, “en Europa”?
Lo que sobresale en el artículo de Jean Franco es el vínculo entre vanguardia y crítica. En algunas de las corrientes intelectuales del primer mundo que influyen en la crítica latinoamericana este vínculo es notable.
En el feminismo. Porque se trata de un posicionamiento crítico abiertamente político.
En los estudios culturales. Porque opera contra las jerarquías de lo alto y lo bajo.
En el postestructuralismo. Porque opera en contra del humanismo burgués, descubriendo el aspecto construido de las identidades.
Al menos en sus inicios estas teorías son de vanguardia, en el sentido que persiguen alterar un estatus: de los estamentos académicos (mezclar la disciplinas), de los niveles culturales (alto-bajo, audiovisual-escrito, central-marginal, hombre-mujer), y de las formas políticas concretas (todas persiguen cambios políticos concretos).
Estas corrientes, sin embargo, tienden o bien a “formalizarse”, o bien a ingresar al consumo, al supermercado de la teoría (por ejemplo, los estudios culturales).

¿Qué ha pasado en la crítica latinoamericana en las últimas décadas?
La crítica literaria se ha convertido en crítica cultural. La crítica se ocupa del ocaso del “boom” y del auge de la televisión. La crítica persigue dar cuenta no de una identidad específica, sino de la diferencia (de género, clase, raza, etc.). La crítica se ocupa no de las líneas y obras centrales, sino de las líneas ocultas y marginales. La crítica desenmascara las operaciones ideológicas de las líneas centrales (el “boom”, por ejemplo, es sometido a crítica). La crítica opera por fuera de la división alto-bajo, tomando en cuenta otras expresiones culturales (la telenovela, el rock, etc.) Con esta actitud la crítica vuelve la vista hacia los períodos históricos anteriores para repensar los contextos culturales (el barroco, el modernismo, etc.)
Estoy enumerando “grandes tareas” que se ha impuesto la crítica, algunas veces cumplidas de manera admirable, pero también estas tareas se han vuelto “tics” bastante esperables, bastante rutinarios a veces. Están por todas partes, en el supermercado, en los diarios, en las actitudes “rebeldes”, etc. La crítica se encuentra en un momento crítico.

¿Cómo caracterizar la crisis de la crítica?
Al igual que muchos grupos humanos y entidades políticas y culturales, la crítica perdió el sentido de la emancipación, y se refugió en la emancipación a escala fragmentada, a veces en la celebración del presente.
Las humanidades perdieron la centralidad que tenían antes, de manera que los centros de de donde se produce la crítica quedaron de manera más evidente “en el mercado”.
Fundamentalmente, la idea de “América Latina” ha devenido inoperante, en gran medida por causa de la globalización.
La crisis de la crítica es la de su propia operatividad política.

¿Cómo es que (no) estamos involucrados en estos cambios?


Esta sería la pregunta. Responderla es, en parte, el objetivo de los encuentros.

Ver este texto como documento.

martes, marzo 20, 2007

Para un genealogía del letrado subalterno

Darío, hablando de la educación en la España del 98, explica: "En los países menos civilizados, como en los más florecientes, ya se conoce lo que es el proletariado intelectual". (Obras completas, III, 281, negritas añadidas).

Idelver Avelar, hablando del resultado cultural de las dictaduras sudamericanas, en conexión con el predominio del neoliberalismo, dice a su vez: "Si la universidad liberal-populista pudo representar para las clases medias alguna esperanza realista de ascenso social e incorporación al sector letrado de las elites, la universidad de hoy día forma principalmente una especie impensable hace treinta años: el experto proletario". (Alegorías de la derrota, 113, negritas añadidas).

La especie era muy pensable y de mucho tiempo atrás: en las condiciones culturalmente miserables que permite la primera Restauración española (a partir de 1875), y que Darío critica refiriéndose a la carencia y el daño estructural del sistema educativo.

Como se sabe Franz Galich propuso, para los tiempos del reciente auge neoliberal, el término "subalterno letrado". Es obvia la secuencia genealógica de este letrado subalterno con el proletariado intelectual de Darío, y con el experto proletario de Avelar. En Galich se trata de una identificación gramsciana en tiempos de globalización. Su definición dice así:
"Consciente de lo subversivo del término (y lo aparentemente contradictorio), pienso que ante todo, es una actitud, consciente, de algunos intelectuales y escritores. Otros, por el contrario, no se dan cuenta de la realidad. O la ven muy clara pero prefieren hacer la del avestruz. Entonces, un subalterno letrado es aquel que se da cuenta que poseyendo un horizonte amplio de preparación académica o no, se ve impedido de lograr su realización plena creadora en su máxima capacidad. Este impedimento es producto, fundamentalmente, del atraso material (económico y científico-técnico) y la indolencia de los responsables de la dirección de las instituciones estatales y universitarias de los países víctimas del subdesarrollo.

El impedimento tiene formas concretas: la marginación y el silenciamiento, son algunas de estas prácticas que inducen a la formación del subalterno letrado. Hay otra, que es ominosa: el servilismo. Ambas conducen a lo mismo. Pero no son iguales".


De la misma manera, el contexto es significativo. Sus rasgos sobresalientes provienen del predominio de los programas neoliberales en el ámbito educativo reciente. Tal lo explica Galich en su artículo Desde el centro de la Periferia de la Periferia.

