martes, septiembre 19, 2017

Un gato

El cliché del gato echado junto al calor de los libros y la computadora.

En cambio mi gato crecía en el patio, solo y por su cuenta.

De noche huían las zarigüeyas (la zarigüeya acomodada, casi archivada como un libro entre las hojas del plátano).

Cruzaba eléctrica la garra que iba a atravesar el corazón tierno del murciélago: corazón prodigioso en sangre y aerodinámicas perdidas.

En el borde de los charcos de aguas negras, frente a sapos emperadores, en altas incursiones de aguacates y palmeras infinitas.

Debajo de la pitahaya pedregosa, cerca del hicaco ya adornado de un rosa oscuro, por debajo de la tierra profunda donde estaba el Perro enterrado. Pasaba por ahí el gato, adueñado.

Ah tanto gato urbano e inútil, gato de cuna y de pulga fácil, nunca frente al garabato extraordinario de una araña venenosa.


Ese era el gato ausente que yo prefería, siempre abriéndole la puerta al gato boquiabierto frente a la realidad.

sábado, agosto 26, 2017

Frente a la tumba de Stravinsky

Ambulante la hoja que ingresa al escenario, y el moho de la hoja y la hormiga.

La danza de la mano, el subterráneo como el Hades y el infierno.

Estamos frente a la tumba de Stravinsky.

Cosa de los 17 años, tal vez, vi que los viejos músicos--Handel, Vivaldi, Scarlatti--miraban y cuchicheaban frente a esta tumba.

Era la novela de Carpentier y era la otra era. Novela que comprabas en carreras azuladas, en el pueblito y leías con velas ajenas.

Lo que decían imantaba; quijoteaba el niño desde el pesebre; albúmina perdida de un Nonato José Cemí.


"San Ramón Nonato" decía mi madre. En ese día.

sábado, agosto 05, 2017

Surf en La Boquita

--Ese es un pony o un caballo descriadito?

Imagino el hambre que tendrá el hombre del caballo mientras entierra el estiércol tan cerca de la línea del agua. Entra otro hombre a caballo, su pelo en rubio falso ondula.

La marea va subiendo, pronto seremos agua, peces y nos bañaremos también con las heces del caballo. El gusano del chancro en la espalda del perro.

Dios baja a estos parajes los domingos. Le gusta el surf como a nosotros. Son tres muchachos los que practican surf. Y una muchacha. Enfocada por el ojo ambicioso de dios no resiste devolver la mirada. Hace mohines o se amohina, y más sencillamente se amuina.

La cerveza Toña es peor que la Pilsen salvadoreña. Y yo no podría escribir peor que (en) Castellanos. El pescado, en cambio, es la gloria que hace pasar la cerveza nunca suficientemente fría. Algún bikini bacán, un agua cálida, un cauce en el cielo (ese que busca el surf de dios).

Comparadas las playas del Pacífico: la de Miraflores en Lima, la de Alagarrobo allá abajo, la de la Boquita en Diriamba, Nicaragua, esta es la más pedregosa. La del ilustre peligro de los caminantes del agua.

martes, junio 13, 2017

Tertulias grandes

El artículo de Sergio Ramírez "La literatura como espectáculo" parece ser el último manifiesto literario firmado en Nicaragua (reciente también para la temporalidad latinoamericana).

El autor pondera el éxito del encuentro anual Centroamérica Cuenta que reúne escritores, libreros, editoriales y demás entes culturales en torno a la literatura (más propiamente la narrativa, y aún más exactamente, la novela) centroamericana, y con un público ferviente.

La consigna "literatura como espectáculo" responde a un contexto de pobreza: en un país pequeño en donde no parece posible convocar un público para la literatura, Centroamérica Cuenta parece lograrlo de manera progresiva y pujante. Eso que Ramírez llama: "El paso trascendental de espectador a lector".

Sin embargo (y aquí comienzan los puntos críticos), el texto parece entusiasmarse con sólo un tipo de relación literaria, entre autores y lectores, con un sólo tipo de autor (el que corresponde hipotéticamente a un tipo de lector).

