Mostrando las entradas para la consulta universidad ordenadas por fecha. Ordenar por relevancia Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta universidad ordenadas por fecha. Ordenar por relevancia Mostrar todas las entradas

domingo, agosto 29, 2021

Reflexiones imaginativas sobre mi padre

 

“como mi padre ya he muerto, y como mi madre vivo todavía y voy haciéndome viejo” (Ecce Homo 29)

 

En 1969 mi padre tenía treinta años. Era maestro de primaria en la escuela rural de Güisquiliapa y estudiante de periodismo en la Universidad Nacional (la UNAN). Un hombre, en este caso mi padre, modela el alma del hijo, con gracia, con humor, y quizá de eso trata este escrito. Pero el hijo es quien observa. No se observa si no desde la simbiosis con los otros. Por entonces yo soy uno solo con mi madre, con mis hermanos, mis tías y tíos (podría extender ese Universo a la casa, la familia, el barrio).

Vivíamos en una casa grande, alquilada, con corredor, con jardín. Creo que el efecto del boom económico del somocismo de los años cincuenta había modelado el destino de mis padres. Habían estudiado en la Escuela Normal y se habían hecho maestros. Podían pagar con sus salarios el alquiler de aquella casa (mucho más grande en mis recuerdos, seguramente, de lo que fue en la realidad).

Mi padre fue el primero de sus hermanos y hermanas que fue a la Universidad. Años atrás, caminando junto a su madre por veredas entre los pueblos de Masatepe y Nandasmo, le prometió que iba a ser bachiller (es decir, terminar la secundaria). No sé si mi abuela Ana tomó en serio aquella promesa pedagógica. En el tiempo que recuerdo mi abuela había muerto hacía ya diez años.

Ahora lo estoy viendo acomodar los libros, o quizá es que ha descubierto que los ratones anidaron entre sus libros, y está sacando la suciedad y reacomodando su biblioteca construida con cuatro ladrillos y dos tablas. Él no lo sabe, pero al ordenar esos libros también está acomodando mi destino: libros universitarios, Universidad Nacional. (No sabe que es un joven de treinta años visto desde los ojos de un hijo suyo mucho más viejo.)

Aparte de una Biblia Reina Valera, y de un Quijote ilustrado, los libros que colecciona responden a cursos que seguramente fue tomando en la Universidad y que están marcados a veces con el sello de la Librería Universitaria (un buhito sabio). Sobresalen los libros de periodismo, pero tiempo después voy comprendiendo que recibió cursos de psicología (hay libros de psicoanálisis, Adler o cosas así), de preceptiva literaria (el Breviario La poesía de Johannes Pfeiffer y la primera edición de Historia de un deicidio) y de marxismo (La Sociología del materialismo de Leoncio Basbaum). La primera novela de García Márquez que leí (leímos, con mis hermanos): La mala hora.

Pero en ese tiempo no me fascinan estos libros ni sé sus títulos ni entiendo sus órdenes secretos. Me impresionan más los aparatos que él lleva a la casa. Por sus prácticas de fotografía o de periodismo radial, carga con cámaras (una cámara antigua, cuadrada, con el visor en la parte superior que usó en una visita a las ruinas de León) y grabadoras. Pero lo más trascendental es una pequeña máquina de escribir de la que alcanzo a ver claramente los tipos Courier, la cinta bicolor, la mancha ocasional sobre la hoja. Esa ya era suya, y la compró quizá ese mismo año. Cuando por fin afiance un poco mi valentía—luego de un paseo escolar al Gran Lago, al que él me acompañó—voy a intentar una primera línea literaria en aquella máquina de escribir (esto ya debe ser 1972). Por supuesto, es algo sobre el Lago. Todavía veo el gozo y la ternura en los ojos de aquel joven por aquella decisión del hijo. Por eso decía que un padre modela el alma del hijo con gracia y con humor.

miércoles, octubre 07, 2020

Once

 Hace 11 años llegué a Chile. Antes del día de la partida, por varios meses, vértigo de semanas y días contados y pesados, viví el duelo de dejar el país. Ni siquiera el país: de dejar a la familia. Una realidad compuesta por mis propios recuerdos y los recuerdos heredados. (Recuerdos de mi abuelo o mi bisabuela, por ejemplo.)

Como era un viaje dentro de la adultez y la burocracia, era también un viaje con cierto horizonte desesperanzado. ¿Recuerda, Ud., El astillero? El Larsen burócrata que llega para sepultar un pasado. Pero, en fin, quería recordar lo que dolió, y tanto, separarse, no obstante que las formas eran otras: tenía que irme, allá iba tener trabajo, quizá reconocimiento, un mejor futuro para mis hijos. El mundo ahora era una aldea que podía cruzarse así o asá. La Sudamérica cosmopolita. El Chile creciente.

 Había aceptado mi destino permanente de irme. Los recuerdos heredados: mi padre entró a estudiar periodismo a finales de los 60s, en la Universidad Nacional. Eso lo hizo terminar adquiriendo libros, grabadoras, cámaras, y, sobre todo, una máquina de escribir. Ahí estaba condensada mi salida del país (y de la comunidad de recuerdos heredados, de los que tampoco puedo librarme). El cadáver de aquella máquina de escribir y la tumba de mi padre en Nicaragua son los puntos lógicos de mi estructura narrativa.

(También se puede ir para atrás en este mismo blog. Por ejemplo, la anotación en que anunciaba: Me voy de vez en cuando a algún lugar  o aquella en que conmemoraba un cuarto aniversario.)

sábado, octubre 03, 2020

Cuento en Horacio Castellanos Moya

 En uno de los ensayos de La metamorfósis del sabueso (Santiago, UDP, 2011), Horacio Castellanos Moya dice: “el cuento huyó de mí como antes lo hizo la poesía y he quedado en el desamparo, enamorado, a la espera de su regreso” (53). En efecto, HCM se instaló en la narrativa a través del relato corto con libros como ¿Qué signo es Ud., niña Berta? o Perfil de prófugo.

Gracias a la profesora Barbara Dröscher, comenzamos (los que éramos por entonces aún estudiantes de Arte y Letras en la UCA de Managua) a leer cuentos de HCM hace más de 25 años. Había cierta frescura en la forma de enfocar la violencia que presentaba el hondureño-salvadoreño cuyos libros en ese momento, editados en los formatos humildes de la UCA de San Salvador, no eran los de un autor internacionalizado. Su desenfado y naturalismo era quizá necesario luego de décadas de una narrativa con tendencia a idealizar los sujetos y los procesos políticos.

Volví a leer cuentos de HCM recientemente como parte de un curso sobre narrativa centroamericana que imparto en la Universidad de Chile. En este sentido lo que pongo a continuación está atravesado por las discusiones con las estudiantes que están en el curso y con quienes converso vía Zoom (son tiempos de pandemia) dos veces a la semana.

Reconozco que al leer cuentos de HCM la distancia entre personaje, narrador y autor es un alivio. Desembarazarse de la pose frecuente del individuo histórico Castellanos Moya (visible por cierto en La metamorfosis del sabueso) se hace casi necesario, vista su tendencia a ofrecerse y magnificarse como único individuo crítico en un país (y en una región: Centroamérica) habitada por “tarados” (ver La metamorfosis 27).

(Otro tema, otra ocasión, daría para evaluar el proyecto intelectual de HCM, la relación de este proyecto con la pose literaria necesaria para ingresar a un campo cultural internacional, incluyendo la diseminación de una idea de una Centroamérica sumida en la barbarie, y, por último, el entusiasmo que despierta en territorios relativamente mayores—digamos, Chile—en donde quizá el ofrecimiento narrativo “orientalista” de la barbarie sea tomado con poca distancia crítica.)