Concretamente,
"el país que llevó la peor parte del vendaval neoliberal, fue Nicaragua. Una de las áreas más afectadas por la tormenta fondomonetarista ha sido la educación (la universitaria en particular) y de ésta, las Humanidades. Se han desplazado de los pensums de estudios superiores casi todas las materias humanísticas, con excepción de contadas instituciones. Pero de todas ellas, la que ha sacado la peor parte ha sido la literatura.

Actualmente, de las 43 universidades y centros de estudios superiores ¡sólo una posee estudios de literatura! ¡En la tierra del jefe máximo del modernismo! Las políticas neoliberales hicieron que en poco menos de cinco años se desmontaran todas las estructuras de los estudios humanistas en general y de los literarios en particular".


¿Cuál es el espacio de lucha del experto proletario o subalterno letrado, si el desmontaje de sus espacios posibles es lo que caracteriza su propio contexto? Sabemos ahora que no basta con el hedonismo postmoderno, la condena abstracta de toda autoridad, o el cinismo tecnocrático que habla de "humanidades" sólo del diente al labio.

Otro problema contextual es el de la disimilitud entre este subalterno letrado y el subalterno sin más. Pero en cualquier caso la "ontologización" o esencialización de este subalterno "de verdad" no parece ser un camino: hay que verlo en conexión, intersección o, si se quiere, comunión. Porque los tres teóricos citados(Darío, Avelar y Galich) lo observarían a través del aparato educativo, como en una especie de convivencia contradictoria.

El contexto del subalterno letrado es bien concreto: la disolución del proyecto universal de universidad, el dominio de la universidad tecnocrática (Avelar 114). En este proyecto de universidad el sentido de las carreras humanísticas ha sido engullido por la rentabilidad.

lunes, marzo 19, 2007

La frivolidad reventará

Pensaba escribir sobre ese perturbador titular del domingo en El Nuevo Diario: País reventará. Pero me quedé pensando de manera quizá un poco menos civil y más egoísta en las veces que lo hemos sentido reventar, en los trabajos de sobrevivencia que nos ha tocado enfrentar, en las dietas y condiciones de vida a que nos hemos adaptado (cuando hablo en la primera persona del plural pienso no en una comunidad imaginada, nación o "revolucionarios esta vez sí cercanos a Sandino", o clase media, sino en nosotros, la familia). (Quizá sólo temen que reviente lo que ya no puede reventarse más, aquellos que la reventazón económica, social y moral no ha alcanzado todavía, al menos en las últimas tres décadas.) Pero vivo una etapa frívola con respecto a las lecturas, de ahí mi última anotación, y ésta que comienzo, inspirada por la búsqueda de la "raíz" anglo de los cuestionarios sobre autores abandonados. Las preguntas son como siguen:

1. Un libro que haya cambiado tu vida?
No recuerdo los autores, pero se llamaba Tratado de armonía aplicado a la guitarra. Me cambió la perspectiva, la forma de ver el mundo durante la adolescencia.

2. Un libro que hayas leído más de una vez?
Madame Bovary. Como nunca leí francés, coleccionaba varias traducciones, comenzado con la de Consuelo Berges para Alianza, prólogo de Vargas Llosa. Tenía también una edición cubana, una de Brugera, etc. Terminaba por regalársela a mis amigas, en especie de trasposición erótica. La dedicatoria solía decir: tú eres Madame Bovary. Cada vez que veo en una librería una versión, voy a la primera página para ver cómo traducen lo de la llegada de Carlbovary al colegio.

3. Un libro que querrías tener en una isla desierta?
Paradiso de Lezama Lima, la mejor novela del siglo. O, en su defecto, El zorro de arriba y el zorro de abajo de Arguedas.

4. Un libro que te haya hecho llorar?
Poeta en Nueva York de Federico García Lorca. Quiero llorar porque me da la gana, etc.

5.Un libro que te haya hecho reír?
El amor en los tiempos del cólera. Me tocaba hacer una exposición sobre la novela, y decidí integrar a la exposición todas las malas palabras, vicios sexuales y heterodoxias ideológicas que encontrara. Esta perspectiva me hizo leerlo casi a carcajadas. Más notorio porque no era una etapa muy feliz de mi vida, no era la primera vez que la leía, y el prejuicio de que se trata únicamente de una novela de avión y supermercado estaba ya extendida.

6. Un libro que quisieras haber escrito?
Tal vez Plegarias atendidas de Capote.

7. Un libro que quisieras que nunca se hubiera sido escrito?
El código Da Vinci y sus pares. (En esto coincido, o my god, con Sergio Ramírez.)

8. Un libro que estás leyendo ahorita?
El beso de la mujer araña.

9. Un libro que tendrías que haber leído?
Pero que probablemente nunca voy a leer: la novela sobre Juana la loca que hizo Gioconda Belli. La novela histórica me aburre profundamente, pero en este caso la mera idea me parece indigesta.

sábado, marzo 17, 2007

Autores abandonados

Del blog de Idelber Avelar, quiero retomar el meme de los autores abandonados, pero a la hora de pensarlo no me aparece ningún autor que yo haya dejado de leer por voluntad propia. Leo poco Rimbaud, Pasolini o Henry Miller, mi triduo de oro en los veinte. Pero no lo llamaría abandono ni alejamiento, o, diría el poeta, cuando me fui no me alejé. Sé que hay autores a los que no volveré, pero lo mismo me recreo en sus ruinas (aquel autor de Papillon, por ejemplo). Sonaría bien, y de moda, decir que dejé de leer a Gabo (nunca corrí a comprar su autobiografía, por ejemplo), pero no es cierto: por momentos extraño ese tiempo en que Gabo sea olvidado por fin para poder leerlo. Una vez dejé de comprar Muerte en Venecia, porque me pareció patético el inicio. Pero no diría que ya no quiero al tío Tom. He dejado de leer a Juan Ramón Jiménez, pero en cualquier momento podría sintonizar de nuevo con su poesía, creo yo. Así que el tal meme no se me pega tan fácil, y me resisto parcialmente.