Lo que pongo a continuación son notas y reflexiones sobre cuentos específicos. Con “¿Qué signo es usted, niña Berta?”, cuento que da título al libro, Castellanos Moya parece orientar el interés narrativo hacia la clase media baja urbana salvadoreña. Esto tomando en cuenta que en la narrativa de la época había (quizá) cierta predilección por los campesinos o las clases bajas como sujetos literarios. (Un ejemplo: la gran novela Un día en la vida, de Manlio Argueta.)

El enfoque de la clase media permite, además, centrarse en un ambiente urbano, de oficinistas y profesionales, con aspiraciones de pertenencia o roce con las clases altas. La ciudad representa un foco de interés, con sus características, sus segmentaciones sociales, los problemas de transporte y vivienda, los ámbitos de las clases profesionales, la presencia de otras clases, los lugares públicos y politizados.

Se destaca en la narrativa una perspectiva crítica sobre los estamentos medios. En el cuento se sugiere incluso cierta connivencia con las organizaciones paramilitares de derecha.

Castellanos opta por un realismo en apariencia convencional, pero que, al contrario del testimonio o la novela social, no toma como eje personajes ideales y representativos de una comunidad. Opta por el personaje común, con deseos, aspiraciones, contradicciones, vicios y ambigüedades. Más que representar una comunidad política subalterna a través de un personaje, lo que hace es representar un personaje fracturado y distanciado con respecto a la realidad política y social. (Quizá se trata de un realismo más cercano al de Vargas Llosa que al de cualquier intención literaria social.) La pregunta por el “signo” de la niña Berta refiere a la ambigüedad política del personaje.

A un nivel alegórico se puede advertir una identificación entre la niña Berta y la clase media baja, llena de ideas falsas de elegancia, que desprecia a las clases de más abajo (los niños pobres que entran a la oficina de publicidad), sin compromiso o solidaridad social con las luchas políticas, y, a fin de cuentas, abandonada a su suerte por los más pudientes. En este caso, el narrador parece sugerir la necesidad de una toma de posición política, y quizá, en ese sentido, la disposición realista de la narración apunta a una especie de compromiso político crítico.

En los cuentos de Perfil de prófugo, en cambio, ya apunta uno de los ejes de la narrativa de Castellanos Moya, relacionada con la representación de los personajes masculinos. Suelen ser estos machistas, misóginos, egoístas, chovinistas y violentos. En cuentos como “Percance” o “Feria de artesanías”, la condición masculina se vincula de manera casi naturalista con la procedencia nacional. Es el “salvadoreño” el que se representa en los términos peyorativos y fatalistas que condiciona, de paso, cualquier proyecto de emancipación. Si en “Qué signo” se podía advertir cierto interés crítico en el contexto, en Perfil el naturalismo manipula una “personalidad nacional” condenada por su género a la impotencia (sexual en “Percance”, retórica en “Feria de artesanías”).

Obviamente, la impotencia se traduce alegóricamente como incapacidad política. Sobre todo, la izquierda salvadoreña es vista como incapaz de favorecer el cambio social. La reiteración sobre la condición violenta del salvadoreño (“marcialitos”, los nombra “Percance” en alusión a Salvador Cayetano Carpio) conduce tendencialmente a la representación de un individuo masculino que mata maquinalmente o por placer.

Este camino naturalista puede advertirse en “Paternidad” (de la colección El gran masturbador) en que una pretendida autogestión femenina (una académica que quiere administrar su embarazo y criar a su hijo sola) es destruida de manera irascible. La lógica masculina violenta niega la reproducción, la filiación y la posibilidad de una articulación alternativa de la misma. Esa especie de convencimiento de que no hay salida o alternativa posible a la violencia, parece inscribirse de manera estratégica en el proyecto narrativo de HCM.

Falta investigar los avatares que sufre tal convencimiento en su ya largo desarrollo novelístico. Asimismo, lo que ha significado el abandono del género cuento y lo que significaría que el autor lo retomara, o lo que significaría que su abandono sea permanente.

miércoles, octubre 05, 2016

La noche de la juventud

Recuerdo músicas que escuchaba a los 18 años

Vívidos declives

Maderas últimas en un mar profundo.

La noche de la juventud

Amanece en paisajes siderales

(recuerdo músicas que escuchaba en Radio Universidad de Costa Rica

Mi madre planchaba el uniforme militar)

El niño efrainista a la ventana del sueño

Se asomaba

Recitaba de memoria

Era la hora de despertar

Quedaban siempre cinco minutos para salir

La sábana era el último vientre


lunes, febrero 15, 2016

Teólogos paranoicos


Soñé que asistía a reuniones del departamento de teología en una universidad. Era escéptico ante el énfasis en lo políticamente proyectivo de aquel departamento, su creencia en autoridades y santidades. Toda aquella “buena gente”, activistas sumergidos en el líquido amniótico de la academia que leían con devoción el estado del tiempo y el estado del alma de la época. En cuanto tuviera tiempo iba a decir en la reunión: nosotros los de literatura somos como teólogos paranoicos o esquizofrénicos, dispersamos a dios en dioses menores; tomamos sus voces equívocamente y las inscribimos en informes temporales. Para mientras se tomaba café y yo sopesaba las palabras.

domingo, enero 24, 2016

Orígenes o del modernismo calibanesco

Ideología literaria hispanoamericana: las postvanguardias. Orígenes.

Leo el ensayo de Fina García Marruz sobre La familia de Orígenes (Habana: Ediciones Unión, 1997). (Si mal no recuerdo, compré este libro en agosto de 2014, una tarde cálida, en la salida de la Universidad de Heredia, y ha esperado desde entonces la lectura.)

García Marruz quiere mostrar una continuidad entre el modernismo hispanoamericano y el grupo literario que encabeza Lezama y se estructura en torno a la revista Orígenes. En vez de lo disruptivo de las vanguardias, lo integrativo del modernismo; en vez de crítica, reforma. Así como Octavio Paz en Los hijos del limo hablaba de una nueva vanguardia surgida en los 1940s, sin estridencia, sin manifiestos, secreta y silenciosa, así también García Marruz va a enfatizar un carácter conciliador en ese movimiento (el de Orígenes) que sin duda puede caracterizarse como una postvanguardia. (Es claro que la idea de modernismo que maneja Marruz es particular, y, como se verá, proyectada en un americanismo.)

Lo que más me asombra del ensayo de García Marruz es que ejemplifica de manera notable un entretejido ideológico: de una ideología literaria caracterizada por cierta presunción de continuidad. Sus nombres: Darío, Vallejo, Lorca, Lezama, Martí, en donde la intensidad total pertenece, por supuesto, al autor del Ismaelillo. Así Orígenes acomete una labor utópica. (No lo dice ella así; habla, más bien, de nacimiento, pero nacimiento aquí quiere decir promesa de resurrección en el modo cristiano, mesianismo del héroe histórico y literario: Martí; inscripción histórica de esa resurrección en la historia nacional cubana, y, en fin, utopía).

Estas ideas ya las había visto expuestas de manera también notable en la edición crítica de Paradiso (dirigida por Cintio Vitier, otro gran origenista, también excelente ensayista, y, se sabe, esposo de García Marruz). No se debe despreciar, por otra parte, el componente contextual de la intervención de la poeta cubana: se trata de su participación en la celebración del cincuentenario de Orígenes; se trata también de una hora histórica para Cuba: hora del llamado “período especial”, de muerte del comunismo a nivel global, y de imposición neoliberal en América Latina. Época asimismo del predominio de la ideología postmoderna, la que García Marruz justamente ataca.

La ideología literaria “origenista” toma como epicentro al dúo teleológico Martí-Lezama. A partir de ellos puede reescribirse lo que fue en realidad el modernismo; su humanismo martiano, su deriva comprometida en Vallejo (que no en la vanguardia como tal, la que Marruz considera con cierta aprensión), su confluencia en Orígenes (y en la revolución cubana).

Al vuelo hago notar algunos subrayados, preguntas y, quizá, ironías:

Para Marruz el modernismo confluye con un “pensamiento americano”. Más que modernismo como estilo literario, se trataría de un discurso moderno y americano, al que Orígenes daría continuidad.

Hay, como en todo discurso lezamiano que se precie de tal, un énfasis en el léxico y conceptualización del autor de Oppiano Licario. Esta maniobra merecería un estudio aparte. La adquisición de tal vocabulario es parte fundamental de la estrategia autorial, de la marca de grupo, de la distinción identitaria a través del secreto. (Además incurre en el tuteo secretísimo. Lezama es Lezama durante todo el libro pero los demás son nombres que el lector despistado tiene que asociar con un apellido: Eliseo, Octavio, Gastón, Cintio).

La supuesta “coralidad” del modernismo (porque para Marruz parece que el modernismo no fue de grandes personalidades separadas) es retomada por Orígenes, luego del episodio secularizador de las vanguardias. (La morfología del grupo o red interpretada subjetivamente desde el presente, es otra maniobra significativa.) La coralidad tiene su constitución política-alegórica en el discurso de Martí (9-10). Con todo lo sugerente de la idea, dos acotaciones: se puede (se debe) relativizar la coralidad del modernismo (ver todo lo que separa, por ejemplo, a Darío de Asunción Silva; a Martí de Chocano; a Barba-Jacob de todos los demás: sobre todo, no son un grupo imantado por lo nacional y reivindican la personalidad, “mi poesía es mía en mí”). También se puede relativizar la falta de “coralidad” en las vanguardias: hay grupos como los Contemporáneos en México que parecen muy integrados como grupo y, además, más continuistas que disruptores. (La cronología vanguardia-postvanguardia no es tersa ni sucesiva).

A pesar de invocar la coralidad, el discurso de Marruz tiende a optar por las dicotomías, al enfatizar, por ejemplo, “la esencial catolicidad de Orígenes”. De la catolicidad parte, además, la estética. Línea que pasa por el orfismo, el verbo hecho carne del Evangelio y lo que ella (o Lezama) llama “naciente” en el modernismo-americanismo. Uno pensaría en Darío oponiendo al “numen bárbaro el resplandor latino”. Es una modernidad que no va hacia el nihilismo identificado por Nietzsche sino una que tiene por guía a Dante “poeta de la catolicidad” (14). (Es claro que Nietzsche se sabe síntoma del nihilismo pero no se considera a sí mismo nihilista como tal, o, al menos, no completamente. Por qué no se encontrarán en algún tramo ulterior la modernidad hispanoamericana y la nietzscheana?)

Pero en el caso de Orígenes (en el de Lezama) la insistencia en lo unitivo implica tener como horizonte último la vida. De ahí la politización que Marruz opera tanto en la forma en que se reescribe Orígenes como en la forma en que se concibe lo hispanoamericano. La narrativa de esta ideología es heroica: las muertes de letrados que optan por la espada en momentos críticos: Garcilaso, Martí. Conjuntamente, los ensayos de Lezama dedicados a estos héroes estructuran parte fundamental de la exposición de Marruz.

“Secreto de Garcilaso”, ensayo de Lezama, indica, entre otras cosas, la fusión de poesía popular y culta, el mantenimiento de equilibrio entre contrarios (como ya dije, consigna de esta postvanguardia), y, sobre todo, el secreto de la muerte. La muerte del cortesano (Garcilaso lo era) implica un desapego del servilismo con la corte y la actuación por el favor, para avanzar hacia una “cortesanía” heroica, o, más bien, ética. La muerte de Garcilaso repercute, en esta interpretación, en la de Martí. (Y, se sobreentiende, es el modelo de intelectual que junta un elevado ideal estético y un compromiso político.)

Marruz aprovecha para dejar claras las distancias entre el barroco de Lezama y el neobarroco de Sarduy. (No dejar de mencionar que Sarduy se ha declarado “Un heredero” de Lezama, por lo que acá emerge un conflicto por el legado.) Sin embargo, ve en el planteamiento de Sarduy una cercanía con el postmodernismo, la amalgama desjerarquizada, el aplanamiento y el arte gay. De ahí, la procura ideológica: la historia latinoamericana es de emancipación, opina Marruz, hay que optar por “un nuevo nacimiento” (22).

Más aún, la “expresión americana”, cree Marruz, antes que de proliferación es de sobriedad, de un raro equilibrio entre desmesura y medida, entre lo dionisíaco y lo apolíneo. De hecho no parecen necesarios, en una interpretación o apropiación del legado de Lezama, los arrestos incendiarios (y dionisíacos) de la vanguardia o del neobarroco:

“Lo que siempre impedirá a Lezama ser un neobarroco es justamente ese “aplanamiento” o desjerarquización inadmisible, es su fidelidad a estas raíces, es el gran retrato militar del padre presidiendo la salita de Trocadero, es el “Yo no puedo olvidar nunca/ la mañanita de otoño”, son los espejuelos sabios y sobrios de Varela, la sentencia de Martí.” (25)

Lezama, pues, adherido a una genealogía nacional (en donde los procesos de emancipación, esencia postvanguardista, decantan el desorden de la proliferación dionisíaca-barroca). Sarduy, según Marruz, en redes de desapego. (Otra sensación se percibe en el texto del Sarduy de El Cristo de la rue Jacob: el apego sobrevive en esta Juana de Arco electrónica que sigue escuchando las voces.) Esa genealogía, cree Marruz, impone una “nueva sobriedad”, “la alianza de un esplendor y una carencia” (28). “Lo realmente nuevo--confirma--no es nunca ni una continuación sin nacimiento ni una brusca ruptura, sino un encuentro, algo que se realiza las potencialidades de lo anterior” (28).

Lo americano moderno estaría signado, pues, por la palabra-acto (31); por, se podría decir, la fuerza de los actos de habla que Martí impone a la cultura. “Poética del Verbo” lo llama Marruz y lo encuentra presente en la genealogía ya apuntada (Martí, Darìo, Vallejo).

Esta ética identificatoria y responsable (toda ideologìa literaria es corrección política), llevó a Orígenes (y lleva a Marruz) a rechazar los aspectos más radicales (o comodificados) del surrealismo. Algunos desdenes: “Cuando Orígenes, ya todos estábamos cansados de los bigotes puestos a la Gioconda y otras fáciles transgresiones. La vanguardia se identificó demasiado con lo “joven”.” (35). “Tenìamos padres, teníamos el Seminario de San Carlos, y nos aburría Freud” (39).

Reivindica, sin embargo, a Lorca, “muy querido por los origenistas” (36). (Pero es “Juan Ramón”--dios tuteado y tuteable--el español tutelar de este libro.) El descrédito del surrealismo corre por las vías del americanismo (y recuerda en parte la postura famosa de Carpentier: somos en verdad nosotros los naturalmente surrealistas.) (Dos estudios apartes implicarìan: rearmar las redes del surrealismo latinoamericano, en las que, por ejemplo, el caso mexicano, y Cardoza y Aragón, serían fundamentales; advertir cómo se desacredita la vanguardia en el escenario postvanguardista latinoamericano: de Paz a Carlos Martínez Rivas, de Orígenes a Parra).

La misma actitud reticente y separadora (un lado incorrecto y otro correcto del surrealismo y de toda tradición) opera en la lectura de Rimbaud, otra notable apropiación de Orígenes. “Nosotros siempre preferimos a lo de “poeta maldito” lo de “místico en estado salvaje”” (43). Es el Rimbaud que confronta el silencio, lo común y la muerte: el más asimilado a un ejemplo ético, crístico y “martiano”. Así Rimbaud parece abrir otra de las innumerables puertas al ejemplo de Martí (particularmente Martí dentro del sistema poético de Lezama).

El “desciframiento” de Martí es una operación (de) política identificatoria: Lezama lo descrifa “a la luz de nuestro destino”. La escritura de Lezama, por ejemplo su anticipación de Oppiano Licario, se confunde con esa tarea. Martí y el destino nacional ordenan la escritura del sistema poético de Lezama. Un sistema teleológico en torno a figuras de tradición que recomponen filiaciones y herencias (inspirado en una larga tradición de escrituras teológicas y seculares).