En cambio, me sale más fácil decir qué músicas he dejado de escuchar, de las que adoraba otrora. Pink Floyd, The Doors, Bob Marley, Queen (sé que me estoy pasando a cuatro, y me hago el comedido porque podrían ser más). En mis veinte estas eran luminarias. Pero los primeros me suenan ahora de un gigantismo innecesario, Morrison ya no es aquel gran "poeta" que yo creía (junto a Giovanna: cuando nos entusiasmaba The End), Marley sufre la inanición de la sobreexposición (y de la apropiación folklórica: una especie de Frida Khalo jamaiquina), y Queen, con todo el respeto que sigo teniendo por Freddy, me entusiasma hasta tener Greates Hits, pero no más.

En cuanto a cineastas, como he sugerido otras veces, me interesan cada vez menos Coppola, Scorsese y Allen.

miércoles, marzo 14, 2007

Virilidad

Recibo un mensaje no muy cifrado del Temido Ortodoxo, con ese león en su bolsillo listo para rugir, y me dice que he sido un crítico más bien tímido, apaciguante, con algunos cerillo melancólicos en la bolsa de la camisa, que no prenderán ninguna pradera, que me he dedicado a recorrer planos, angustias, cuadrantes; contar ladrillos del mismo color... Entonces me despierto, y tengo así apuntado mi más reciente sueño, a las 4 y 45 a.m. Benjamín que ríe entre sueños, dice: "Hola, papa", saliendo de la cuna.

En mi clase de cultura, explico el aspecto irracional del nacionalismo, no lo quiero llamar irracional, y entonces lo pongo entrecomillado: "irracional", ahí lo tienen, alumnos del tercer año, dibujen con cuidado esas comillas. Pero, además, se trata del aspecto e m o c i o n a l. Os invito, pues, a inventariar esas emociones, porque las culturas son inventariables.

Los chicos comienzan una protesta entre amarga y tímida por los manuscritos de Rubén Darío que fueron regalados al gobierno venezolano. Exijo distanciamiento, es lo que espero de una clase: sólo fijémonos que es así, en esa forma emocional como trabaja el nacionalismo. ¿Tiene razón quizá el Temido Ortodoxo en su email onírico? ¿Debo decir que Darío en realidad no quería ni pensaba morir en León? ¿Que uno de los peligros más graves con que se enfrenta un crítico literario en estos lares es el de volverse dariano (con o sin comillas)?

Hoy en El Nuevo Diario, Amaru Barahona defiende la entrega de los manuscritos. Pero lo hace de manera estratégica: mostrando el lado conservador de la academia. Comparto con él mucho de lo que dice, pero con la observación postestructural pertinente: ¿no es todo nuestro nacionalismo el laboratorio de esa academia? ¿no siente Ud. también esa parte emocional, o "irracional", cuando es despojado, pongamos el caso, del río San Juan o de los susodichos manuscritos? ¿Qué distancia hay, pues, entre la academia y la nación?

Barahona rememora "el escándalo precedente" al del presente: la discusión de la virilidad de Darío. Todos recordarán que un crítico uruguayo sugirió ciertos caracterres hermafroditos en Darío, provocando cierto escándalo nacionalista. Para aquella época escribí un artículo que nunca di a publicidad. Temedio Ortodoxo, sí, he sido ese de los cerillos húmedos.... Pero lo pongo aquí, porque lo conservo entre todos mis otros manuscritos... (qué terrible casualidad, yo también como Darío conservo manuscritos!) Decía así mi viejo alegato:

Virilidad

Se ha discutido, no hace mucho, la virilidad de Darío. A crisis y oquedades culturales, discusiones municipales. El problema político municipal comienza cuando la ecuación virilidad / patriotismo se ve perturbada ante los ojos un poco inquisidores de nuestro equipo de bienpensantes. No pueden los suspiros escaparse de la boca de fresa de Rubén. No se han visto semejantes despropósitos en los héroes nacionales. Es verdad que los postmodernos se esfuezan por ponerle una rosa tras la oreja a Bolívar, pero esas incidencias turbulentas ocurren en lugares menos estructurados. En Nicaragua, en cambio, se diría que el falo disciplinado y heterosexual de Darío apunta hacia el futuro y la comunidad utópica nacional por construir.

Lo que se oculta, desde la ortodoxia rubeniana, es que el deseo del vate de ser tomado como héroe nacional viril, fue más bien apagado. Un heterodoxo ideológico, de formalidades aristocráticas y manos de marqués, se sintió seguramente exasperado por el agasajo público y el fervor multitudinario. Quizá por eso se atrevió, en su viaje nicaragüense, a comparar a León con Roma y con París, y a compararse él mismo con Dante.

Pero lo emocionaba, tal vez un poco más seriamente, la ascendencia europea de doña Blanca de Zelaya, a quien comparaba con Diana, y otras diosas. También regalaba cármenes metafóricos llenos de piedras preciosas acrósticas al propio presidente Zelaya, seguramente porque lo impresionaba su formación europea. A este tipo de pequeñas arbitrariedades europeístas, y otras tantas pequeñas traiciones estéticas e ideológicas, debe acostumbrarse el que siga la sintonía de vida y obra en Rubén Darío.