Enarbola Marruz el término reformador para identificar a Lezama, oponiéndose a una denigrada función crítica que no hace sino legitimar el poder. La politicidad de Orígenes sería de principios (en este caso de soberanía nacional), y, por eso, la identificación con la revolución cubana. Aparte de situaciones coyunturales y burocráticas producidas dentro de la misma revolución, la adhesión a principios daría continuidad en el presente a la herencia de Orígenes (y de Lezama). Su política es la de “los reformadores internos, que tratan de abrir espacios mayores de libertad dentro del cuerpo de que forman parte” (59).

Marruz aborda brevemente la cuestión del final de Orígenes, debida a una secesión provocada por lo que parece un capricho de “Juan Ramón” en contra de los poetas de la vanguardia española. De nuevo reitera la escisión entre modernistas (“Juan Ramón” amigo de Darío) y vanguardistas (Aleixandre, Guillén). Y reafirma las características conciliadoras de Orígenes en las que predomina la comunión y demás figuras integrales del catolicismo que se colocan por encima de las guerrillas literarias típicas de la modernidad.

Un gesto clásico pareciera signar a Orígenes, sin dejar de notar que en el fondo la defensa de esta especie de clasisismo implica en realidad una postura de combate de los otros (los críticos y dionisíacos), llámense Sarduy, García Vega, Virgilio Piñera, etcétera. No digo que Marruz tengo menos o más razón en sus posturas, sino que su aparente catolicidad (en el sentido más abarcador del término) se basa también en la partición polémica de los grupos literarios modernos, y que en el caso particular de Cuba esa partición es también política.

Marruz reitera la necesidad de reescritura del legado modernista, llevándolo, incluso, a confluir con la teología de la liberación. Su idea de modernismo es pues, menos la que podría ofrecer la historia de la cultura (y menos una particularizada en identidades modernas menores, como los géneros y la sexualidad), que la que articularía una tradición americanista y emancipatoria de la modernidad: un modernismo calibánico y tribunal.

jueves, diciembre 31, 2015

Libros 2015

Algunos libros notables que leí durante el año:

Pablo Giordano. The Human Body (New York: Viking, 2014).

Severo Sarduy. El Cristo de la rue Jacob y otros textos (Santiago: Universidad Diego Portales, 2014).

Jean-Francois Lyotard. La Confesión de Agustín (Buenos Aires: Losada, 2002).

Émile Verhaeren y Darío de Regoyos. España negra. (Barcelona: Terra Incognita, 1999).

Badiou, Alain. La aventura de la filosofía francesa (Santiago: LOM, 2014).

Damián Tabarovsky. Escritos de un insomne. (Santiago: Alquimia, 2015).

Badiou, Alain. Pequeño panteón portatil. (Buenos Aires: FCE, 2002).

domingo, febrero 22, 2015

Márgenes recorridos

Subo una copia en pdf, vía Scribd, de mis Márgenes. Por fin logré vencer al escaner que me había entorpecido el trabajo varias veces. (Se verá que la copia no es perfecta, aunque legible, y me refiero a la tipografía y no a la prosa necesariamente.)

Este libro es hijo del Seminario de literatura centroamericana que iniciaron en los 1990s Franz Galich y Bárbara Dröscher, y que luego dirigió Werner Mackebach. Hijo, digamos, con defectos propios. Además, como proyecto de libro fue acogido por Margarita Vannini, directora del IHNCA. Por último, revisado para publicarse cuando yo estudiaba ya en la Universidad de Pittsburgh.

Si tuviera que reescribirlo, quitaría gran parte de las comillas que, creo yo, abruman al libro. ¿Por qué las necesité entonces? ¿Quizá para dar énfasis a tantos distanciamientos?

Si tuviera que reeditarlo, simplemente agregaría varios otros ensayos acumulados. Así me mantendría dentro de la lógica de los Márgenes, buscando su invocación primaria. Aunque el destino de la reedición no favorece historicamente al libro centroamericano.

Como digo, tiene ya 20 años el impulso inicial de estos ensayos. Aunque se podría decir que el ambiente de discusión intelectual no era favorable en Nicaragua (nunca lo es), creo que estábamos llenos de deseos de contradecir y criticar. (Voy del singular al plural, porque siempre en estos casos hay más de uno. Lo mismo pasaba con el grupo literario 400 elefantes.)

No creo que se pueda hacer un balance a esta altura. (Realmente aportaron algo estos intentos?)  En todo caso el balance es la dispersión.

Pero eso, he tenido que aprenderlo, tampoco es novedoso en Centroamérica. (Otros países centroamericanos--El Salvador o Costa Rica--me parecen más abiertos al debate que Nicaragua, en donde todo tiende a convertirse en carnaval dirigido desde arriba.)

Quizá un elemento parcialmente superficial es la adquisición de las retóricas posmodernas y poscoloniales que se deja ver en este tipo de ensayos. Pero digo que es superficial (no caí por suerte en el Nirvana posmo de algunos otros) porque el fondo estaba bien asido de la historia, o del deseo de historia.

En la página del índice califiqué al estilo gringo (de A+ a B-) los ensayos. La calificación me sigue pareciendo justa.


miércoles, noviembre 26, 2014

Autoritarismo, totalitarismo, notabilismo

En varias entradas de este blog me he referido a la cuestión de la universidad y los notables, dentro del contexto específico de Nicaragua.

Recientemente, Andrés Pérez Baltodano afirma, en el semanario Confidencial,que la falta de autonomía de la Universidad nacional (la UNAN) se debe a que, a diferencia del somocismo que era únicamente autoritario, el gobierno sandinista actual es totalitario, y un régimen totalitario no puede convivir con notables del estilo de Carlos Tunnerman et. al.

O sea que, punto a favor para el horroroso somocismo, es el florecimiento de lo que en otra entrada llamé la versión floral del caudillo, que es ese notable heredero por clase como tribuno, daríísta amateur y escribidor autoritario (y totalitario) de lo nacional. (Véase, en 1967, las espléndidas fiestas darianas que organizó el somocismo con abundante venia de notables.)

Gracias a la revolución se vio bien, sin embargo, la poca fe universitaria que tuvieron esos notables cuando llegó el turno de gobernar. Se acordaron poco de la autonomía, fueron al estado y al gobierno, de hecho abandonaron la universidad, para reafirmar su notabilismo, el que reclaman y reclamarán para siempre.

Al parecer les importó poco el espíritu de la autonomía que había impulsado Fiallos. El candidateo político, su función como "analístas" (en realidad ideólogos de la derecha divina) y su todología letrada son marcas evidentes de la "totalidad" nacional a la que pretenden servir.

El notabilismo es un tipo de autoritarismo que corresponde a una sociedad poco democrática en que de hecho la Universidad no resulta necesaria como espacio de debate ideológico y político, de expasión y democratización de los saberes y de movilidad social.

Los notables solo requieren la Universidad y su autonomía en cuanto los reafirma, como eco narcisista, en sus labores heredadas.

No son víctimas sino entes activos de la ausencia de autonomía universitaria.


sábado, diciembre 07, 2013

Libros leídos a la mitad

Durante 2013

Teoría y crítica literaria
Apter, Emily. Against World Literature: On the Politics of Untranslatability. London: Verso, 2013.

Autoayuda, misticismo y ese tipo de pendejadas
Murakami, .Haruki. What I Talk About When I Talk About Running: A Memoir. Knopf, 2008. 
[Entretenida, en cierto sentido minimalista, memoria en torno a la vida del autor en pistas de carrera (aunque también de bicicletas). Buena lectura para corredores. Menos quizá para literatos puros: se quejarán de la costura alegorica entre atletismo y escritura de novela, y dirán que se trata de un Hemingway que nada caza.]

Merton, Thomas. Spiritual Direction & Meditation. The Liturgical Press, s/f.