Un día llegaba en su pegaso rudo hasta el empíreo y era el “caballero de la humana energía”, y el otro día miraba arder sin piedad,en hoguera inquisitoria, a Nietszche, por haberse rebelado ante Cristo. Compartiendo su ambigüedad puede uno desanimarse, dudar o divertirse. Nada de esto perturba su gloria literaria. El hecho, probado recientemente, es que esa misma ambigüedad sí puede turbar el nacionalismo adiposo que embebe al poeta. Una especie de cacería epistemológica querrá siempre fijar al héroe como una mariposa de papel, fuera de su brillo, su mimetismo y su promesa.

Por aquellos años analógicos y prefreudianos, era común que los titanes se sonrojaran. Los corazones se volvían peces vivos que había que masticar, entre dientes de sangre cardíaca, y a ese escándalo se le llamaba amor. Toda esa pasión de peluca, garconiere, y poetas estragados por la novela del amor, atraía, sin duda, a Darío y a los modernistas. Los volúmenes de Stendhal, Nietzche o Flaubert, estaban llenos de coqueterías, cuando no de raptos hermafroditos. Así, en famoso pasaje, el autor de Madame Bovary, era los caballos, la hierba, el cielo y el viento. Era también, y al mismo tiempo, el hombre cínico y la mujer traidora.

En el mismo temple, Oscar Wilde, en su lírico inventario epistolar, le recuerda a Lord Alfred Douglas que guarda en su memoria cada tono de cielo, cada hoja de camino, cada segundo nominal de aquel amor que le labró la desgracia. No será escándalo, suponer que este sublime recuento, pródigo y mágico, haya marcado la cultura occidental en sus formas menos esperadas. Funes, el memorioso, no es sino la versión kafkiana de aquel recordador del amor prohibido y aherrojado.

El mecanismo es digno de asombro: la memoria suspende la totalización, pues mientras enumera, se diría que emigra del yo situado en una biografía y en un sexo (le pasa a Flaubert de forma metafórica y a Wilde de manera trágica). Como se notará, esta suspensión no llega a ser problema político mientras mantenga su universalismo apaciguador. De ahí que Darío o Borges admiren a Wilde. Aunque sin duda es apasionante inquirir en qué tanto hermafroditismo había en estas fabulosas recepciones, el universalismo antedicho lo proyecta todo en la “cultura asexuada”.

La ambigüedad genérica ha impregnado todo el desarrollo cultural moderno. En su mito, Dalí no sabe hasta los cuatro años inclusive, si es niña o niño. García Lorca articula una verdad parecida, y Buñuel, memorioso, sordo y viejo, cita al vate de Granada: “Mi corazón niña y niño”. Tosco sería proyectar estas mitologías contra una historiografía positivista y una disciplina vaticana del sexo. Cuando Darío, en femenino es “sentimental, sensible, sensitiva”, no apunta precisamente a una comunidad de futuro idéntico. Apunta a una singularidad que sin embargo convoca fluidos y ecos diversos. La lectura que quiere fijarlo en la eternidad es la más carente. Otras mentempsícosis no empobrecen a Darío tanto como la de la “conciencia nacional” que se le atribuye.


Dicho esto, ¿no será esa rabia contra cierto tipo de nacionalismo también una parte emocional del mismo nacionalismo?

martes, febrero 27, 2007

Pequeña historia del valor estético

A la memoria no siempre grata de JCU

La Traviata
Antes del “cine del barrio de la humanidad” estuve conminado al Margot, en la ciudad de Matagalpa. Miré ahí casi todo el cine preciado de tal, “estético” y tremebundo. Una noche pusieron la versión filmada de la ópera de Verdi, “La Traviata”, y el cine casi se cae por los gritos del público que furioso y corrompido pudo callar por fin al cinematógrafo pervertido. Para mí, que todo esto quiere confluir en una moraleja sobre los valores estéticos.

Elliott en casa
Y la forma que tiene Elliott de estar en casa, es otra. Tengo todos sus discos, algunos ya dejaron de gustarme, o gravitan, giran, se estrechan mientras vuelven. Me han dejado como tarea memorizar "Tradition and the Individual Talent", pero es imposible. La chica dice que incluso los artefactos de uso sexual (consoladores o toyz) tienen un aura de valor estético (Cf. This is not a Test, track 9). Y que por qué mejor no discutimos el sentido que valor puede tener cuando es adjetivado con esa connotación capitalista-sexual?


El Valle
Reyes pensaba una Grecia Mexicana en el Valle. Esto es un problema postcolonial que consiste en que el sujeto europeo se cuela siempre en vuestras fábulas de identidad. Precisamente, habrá que ceñir “El Valle”, poema de E.M.S., a esa fábula. Si no, no se da cuenta plena de sus significados. Lo metapoético no es sino la rendija por donde entra el Hombre Europeo transfigurado por la estética universal a un escenario marginal. Casi La Traviata cantada en un cine popular.

Media clase
Residencia en la tierra de San Tranquilino, donde las toronjas son más dulces. Me dediqué dos años a preguntarle a la clase media latinoamericana: Y Ud. qué piensa, cuál es el disco de Los Beatles más importante? Siempre ganaba Abbey Road, sobre todo entre sudamericanos. Y yo respiraba tranquilo, pues el universo quedaba de nuevo ordenado según su jerarquía.

Historia reciente
Pasé dos años leyendo a los autobiógrafos centroamericanos. No son ellos menos complicados que los poetas, lo que me hace pensar en la volubilidad de los valores estéticos. ¿Cómo creer en la transfiguración de la mariposa sin saber que la doméstica de Eunice Odio fue despedida? ¿Cómo perorar sobre exteriorismo sin saber que Coronel perdió su padre a los cuatro años, lo que implicó la clausura de una conversación? ¿Cómo no notar que las sirvientas de Cardoza y Aragón empapelaban las paredes con fotos de actores de telenovelas?

New Age
Pero cuando volví al mundo, las librerías estaban compuestas de libros de autoayuda y de “nueva era”. No he hecho desde entonces otra cosa que leer esos libros para saber respirar, para reparar el futuro, orgasmizar el presente, seducir al crepúsculo, retornar a la serena intrascendencia de la estrella de mar. Me siento casi como un poeta puro.

jueves, febrero 22, 2007

APOLO 13 (Ron Howard, 1995)

Una crítica anacrónica

“La tierra es un satélite de la luna”. Leonel Rugama

El programa espacial de la NASA es criticable por muchas razones. ¿Por qué exportar al espacio el sentido de propiedad, el nacionalismo, el racionalismo, la basura y los límites culturales de la clase media? Por supuesto, la pregunta es retórica dos veces.

1.) Porque la carrera espacial no estaba basada en una presencia real de la clase media. Si no que la clase media y sus valores, funciona aquí como artefacto ideológico básico, de los reducidos grupos de poder que pudieron llevar a cabo semejante disparate llamado carrera espacial. (Disparate que, se dirá, ha dejado algunas importantes conquistas científicas. Bien puede ser.)

2) Porque la película de Howard pretende ser tomada bajo esos principios “nacionales” de la clase media y del show televisivo; la historización barata que no elude el historicismo dogmático; el nacionalismo estadounidense que quiere ser tomado como “lo humano universal”. Esta película posee, en efecto, un dogmático sentido de “realismo capitalista” (de ahí las lecturas denotativas, al estilo de la de Roger Ebert, sobre la gran hazaña que fue la carrera espacial,), y glorifica esas operaciones, con tonos de drama familiar nacional.

Tom Hanks era, por aquella época (los 90s) el icono de la fortuna heroica del capitalismo triunfante. Después engordó.

miércoles, febrero 14, 2007

Dime cómo me arranco

Con Rubén en los audífonos

Soy un adoctrinado latinoamericano, del tiempo cuando en San Tranquilino hacía mi autorretrato con cámaras M-3, luces 1,000 (luces 1,000 tiradas al piso para provocar efectos expresionistas), actores, fantasmas que brotaban de las ceibas y baobabs.

Hoy vengo en mi rutinario viaje al lado de los posmodernos: la chica, el chico. El tararea primero, escuchando la radio más culo de Nicaragua, Romántica 95.5 FM. Ella tararea después. Entonces yo saco mis audífonos: los compré en 1983, exactamente para escuchar un disco que se llamaba Salvo el crepúsculo por un tal señor Cortázar.

Pero lo que sale, por supuesto, es Rubén Blades en aquel año tremendo de 1978. La producción, señor, es impecable. Y Rubén (quién se ocupa en llamar Rubén a Darío? quién se ocupa siquiera de decirle RD a Darío? Eso, señores, es cursilería nacional: el único Rubén realmente vivo es Blades, el único RD vital es Roque Dalton) canta aquí mejor que nunca. Y la textura, señor, es de asombro. Quién sino Chic habría imaginado la entradita que le ponen a Plástico? Quién sino un arquitecto melancólico en el sendero cinematográfico neoyorkino para imaginar esa ciudad “donde nadie ríe, donde nadie llora”?

Esto es José Martí en back to the future. “Estudia, trabaja y sé gente primero”, “una raza unida, la que Bolívar soñó”. Esto es para carcajearse, y anular para siempre (fenómeno auditivo que le agradeceré siempre a Radio Shack) a estos jóvenes posmo que le mueven el culo a Shakira. Y el contexto da para reír todavía más: Chávez, Evo, la “Latinoamérica unida” que invoca una vez más Rubén.

Luego del son montuno Buscando guayaba, no queda de otra que ceder al intercambio de Pedro por Pedro, Navaja en vez de Páramo (por cierto, Navaja resucita en otro disco de Rubén, y entona uno de mis versos favoritos: y estos novatos que creen/ si este es mi barrio). La mixtura ideológica del barrio y NY es sugestiva: hay una banda sonora de barrio puertorricopanameño superpuesta a las sirenas espectacularmente urbanas y al ruido del carro que “todos saben que es policía”. (No olvidaré que al final de Plástico aparece ese grito de Nicaragua sin Somoza seguido casi inmediatamente por el grito a favor del Barrio. En Mundo (disco de Blades de 2002) el barrio es una cosa más tierna y melancólica: “nunca olivaremos… Domingos en los barrios, la calle, con su olor”. No tan fuera de contexto ese gran y apasionado verso de Fito Páez: “En el cine del barrio de la humanidad/ mirando lo que el viento nunca se llevó”).

Lo cual me lleva para atrás al montuno de Buscando guayaba en que la búsqueda del amor está condenada por unas imágenes festivas, apaciguadas pero no menos líricas. Qué queda al otro lado de NY sino el sendero que lleva al monte, a la guayaba mítica que no deserta ante la “casa dorada”?. Qué ocupados estarían nuestros poetas nacionales que no han notado las posibilidades retóricas y espectacularmente líricas (es que han escuchado ese piano?) del son montuno incrustado en la casa de oro del capitalismo?