Boroson, Martin. The One-Moment Master: Stillness for People on the Go. Random House Ebooks, s/f.

Filosofía pura y dura
Zizek, Slavoj. Less Than Nothing: Hegel and the Shadow of Dialectical Materialism. Verso, 2012.
[Esta es la novela del idealismo alemán hablada en prosa del presente. Una reescritura de Hegel en la intemperie.]

Pérez Soto, Carlos. Sobre Hegel. Santiago: Lom, 2010.
[Ya había comentado algo de este libro.]

Filosofía florida
Comay, Rebecca. Mourning Sickness: Hegel and the  French Revolution. Standford University Press, 2011.
[El idealismo alemán mirando hacia Francia y su revolución imagina que la revolución puede hacerse en Alemania con pensamiento puro: la genealogía de Kant a Hegel, y toda la generación melancólica.] 

Novela
Pamuk, Orhan. El castillo blanco. Mondadori, 2007.

Memoria
Cardenal, Fernando. Sacerdote en la revolución: Memorias. Managua: anamá, 2008.

Poesía
Una tribu de salvajes improvisando a las puertas del infierno: Antología Beat. Compilación y traducción de John Burns y Rubén Medina. Universidad Autónoma de Nuevo Leon, 2012.
[Una decepción hasta cierto punto. Veo a los beats entregados a la vez a una idea institucional y museográfica del arte, y a una búsqueda de equilibrio subjetivo, zen o new age. En algunas partes palpita el afamado eso no es escritura sino mecanografía. Mundo sentimental, rayuelesco, si se perdona la divagación cortazariana, ya desarticulado en las novelas de Houellebecq. Antología bilingüe en que se ve lo vertiginoso y difícil que puede ser una traducción.]

Pound, Ezra. Antología de Ezra Pound: Homenajes desde Chile. versiones y edición de Armando Uribe Arce y Armando Roa Vial. Editorial Universitaria, 2010.

Ensayo
Castellanos Moya, Horacio. La metamorfosis del sabueso: ensayos personales y otros textos. Universidad Diego Portales, 2011
 [Los ensayos terrenales, sobre El Salvador y su cultura, son los más controversiales. Me perturba algo cierta domesticación o relativización que comete en Roque Dalton; las convencionales caricaturas de los cubanos como entes del mal (igual a los rusos en las películas de Hollywood). Los ensayos mentales (sobre literatura del mundo) están mucho mejor, el tipo se concentra más en sus pasiones literarias que en sus tics de escritor de la violencia centroamericana. Como en tantos otros libros este también lleva solapa con frase de Bolaño, lo que de cierta forma lo pone a uno en guardia.]

Rojas, Rafael. La vanguardia peregrina: el escritor cubano, la tradición y el exilio. México: FCE, 2013.

Sheridan, Guillermo. Señales debidas. México: FCE, 2012

Antropología
Viveiros de Castro, Eduardo. Metafísicas caníbales: líneas de antropología postestructural., Buenos Aires: Katz, 2010.
[Vía Deleuze otorgar a los pueblos originarios el saber elaborado por la antropología estructural. Muy interesante.] 

La Biblia (Reina-Valera 1960)
"Evangelio según San Marcos"
"Primera epístola del apostol San Pablo a los corintios"
[Se mete en el debate entre griegos y hebreos, "Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría" (1:22). Entonces da la espalda a esas supersticiones, o da la espalda al mundo antiguo? "¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?" (1:20). Y acá la llamada "opción por los pobres": "lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios" (1:27). Aclaración: intentaría, de darse el caso, una lectura secular, midiendo los gestos políticos de Saulo.]

Teoría crítica
Beasley-Murray, Jon. Posthegemony: Political Theory and Latin America. University of Minnesota Press, 2010

Beverley, John. Latinoamericanism After 9/11. Duke University Press, 2011
[Muy sugerente planteamiento sobre el horizonte (u)tópico de una América Latina after el final de la hegemonía norteamericana. En la revista Política Comun se ha publicado algo del debate sobre el libro.]

Keucheyan, Razmig. The Left Hemisphere: Mapping Critical Theory Today. Verso, 2013.
[El manual que los manualeros nicaragüenses no escribirán.]

Crónicas sobre New Orleans
Inventing New Orleans: Writings of Lafcadio Hearn. S. Frederick Starr, ed. University Press of Mississippi, 2001.
 [New Orleans por mi investigación sobre José Coronel Urtecho que pasó por allí en 1942 invocando a Lafcadio Hearn (y a Mark Twain, etc.), lo que me hizo pensar que también Jim Jarmusch había pasado por ahí para filmar Down by Law... Había escrito una nota poco rigurosa al respecto, y una ponencia que presenté en julio de este año en Costa Rica.]

Adenda 31/12/2013

Novela 
Coetzee, J.M. Scenes from Provincial Life. Peguin Books, 2012

Zambra, Alejandro. Formas de volver a casa. Anagrama, 2011
[novela de la variable "generación", con el potencial peligro de exotizar a la generación joven que no es culpable, o a la generación vieja que sí, etc. En ese sentido imposible sin la dominante Bolaño.]

martes, junio 12, 2012

Intelectuales, poder, universidad

Rubén Darío cortesano de José Santos Zelaya. José Coronel Urtecho ideólogo de Anastasio Somoza García. Sergio Ramírez vicepresidente de Daniel Ortega.

Los intelectuales frente a o dentro del poder. Historia de una alienación, o de una confusión alentada por la voluntad de poder.

Me interesa el ángulo universitario que puede tener el tema. Por partida doble: como investigación que las Universidades nicaragüenses podrían emprender (y, por tanto, incluir en los temas de enseñanza).

Y como genealogía de una actitud intelectual que afecta a las universidades o lo que entendemos por universidades en Nicaragua.

En efecto, cuando se llama a debatir sobre la universidad (ver la entrada anterior de este blog) surge la pregunta de que si no estará demasiado ideologizada o partidizada, y en todo caso estatizada, la Universidad pública.

Si bien una Universidad libre de ideologías es imposible (al contrario: la Universidad debía ser espacio de discusión intelectual e ideológica), la tradición del intelectual que se tutea con el poder político para fortalecer su poder simbólico y cultural (éste, por lo general, privatizado) puede ser un índice importante de una ideologización y partidización que funciona de forma tradicional.

Siendo tan tardía la autonomía universitaria en Nicaragua, el ir y venir de ideólogos e intelectuales entre la Universidad y el Estado-Gobierno (que, por otra parte, es inevitable) parece haber dado resultado negativo para la Universidad pública.

Los probables continuadores de Mariano Fiallos Gil fueron absorbidos por el Estado, el Partido, el Mercado y la Personalidad (ésta última indicadora de una articulación tradicional, fonocéntrica y privatizada de la cultura: la versión floral del caudillo).

Como ya he sugerido otras veces en este blog, la relación de cuadros entre el Estado-Gobierno-Partido-Mercado y la Universidad indica una pérdida de autonomía intelectual que los ideólogos-intelectuales no hacen sino disimular.

Como la articulación tradicional de la cultura nicaragüense es notabilista, se desprecia la carrera académica (la que en teoría se basa en una evaluación de pares), y no se ve en las Universidades comunidades de pensamiento sino enclaves burocráticos.

Esta visión parece dominar en el acercamiento que hacen ciertos medios de comunicación a la Universidad (por ejemplo, los recientes reportajes de Confidencial al respecto).

En esos reportajes no opinan los profesores universitarios que hacen carrera académica (que enseñan e investigan). De hecho los problemas de la enseñanza y la investigación no se abordan directamente. Los que hablan son los administradores de la educación, los notables que salieron de la Universidad para ser ministros, los empresarios.

La interrogación de los medios busca desde el Mercado evaluar críticamente al Estado. Los notables entrevistados no lo notan.