Recuerdo que a los 18 años llegué a Santa Clara (en las Segovias, no en Cuba, aunque dos patrias tenga yo) y me dije: esto es Vietnam. Había 1000 o 1200 jóvenes gritando aquí, allá el yankee morirá, armados con AKM 47. No lo era, pero parecía. Mi otro gran recuerdo de esos días es haber escuchado en los altoparlantes de la escuela militar la historia del padre Antonio y su monaguillo Andrés. En Tiburón (que es Spielberg desenmascarado, más o menos), Rubén lo decía de manera más decidida: pa´que no se trague a nuestra hermana El Salvador. Me asombra, por eso, que algunos jóvenes intelectuales de hoy salgan diciendo que en los 80s “estuvimos cerrados al mundo”, lo cual no es más que otra cursilería de las que se compran en baratillo hoy por el mundo.

Pero María Leoncia (la santa alternativa que cuida a Venezuela) me hace percatarme que algo del hip-hop, mejor digamos todavía el funk como sonido urbano, se cuela en esta elegía, mientras arranca el track de los Ojos de esperanza, que es la continuación por otros medios, medios de esperanza, de Plástico. Llegando a la altura del 7 sur, voy escuchando aquello de dime cómo me arranco del alma esta pena de amor. Mis jóvenes acompañantes siguen tarareando la estupidez para nada cándida de un grupo que se hace llamar RBD (significa “Rebelde”, para ilustrar la devaluación en que puede caer el lenguaje), y yo pienso que uno debe querer sin más su propia retórica: dime cómo me arranco, no es más que un gesto de confirmación. Dado que tengo que bajarme del bus, me quito los audífonos y aprovecho para recordarles a mis acompañantes que el plástico se derrite si le da de lleno el sol. Ellos me miran con una mirada entre hipnótica y boba.

lunes, febrero 12, 2007

Exceptos diseminados

Notas de diario
(...)
12 de mayo de 2006
Viernes. Milagros únicos y aislados. Un roble amarillo, el ronroneo de los Beatles—esas bestias intercambiables que suman el punto de lo sublime y la mercancía—, los hijitos en la madrugada…

20 de mayo
Mayo alfombra de flores. Cielos poblados.
La espina bífida del día. Y el día que salta hecho pájaro.

28 de mayo
Domingo hirviente de humedad. Leo Una introducción a la teoría literaria de Terry Eagleton.
Llevo una silla al patio, me siento como el rey de las flores; los guardianes chapulines rojo-quemado sobre las hojas, agrupados, gregarios, creciendo más que el universo.
(...)

2 de junio
Todos mis diarios—los excavados, los desaparecidos, los humillados en el cuaderno, los corporales, vecinales, vendidos, los heliotropos—han sido poesía.
Con excepciones: algunos sistemas se han impuesto, han susurrado algo perverso, desvaído, abstracto o vulgar.
Todos mis diarios han sido excepciones. Excepto. Esa es la palabra titular. Excepto.
Todos mis diarios no han podido ser poesía, por todos esos exceptos diseminados.

3 de junio
Sábado. Amenazas de lluvia, efecto de caldera húmeda entre el cielo y la tierra. Remotos truenos. Temor de temblores. Sueños sin sueños.
(...)
El fascismo como vértigo interior.

4 de junio
Todas esas dudas de la edad madura. Era mi cuerpo demasiado anfibio? (...)

11 de junio
Domingo de noche. No has sentido la contradictoria sensación del que escribe: avergonzado, curioso, alejado.

12 de junio
Después del trabajo. Dolor en el omoplato y los músculos de la región del cuello, quizá efecto del uso de esta laptop, agravado por el enfriamiento del aire acondicionado. Estoy sin analgésicos. Escucho Plastic Ono Band (adquirido quizá en octubre en la tienda de Squirrell Hill), me asienta bien: tareas, infinitos, pesos, familias.

14 de junio
Noche. Llueve a tendaladas. Me cae mal la lluvia, el ruido que hace en el zinc, la confusión que trae. Además, es una lluvia demasiado agresiva para la época del año. No me deja escuchar la música. Y estoy algo confundido también entre lo que quiero hacer y lo que creo que debo.
Músicas del día: Sign O The Times by Prince.
Ahora unos estúpidos truenos.
18 de junio
Domingo de noche. Deseos de escribir algo que tuviera la textura de ese disco de Dylan (el de 2001).
Esto va para mi novela. Supongo que Norberto Palacios, criatura viscosa, debe tener una hipotética biografía similar a la mía. Un Servicio Militar observando algo impávido a la clase militar. Viajes al cine. Lecturas. Por supuesto, Palacios no es de los secuestrados.

Domingo 2 de julio
De nuevo el dolor de cabeza ligero y sobre los ojos. Elian Elias, piano. Tarde de domingo luminocalurosa. Aunque de vez en cuando nubes que corren y se derraman. Ayer era la derrota de Brasil ante Francia, en el Mundial. Recuerdo la derrota de Francia ante Alemania, en el 82, por penales, creo. But I was so much older then...

Sábado 12 de agosto
Escuchaba, digamos, esa genial canción que abre Music of My Mind. Reunía, digamos, Changesbowie, Magical and Mistery Tour, Peace Beyond Passion y Parade sobre la mesa.
Quiero hacer un seminario de crítica literaria latinoamericana, el proyecto vino de súbito como una inspiración.
(...)
Bajan nubes de humedad y nos envuelven, en la superficie de ellas van las moscas haciendo el amor.

21 de septiembre
Me caracterizo por sumirme en crisis profundas, en donde mis creencias se vuelven puras piedras. Valle Caliente del Western.
Me caracterizo por ser rutinario.
Me caracterizo por no.
Pero me caracterizo, sin embargo.

lunes, enero 29, 2007

Grupos polifónicos

En Doctor Faustus, Thomas Mann (el viejo tío Tom) hacía la división entre tiempos de culto (asociados con la polifonía), y tiempos de cultura (vinculados con la armonía). Uno de los dilemas de Leverkünh, en su agitada vida de compositor, es, precisamente cómo, con los medios de la cultura (el “yoísmo” de los recientes siglos) podía lograr un efecto (aunque fuera fantasmagórico) de culto (reconciliación con el total).

El culto, tal como lo entiende Mann, está asociado con el Renacimiento, y, probablemente mucho más, con la Edad Clásica, que dicen los franceses, y que debe entenderse como Edad Barroca. En la polifonía no hay una subordinación a la melodía sino contrapunto: líneas que corren juntas interrelacionadas pero que parecieran cuestionar las jerarquías. Este orden es eclesial; el arte todo, la técnica y la subjetividad del artista están sometidos a la lógica del culto.

La armonía—con su subordinación a la línea melódica (es Beethoven el héroe aquí, según la novela de Mann), con el asentamiento definitivo de los modos mayores y menores—resulta un producción burguesa típica (quitándole a burguesa su sentido peyorativo, y dejándola en su más desnudo significado de época). Armonía y exacerbación del yo romántico son casi una tautología.

Esto implica una doble secularidad: del individuo (que deviene ciudadano) y del arte (que se vuelve cultura secular). Hay aquí una pérdida (sigo la lógica de Mann): el culto de la cultura y del yo se codifican y se abstraen cada vez más. Para Mann (así como para ciertos críticos del tipo de Luckács) esta pérdida es social, pues no hay manera que con medios culturales (se trata de la exacerbación vanguardista) se reconcilien sociedad e individuo. El arte en tanto cultura pasa a ser asunto de élites.

Este punto es de un pesimismo ambiguo. No hay que olvidar que lo que Mann cuenta en su novela, de manera casi subrepticia, es la biografía de Friedrich Nietzsche. “El sujeto social—explica Lyotard en un contexto similar al de la novela de Mann—parece disolverse en esta diseminación de juegos de lenguaje” (The Postmodern Condition 40). Codificación y abstracción separan para siempre, secularizan de forma radical, los lenguajes, entre ellos el lenguaje del arte. La música del siglo XX (en especial Schönberg) testimonia esta transformación en que “ya no hay metalenguaje universal” (Lyotard).

Estos cambios producen paralelamente angustia y entusiasmo. Leverkünh realiza, en la novela de Mann, un tránsito radical por el infierno de la angustia moderna, y prevé una nueva reconciliación en el futuro. En cierto sentido adivina la legitimación que van a proponer después los postmodernos: “La mayor parte de la gente ha perdido la nostalgia por la narrativa perdida. A eso no lo sigue que se reduzcan a la barbarie. Lo que los salva de ello es el conocimiento de que la legitimación puede surgir únicamente de sus propias prácticas lingüísticas y su interacción comunicacional” (Lyotard 41).

De hecho las vanguardias son domesticadas en variadas e infinitas formas, todas quizá confluentes en la publicidad. La publicidad es, en este sentido, la expresión magnánima de la lógica de la cultura durante el imperio de la armonía como sistema expresivo. ¿Pero hay posibilidades de romper tal lógica cultural? Deleuze propone como de pasada el concepto de grupos polifónicos. Una articulación que bien puede referirse también a Lyotard: “legitimación a partir de las propias prácticas lingüísticas y la (también propia) interacción comunicacional”.

En su bello libro Una vida, Deleuze recurre a una matriz spinoziana en que el concepto de una vida pierde su efecto (su blindada coraza) individual. Una vida (concepto de pluralidad) tiene sentido en el momento del devenir, de la circulación comunicacional en torno a la vida (el ejemplo es el de un hombre muy malo que está en agonía y produce un efecto de desplazamiento vital comunitario). Esto tiene importantes resonancias políticas. “Se trata—explica Deleuze—de invocar las potencias impersonales, físicas y mentales con las que uno se confronta y contra las que se combate desde el momento en que se pretende alcanzar un objetivo del que no se toma conciencia más que en la lucha. En este sentido, el Ser mismo es una cuestión política.” (Conversaciones 143-144).

La legitimación no es con el total, ese total que angustiaba tanto a Mann en su novela, y que él refería a la lógica universal del arte secular. La legitimación es mucho más coyuntural y en ella el viejo yo romántico, anquilosado en su mal entendido cartesianismo, da paso a unas etapas de culto y de polifonía fragmentadas. A eso se refiere quizá Deleuze cuando habla de “grupos polifónicos”.

jueves, enero 25, 2007

Dos narraciones naturalistas

Los secuestrados

En Nicaragua los poetas inician sus carreras literarias con concentradas colecciones que alaban la página blanca y la dureza de la escritura. Las poetisas, en cambio, publican de primero poemas eróticos. En esta división del trabajo literario los hombres parecen no saber de su cuerpo y su falo estalla sobre la nada de la poesía. En cambio las mujeres detallan en sus poemas el cuerpo y sus estremecimientos.