Entre entes semejantes la Universidad se invisibiliza.





viernes, junio 08, 2012

Los neoliberales contra las universidades

El FMI quiere, al parecer, que se reasigne el 6% del presupuesto estatal que reciben las Universidades nicaragüenses.

El cometido sería trasladar parte de ese presupuesto a la educación básica y técnica, que son muy carentes en Nicaragua.

La justificación ideológica (aunque con ornamentos desarrollistas) es que hay una especie de derroche en las Universidades que bien podría paliar la precariedad de otros componentes del sistema escolar.

La comunidad universitaria ha protestado por lo que ven como una amenaza al sistema educativo universitario. Creo que están en lo cierto, y su protesta me parece justa.

Ante todo porque el sistema universitario nicaragüense es tan carente como lo es el sistema educativo en su conjunto.

La fábula de una Universidad nicaragüense rica, derrochadora, incompetente y burocrática viene de las miradas neoliberales que han logrado introyectar en muchos el chip del evangelio fondomonetarista.

Hay que saber que el recorte deseado por el FMI forma parte de toda una estrategia de ajuste. El retórico "control del gasto" es decir el recorte a la educación y el bienestar social.


También hay que saber que el dogma neoliberal se ha vuelto endémico a todo nivel en Nicaragua: en sectores del gobierno, ONGs, think tanks, partidos, ideológos, intelectuales, periodistas, medios.


Se puede mencionar, por ejemplo, a la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (FUNIDES) o al ex-ministro de Educación Humberto Belli. Recurriendo a su calidad de expertos, este tipo de organismos o intelectuales de derecha neoliberal, pretenden, siguiendo lecciones de la cultura política del país, "gobernar desde abajo".

El ex-ministro Belli en particular se ha afanado con una serie de declaraciones y artículos en contra del presupuesto universitario.

El 9 de mayo, Belli recomienda revisar la asignación del 6%, o, por lo menos, el pago de gastos básicos de las Universidades (que corren por cuenta del Estado).

El 10 de mayo declara que el 6% es una carga pesada, que las recomendaciones del FMI son buena oportunidad para "debatir", que las universidades gastan mucho y aportan poco, y que en realidad reciben mucho más del 6 %.


El 21 de mayo, Belli escribe que la tasa 6% para educacion universitaria es irracional (claro si la vestimenta neoliberal se propone siempre como racional), que no tiene sustento democrático o de desarrollo. Dice Belli:"estamos ante políticas que deben revisarse en función del bien social", y llama al debate.

El 28 de mayo, Belli ve las manifestaciones de la comunidad universitaria contra el FMI como carentes de razón, y recomienda a gente dentro del gobierno lo racional que sería revisar el 6%.

Belli toca la tecla tecnocrática y neoliberal que sabe presente y activa dentro del gobierno de Ortega. En este sentido es que intenta "gobernar desde abajo", o lo que es lo mismo desde su expertise.

Con relación al neoliberalismo en el gobierno de Ortega es importante la tesis del sociólogo Amaru Barahona, publicada el 31 de mayo, de que hay una convivencia de dos modelos, uno alternativo y de izquierda, tutelado por al ALBA, y otro neoliberal, al que se afilia la política económica oficial de Ortega, y que pasa por seguir las directrices del FMI.

Más recientemente, Barahona dice que esa convivencia de modelos antípodas provocará en pocos años una crisis económica.


Todas las declaraciones de Belli sobre presupuesto universitario (yo no elevaría sus declaraciones al nivel de "debate sobre educación") pueden entenderse como cortejo, afianzamiento, opción por la uniformidad en torno a las políticas fondomonetaristas.


Otra cosa que hay que saber es que Belli, como Ministro de Educación del gobierno de Violeta Chamorro (1990-1996), echó a andar un proyecto de privatización de la educación primaria, que terminó de pauperizarla aún más, luego de la guerra y la crisis económica de los 1980s.


Este tropiezo gubernamental no ha afectado ni su afiliación ideológica ni su lugar de experto en temas de presupuesto educativo gubernamental.

El 4 de junio, Belli echa mano del argumento típico "de clase": con el 6% el albañil financia al doctor. La preocupación "por los más pobres" implica privatizar de manera escalonada la educación: el experimento que ha hecho crisis en Chile el año pasado, lo podríamos estrenar pronto en Nicaragua.


El llamado de Belli al "debate" ha sido contestado en cierta medida por el programa Esta Semana, y el semanario Confidencial, del periodista Carlos F. Chamorro.

Belli es invitado al debate televisivo del día 3 de junio, junto al Telémaco Talavera, rector de la Universidad Agraria y presidente del CNU . El debate no es tanto sobre educación universitaria como sobre presupuesto universitario, y concretamente sobre los temas típicos de la agenda neoliberal: eficiencia económica, transparencia económica, desarrollo económico.

De alguna manera esto lleva a una especie de planteamiento corporativo en torno a la eduación universitaria: cuántos alumnos, cuánto gasto, cuántos empleos, cuánta producción, cuánta ganancia. Por eso entre los consultados en el reportaje que  acompaña al debate se encuentra el presidente del organismo de los empresarios, COSEP.

Se ve, desde esos puntos de vista, a las universidades como potenciales empresas y al sistema universitario  como correa de transmisión entre la educación y el empleo. Esto no es tan sorprendente si se piensa que expertos que vienen de la Universidad, como Carlos Tünnermann, y para colmo con formación humanista, han recomendado ya antes una relación de sangre entre Universidad y empresa. (Ver artículo de Tünnerman del 12 de mayo de 2009, que ya comenté en este blog).

El "debate a fondo" que propone Esta Semana es "sobre la rendición de cuentas del 6%" como lo dice honestamente el periodista Chamorro. ¿No será más eficiente que el Estado deje de pagar los servicios básicos de estas "empresas" para estimular la productividad? Es el tono del "debate", más o menos.

Como se sabe en el ideario de la eficiencia comercial, lo estatal (y aquí las Universidades son esa bestia antidiluviana) es visto como retrógrado, irracional, ineficiente e "ideológico". Ya Belli se afanó suficiente para apuntalar bien el terreno de ese debate.

Una deplorable declaración de Tünnerman a los periodistas de Confidencial termina de configurar la estrategia conciente o inconcientemente neoliberal del "debate":

"Tünnerman explica que una buena estrategia para garantizar el buen uso de fondos es analizar y modificar la cantidad de profesores de planta que poseen las instituciones. "Las universidades estatales tienen profesores de este tipo en un 85% o 90%, asegura. El educador aboga por la promoción de profesores horario y la creación de un eslabon entre la educación básica y la superior." (artículo en Confidencial)."

La eventual destrucción o fragmentación de la comunidad universitaria no parece preocupar en estas declaraciones. La conversión de los educadores en profesores "taxis" que ha sido típica de los procesos de ajuste en América Latina, tampoco. La devaluación de la calidad educativa en general de estas medidas no aparece en tal paisaje ideal.

En el esquema ideológico de intelectuales como Tünnermann lo saberes residen en un grupo muy reducido de notables que hablan por el "pueblo", y generalmente son especialistas en Rubén Darío. Desde ese esquema, la distribución jerárquica de los saberes no es un problema. Por eso quizá pueden coincidir hasta cierto punto con ideólogos del presupuesto universitario (como Belli).


¿Qué tipo de comunidad de saberes es o puede llegar a ser la Universidad? ¿A qué se refiere uno cuando habla de "transparencia" en relación con la Universidad? ¿A los principios intelectuales de nuestra investigación? ¿Al efecto democratizador del saber que puede tener nuestra actividad de extensión? ¿A la honestidad y disciplina intelectual de nuestra docencia?


¿Como no ser adocenados y enjaulados y recortados por el vocabulario economicista y tecnocrático del FMI y los fondomonetaristas? ¿Creen los notables que su deseo privatizador y  jerarquizador del saber--una larga tradición en Centroamérica, se los aseguro--va a llevarse de maravillas con los principios neoliberales?


Una última pregunta que podría plantearse sería en relación al clasismo con que se abordan los problemas del presupuesto universitario. El afán de reducir la eduación universitaria a una educación técnica (de expertos, y no de ideólogos, y mucho menos de intelectuales) esconde el deseo de reservar lo intelectual (por muy adocenado que esté en torno al darianismo conservador) para la elite.


Creo, en cambio, que el pensamiento y las ideas deben impregnar todo el sistema educativo. Es la tarea universitaria que los neoliberales quieren ajustar, deshilvanar y disciplinar.

miércoles, febrero 09, 2011

Fuera del limbo

Ya he hablado otras veces en este blog de la juventud como objeto de deseo.

Un deseo y una práctica de apropiación y control ejercida por intelectuales y políticos, y que resulta estratégica para guiar ideológicamente.

Como en Nicaragua está tan poco establecida la Universidad y la escuela (ese "aparato ideológico del Estado" que diría Althusser), el deseo por la juventud trasciende esos lugares oficiales para desplegarse en la personalidad del maestro.

Nuestro (es un decir) José Coronel Urtecho es el arquetipo, hombre símbolo del círculo de jóvenes adoctrinados que acatan su voz o, como aparece con más frecuencia enunciado, su conversación en una especie de "círculo de estudio" como lo llamaban los marxistas de los 1970s, práctica que en realidad se remonta a un ejercicio ignaciano.

En tiempos recientes este deseo por la juventud se ha combinado con otra superstición notable: considerar la vida política y el poder político la fuente de todo sentido (moral, nacional, humano, generacional).

Es casi una teología.

Así tenemos, en un ejemplo reciente, a Gioconda Belli haciendo depender su lucidez (quizá cualquier lucidez) de las eventualidades políticas de Daniel Ortega.

En algo parecido incurre Andrés Pérez Baltodano cuando se refiere a la generación de los 1980s como un "peldaño roto" que ha imposibilitado la renovación generacional de la clase política.

Pero ¿quién dice que es o ha sido el deseo y el sentido de esa generación tal relevo político? Sobre todo, ¿cómo hablar en nombre de una generación "pasmada" (que así la llama el politólogo) tan difícil de captar y que, como ya he dicho otras veces, está dividida en clases?

Por supuesto, no se me ocurre a mí tampoco hablar por los de los 1980s.

Pero, ya de forma personal, no me identifico para nada con una identidad patética del estilo "peldaño roto". No creo haber estado nunca, al menos no predominantemente, en "un limbo político y emocional", o "inmovilizado".

Pienso, además, que la juventud se está sobrevalorando por las razones obvias que dije primero (control ideológico), y por otras razones que ya son de época.

Algo como lo que piensa Ignacio Echevarría hablando de crítica y literatura: "la juventud, de la que emergía antes la expectativa principal de transgresión, es hoy objeto de una adulación anestesiante".

miércoles, diciembre 01, 2010

Cirujías

Sí, hay un hiato entre la crítica y los escritores.

Escritores de esos que CMR llamó "publicadores de libros".

No juego al radical, hablo de un hecho.

Es que el crítico está acostumbrado a pensar en términos históricos o, al menos, historicistas. No saca la pistola sino a don Pedro Henríquez Ureña, edición Ayacucho.

Lo que es El País y la ferias de libro les tiene muy sin cuidado quién diablos es ese pobrecito de don Pedro.

Su sentido de la historia es sintético, con la pasión y el grosor de un lugar común. Vea sino este conversatorio.

A mí me horrorizó la terrible deshistorización de esa conversación, la reducción de lo latinoamericano a una anécdota light sobre los temas mercadeables. El ANTES y DESPUÉS de una cirugía estética llamada historia de la cultura.

La TV se ha cagao en (nos)OTROS.

(pobre don Pedro desvelado/ con su Historia cultural y literaria/ de la América hispánica)

El país es horrible. Cómo puede conformarse con metáforas tan convencionales pero sobre todo IDEOLÓGICAS (se vale alzar la voz en esta parte) como la que atribuye el carácter de "bálsamo" a la cultura, o la que acaba invocando casi como Delia Fiallos "el drama avasallador de la condición humana".

Cómo acumular "temas eternos" con avidez televisiva? Léase ese conversatorio.

Cómo llegar al "tema menor" sin pasar por la "literatura menor" (¡por fin un tema deleuziano que puede ser latinoamericano!)?

Por qué inventar que el humor lo ha descubierto ahora el neocapitalismo desconociendo una obvia acumulación colonial de ironía y humor, señor Güegüense?

Se me ocurre un cuento sobre un crítico (un crítico digamos pre-sartreano pre-foucaultiano) que es devorado no por el New Age Orientalista ni por la TV ni por la Universidad sino por "la condición humana" (no, no le puedo quitar las comillas).

Sí, hay un hiato entre la crítica y los escritores.

Yo por mi parte espero que no se reconcilien nunca.

jueves, septiembre 16, 2010

Hacia una antología apocalíptica

Me gustaría presentar a partir de aquí un segmento descriptivo. Es preciso, por cuestiones de metodología, y también por cuestiones de proximidad e incluso de desconocimiento, hacer un corte geográfico que intentará situar mis hipótesis principales en un territorio apocalíptico. Me limito a Managua, dejando como tarea pendiente probar convergencias y divergencias con otras áreas urbanas de Centroamérica. Mi inquisición es, además, interesada por ser partícipe de la sintomatología aquí (re)presentada.

Mis fuentes son una pequeña selección de textos de tema distópico seleccionados para la revista L´Ordinaire Latino-American de la Universidad de Toulouse-Mirail, y los libros Holanda, que es una colección de cuentos del joven escritor Rodrigo Peñalba, y el poemario La casa de fuego de Marta Leonor González. En este corpus trataré de observar un sentido destructivo, relacionándolo con la modernidad y las tradiciones políticas y estéticas que señalé al principio.

La escritura nace de la destrucción. La circulación mediática de los desastres naturales y no naturales (New Orleáns, Cuba, el Golfo de México, Pakistán: y con referentes nacionales Managua, pero también Bilwi o Casitas), intensifica una expresividad que explora este condicionamiento discursivo. El personaje del cuento de Rodrigo Peñalba “Inundación” espera en los techos de una Managua inundada a que llegue por aire la salvación. Leo fragmentos del último párrafo de la narración, que mezcla la imaginería de la ciencia ficción y el apocalipsis, con las de las labores de rescate:

Una visión bajo del cielo, con cuatro brazos que agitados a gran velocidad se mantenía suspendida como si colgara de un gran lazo. Cuerpo voluminoso y hueco, y en su interior seres con cráneos de acero y cruces rojas en el pecho que colgaban como crías de marsupial con los cordones umbilicales todavía fijos a su madre. (…) Abandonado me dejé llevar dentro del ser voluminoso, elevándome por los aires, con el océano que enterró a Managua abajo, océano uniforme, perfecto, lodoso, cubierto de nubes, fondo tapizado de cadáveres atrapados en sus casas. El infierno, la perfección. Infierno. Pasteles. Y cielos de cielos, infiernos de infiernos, pasteles de toda suerte. Sube helicóptero, sube. (Holanda 22-23)


Quiero hacer ver que la cerebración del personaje al momento del rescate incluye la evocación de versos de Carlos Martínez Rivas (“Y cielos de cielos, infiernos de infiernos”). Ese paroxismo de la destrucción que anula fronteras entre realidades discursivas, no deja de mostrar una antigua huella literaria entre la suciedad de la inundación (que es también asunto mediático), la poesía es el indicio infernal más cercano al bocado. Como nota marginal habría que decir que la postmodernidad en ámbitos de modernidad abigarrada del estilo de Managua, no se expresa tanto o no sólo por una conversión arquitectónica y urbanística ecléctica, sino también por el rol, con frecuencia amenazador, de la naturaleza y los discursos que quieren apropiársela.