Esta división del trabajo, al igual que cualquier otra, no es inocente, y está llena de cortocircuitos. Los hombres vienen a ser esos fabulosos Asesinos en Serie que persiguen por recóndito mandato los cuerpos que las mujeres proclaman.

La página blanca es siempre el escenario de un crimen.

Pero a cierta edad los papeles se invierten. Todo poeta va mostrando cada vez con más ahínco su rabo verde. En cambio las poetisas parecen caer en brazos de la Diosa Blanca. El tiempo de las erecciones esporádicas es en el que los poetas joden de mejor y más variada forma a las musas de carne y hueso. Al menos es lo que dicen. El tiempo de las grasas en el vientre, y las carnes caídas es cuando las poetisas descubren la fantasmagoría de aquellos polvos escriturales. Comprenden que se parecen a los cosméticos. Y que el cosmos universal masculino no es sino una versión embustera del humilde polvo facial.

Es el tiempo en que unos y otros intentan escribir novelas.

La novela es siempre melancolía carnal.

Le pasó todo esto a esta poetisa que ahora está tratando de escribir su primera novela. Primero fueron polvos, abundantes. Ella rasguñaba la página blanca, la teñía con estos fluidos. Vomitaba amor sobre la sábana/página blanca. Todo, hasta las heces, era un universo carnal que no se diferenciaba mucho de la poesía. Pero aquel tiempo feneció con los ovarios cansados.

Hoy la poetisa recibe una visita. Un joven delicado, de unos 28 años (en todo caso, cercano a cumplir los 30). Delgado, alto, cetrino. Parece susurrar cuando habla. Y la poetisa, discreta, toma nota. Él es su próximo personaje. Ella lo hace susurrar. Sorbe el café, tomado con parsimonia en la terraza. (Aquella desde la que se divisa como una gran fondo teatral el Lago de Managua, y Managua, turbulenta, humosa, rasgada aquí y allá por predios vacíos, y parques sucios. Y, hoy que es junio, por esporádicas lloviznas color tierra.) Ella pregunta de vez en cuando.
Todos los polvos han muerto en la comisura de sus labios, marcados un poco por sus ancestros libaneses. Sus pechos, otrora radiantes, se han vuelto modestos, y el trazo con que toma notas los disciplinan sin escándalo, pero con firmeza.

“No soy sólo yo”, dice el joven. “Los secuestrados somos muchos.” La poetisa asiente, y da un sorbo a la taza.
***
Los hombres de mi edad
Los hombres de mi edad son bastante feos. Hoy en la cola del banco, he estado a punto de decirlo, como si mis palabras hubieran sido la orden o la taxonomía que aquellos semejantes míos esperaban, circulando lentamente el uno tras el otro en una sucursal anónima. Pensaba que todos y cada uno de nosotros—casi todos hombres maduros—habíamos escogido esa sucursal del mall, en el día lunes que se iniciaban las vacaciones, por una razón burocrática. Pero burocrática con respecto a nosotros mismos. El impuesto del alma, el moho del corazón, cualquier sandez de esas que remedan los poetas de mi pueblo. Pagarle al alma con transacciones menores en un sitio realmente grande: las únicas que nos sería posible hacer en este lugar.

Había un hombre en especial que era la imagen o el remedo de todos los demás. Andaba con prostatitis o cistitis. Se sostenía de vez en cuando el lugar en que debía tener la vejiga, hacía un gesto de dolor, y pedía que le cuidaran su sitio en la cola, para sentarse por ratos más o menos prolongados. La primera vez que lo vi hacer ese gesto, pensé que estaba con ganas de orinar, y que iba a decir que iba al baño. Vestía bermudas y camiseta. Ropa usada. La camiseta tenía un letrero casi obsceno: “No, no voy a lamerte…” En inglés. Porque a los hombres de mi generación les está permitido vestirse a la gringa, deportivamente.

Era extraño. No había una sola mujer bonita o atractiva en aquella sucursal de banco. O eran demasiado altas, casi gigantescas, con unos culos tan enormes que sonaban a desamparados. O eran de esas flacas que se anclan en las ventanillas para sorber el aire acondicionado mirando a la distancia. O eran viejas. O jóvenes pero rechonchas. No. No musas around. ¿Cómo sería el dolor de aquel hombre con el pelo largo, algo canoso ya, enfurruñado y displicente? De hecho, perineo, colon, próstata y vías urinarias pueden unirse en coro y contrapunto cuando quieren doler, sobre todo si ya te estás poniendo viejo. Pensar esto me daba algo de repelo y preocupación. ¿Había tenido yo esa misma experiencia de ese hombre que sólo podía llamar Anti-prójimo, vocablo pariente de Antifonario?

La cola era larga y de vez en cuando entraban clientes que requerían trato especial. Un hombre en silla de ruedas. Un ciego conducido por su madre. Transacciones de menos de 100 dólares siempre. Salarios comunes que tal vez daban alegría. Yo pensaba en ciegos famosos: Borges. Luego, para distraerme más, en ciegos famosos pero despreciables: Andrea Bocelli, José Feliciano. O músicos de verdad: Stevie, Ray. Nada de eso borraba la impresión sofocante de aquel banco. Algunas mujeres habían llevado a sus crías. Una en especial llamaba una y otra vez a un diablo que respondía al nombre de Fernandito. No, no buen trasero tampoco, sino mera defunción materno-obesa. Requiescat…

El hombre volvía a sentarse. Me tenía que fijar en su entrecejo. De frente era un hombre casi negro, con el pelo sucio y desarreglado.