El poema de Ezequiel D´León Masis “Convulsión de suelo” conjetura precisamente el resultado mediático, discursivo y estético de “un terremoto de escala provinciana”, pensando que tal cataclismo ocurriera en Managua (por supuesto, este cálculo está dentro de toda probabilidad para una capital destruida dos veces por terremotos durante el siglo XX). El poema está articulado como apuesta metatextual en la que una lógica de mercado acaba imponiéndose. La primera parte plantea la maquinación estética. Dice así:
El malestar de la vigilia me ha llevado a calcular francas estupideces, como ésta que me aturde ahora acerca de las probabilidades performativas—o suceptibilidades de ser performance—que pueda brindar un terremoto de escala provinciana. La argumentación teórica podría plantearse sobre el concepto de la deconstrucción visual de los elementos arquitectónicos de una ciudad, un pueblo. La obra podrá ser titulada Convulsión de suelo, título que—sé que insisto en algo evidente—será posterior al desastre telúrico…


Aquí resulta evidente que el estado de la función del arte en donde se entrelazan una índole conceptual (hablar de la destrucción) con otra tecnocrática (calcular, planificar, racionalizar la destrucción: una especie de razón postmoderna bifronte. El discurrir del poema deja ver más claramente esta interrelación, pero situando el locus de tal alianza: los medios y el mercado del arte. Dice así el final del poema:
No dejemos de lado la cuestión de la escala provinciana: piénsese que un cataclismo capitalino será cubierto, a sus anchas y chanchas, por los mass media y, nones, lo que se quiere es llevar a categoría de alta costura visual un estruendo que poco se celebre en la boca del alboroto noticiante; así, la sopa que iba a estropearse en la intimidad de la casa deviene proyecto promisorio, capaz de sacarle cierta sumita de billetes a alguna de estas bienales burguesas de la periferia. El arte puede ser más intrincado de lo que apenas solemos imaginar, y hasta más rentable.


En realidad enclavado en el centro del poema de D´Leon Masís aparece un designio “otro” el del trazo modernista (referido a un cuento de Alejo Carpentier) que sublima la lógica devoradora de la destrucción, pero que figura también un camino cerrado.

Otra versión del nacimiento de la escritura a partir de la destrucción aparece en el poema “Que tome vitamina D (de destrucción)” de María del Carmen Pérez. Este caso es más directamente apocalíptico y se ocupa de un futuro distópico en que la poesía vegetal terminará dominando a la poesía animal. Aquí la destrucción reconoce un ámbito mucho más doméstico, dejando claro que la destrucción comienza por casa, y por la propia subjetividad. El poema dice así:

El arcángel bajó
puso un lápiz en la siniestra de la poeta-niña
y ella, viéndose magníficamente poderosa
escribió:

Fuego

Azufre


Miedo

y ceniza sobre Managua.


Luego prendió fuego a su propia casa.

Y así, la poesía animal
quedó transfigurada en perras negras
y la poesía vegetal
comenzó a dominar la ciudad
con enredaderas eróticas, espinudas,
árboles y frutas salvajes
que nacían comúnmente
en el centro
de sus salas.


En este poema la pareja contradictoria de la destrucción, que acaba anulando o marginando cualquier expresividad “animal”, podría ser la “comodificación” (es decir, la transformación del espacio urbano en bienes de capital). Si se considera la paz social de tal espacio después de la destrucción se verá quizá la labor ideal de la globalización: jardines tropicales y periféricos en que se concilian la subjetividad y el paisaje. También aquí aparece, sin embargo, la huella discordante del pasado en las figuras marginales de “las perras negras” cuyo hábitat natural es mucho más destructor y destructivo.

Quisiera, para finalizar con mi recorrido descriptivo, pensar qué pasa con esas huellas y márgenes afectados por la destrucción (en sentido literal: la destrucción opera sobre los afectos) pero no anulados por la lógica apaciguadora. La pregunta, obviamente, por una radicalidad estética posible. Podrían considerarse desde ese ángulo los poemas de Marta Leonor González en que se desplaza la subjetividad autorizada (y autoritaria) típica del relato revolucionario. La experiencia de González parece ser doble. Por un lado, la vida familiar, el arraigo de lo común, y la destrucción de ese mundo. Por otro lado, una especie de subjetividad coral que trata de dar nuevo sentido a ese mundo fragmentado, permanentemente asediado por la violencia. La operación también podría describirse como una interrelación entre melancolía y lucidez: añoranza de lo común, lucidez de su esencial lógica violenta. Así, por ejemplo, en el poema “Cultivo familiar”:
Trago las púas que mi padre sembró,
mi hermano las cultiva.
Mamá esconde el cuaderno
donde la niña garabateó
la casa en llamas
destruida por las palabras.


Aquí es evidente una frontera de poder referida al género que la escritura confronta a través de la destrucción, y otra frontera fundamental referida a la edad y la operación de filiación. La escritura está llena de tanteos, de ocultamientos de manuscritos, de equívocos, de revelaciones provisionales cercadas por la disciplina y la violencia simbólica. El poema continúa diciendo:
En este momento
Veo las páginas tachadas
Los poemas que mamá escribió
Con vergüenza
Y el sueño de armar una ventana
Inventar un color
“amarillo no es azul” me dice
Y vuelvo a la paleta
Donde ella confunde el rosa
Con el fucsia.

Pero papá tiene ese jardín de púas para él
Y noches largas de riego
Donde le acompaña la congoja
Y le descubre el color a las piedras.


La ley del padre parece fijar la subjetividad pero los borramientos y bocetos anteriores siguen operando inconscientemente. Son un espacio irrenunciable que obliga a replantearse la cuestión de la unicidad subjetiva y su relación con la escritura. La escritura es fronteriza porque asedia desde espacios menos autorizados, en cierto sentido más blandos, más ocasionales (son los manuscritos ocultos de la madre). En el poema “Ciudad Juarez: los muros hablan” se puede ver como la escritura ocasional y desautorizada del grafiti puede rearticular lo que antes llamé una subjetividad coral. Algunos fragmentos:
…..
¿Quién pronuncia tu nombre Esmeralda
llamado de piedra?

Verde es el musgo y tu canción.
¿Quién te nombra sino tu hija
emparentada con la muerte?

En los muros tu nombre,
en la calle tu sangre salpicada,
las manchas que los minutos borran.
….


La pareja conceptual que invoqué al principio, la de destrucción e inserción, opera aquí de forma testimonial, pero de un testimonio desapegado (quizá desentendido) de la síntesis nacional. Una escritura de las manchas, las huellas, la marca corporal, el testimonio de la desaparición, el boceto transitorio pero válido. González estaría explorando, pues, lo dejado por la destrucción en un sentido cercano a los textos y autores considerados antes, pero penetrando en los (con)textos de tales procesos de cambio que no suelen ser instantáneos o, tal vez, en que opera un Apocalipsis más extasiado.

Para finalizar, algunas conclusiones. Mi percepción general es que estos textos muestran una preocupación política, aunque obviamente no referida a un proyecto político. No los veo como textos abandonados a una idea literaria (y mucho menos mercantil) de lo literario. Son textos que reaccionan al avance de la globalización, que entienden la motivación y el afecto mediático, que teorizan la relación entre técnica y arte, que comprenden de manera radical la importancia de las escrituras otras y el valor testimonial de los trazas de las víctimas de la destrucción postmoderna. Muestran, pues, una continuidad con las tradiciones centroamericanas en lo que se refiere a la presencia de la identidad, y no como una entidad abstracta, sino, más bien, como una identidad pasional. La lección postvanguardista en cuanto al vínculo ético y estético es, por eso mismo, decisiva. La gran escapada del discurso nacional no implica, pues, para estos creadores una sumergida acrítica en la globalización, sino una problematización cuyos indicios creo que es preciso estudiar.

(Fragmento de ponencia presentada en la Universidad de Chile durante el Encuentro Internacional Poesía y Diversidades: perspectivas críticas en el marco del Bicentenario, 2 de septiembre de 2010.)