Una clave de tal relación autor-lector es la informalidad, otra la confusión literatura-vida, o especie de realismo ingenuo.

Explica Ramírez:
Para convertir la literatura es espectáculo la clave está en que el público se sienta atraído hacia conversaciones informales, lejos del formato de conferencias soporíferas, y que en esas conversaciones se toquen temas que demuestran que en los libros de invención no se habla de otras cosa sino de la vida; que las vidas se parecen unas a otras, y que el lector se hallará siempre frente a un espejo en el que puede ver reflejada la suya propia. Una madre que es novelista, Piedad Bonnett, escribe un libro sobre el suicidio de su hijo, yendo al fondo del dolor de su propia experiencia. Otro, Renato Cisneros, relata en una novela lo que significó para él haber sido hijo de un general represivo del ejército peruano.
Otra clave es que los escritores convocados a los encuentros tienen dones de conversadores (especies de showmen de la literatura). Ay! de los ostracismos y narcisismos interioristas. Ramírez de nuevo:
Traemos a los mejores, no sólo porque tienen cartel, sino porque, como buenos escritores, saben conversar con agudeza y con humor, que son parte del encanto de una buena plática entre amigos. Y el público debe sentirse parte de la tertulia.
Hay que reconocer que Centroamérica Cuenta es uno de los pocos espacios de divulgación y establecimiento de redes de la literatura centroamericana como región cultural. De hecho da continuidad a un trabajo imprescindible y admirable de Ramírez que se remonta a cuando compiló su Antología del cuento centroamericano.

No obstante, la descripción de esta "literatura como espectáculo" no deja de correr ciertos riesgos didácticos y programáticos, que  no hay menos que notar.

Hace propaganda, en efecto, de un tipo de literatura, como ya dije, realista y casi periodística (narración de vida) y que no parece incluir instancias críticas (lo crítico es enviado, al parecer, a ese infecto reino de lo "soporífero"). Para su funcionamiento parece necesario un lector   que siempre parece ver reflejada en el texto su propia vida, por lo que resulta.oportuna aquella vieja idea de Cortázar del "lector-hembra", un lector entusiasmado pero acrítico.

(Esto particularmente parece grave en un país en que los estudios universitarios tienden a expulsar, y han expulsado de hecho a la literatura. La vieja carrera de Arte y Letras que yo empecé a estudiar en los años 80s, por ejemplo, desapareció entre el vendaval del mercado y las "modernizaciones" universitarias que no tienen alma (humanística). Que tenemos en este país y en Centroamérica, varios archivos literarios que estudiar, comprender y situar, es innegable. Que pasemos sobre ellos con aires espectaculares puede ser condenable. Que muchos de los talentos críticos emigren, no es casual)

Por su parte el autor modélico en el manifiesto de Ramirez debe ser entretenido, un as de tertulias grandes, y ya no aquel estratega del oficio que en otras ocasiones el propio S.R. ha propagandizado. Me pregunto si, más allá de la obvia distancia con que se suelen acoger los manifiestos literarios, algunos jóvenes se tomarán en serio eso de ser graciosos en tema literario y en actitud, especie de celebridades en miniatura y potencialidad, tertulianos permanentes y ocurrentes. Tema jocoso que parece para novela de Sergio Ramírez.

Confío, al contrario, en que la índole ideológica de la tertulia será despreciada por el oficio, y que el horizonte significativo del mismo Centroamérica Cuenta superará el dictamen espectacular. Porque, al fin y al cabo, se trata en cierto sentido de una ideología justificativa (en este caso de mercado).

Quizá, por tanto, el tema tenga que ver con el sandinismo. ¿Por qué los sandinistas, de todo matiz y espectro, suelen afirmar con contundencia asuntos que se contradicen en el tiempo? Hoy no no sentamos con los contras, mañana somos los reconciliados. Hoy la propaganda del oficio, mañana la del mercado. Ayer capellán de la Guardia Nacional, hoy Cardenal de la Paz. Hoy el yankee morirá, mañana el Nica-Act. Ayer intelectuales gramscianos, hoy anti-intelectuales.

Quizá sea el sandinismo la ideología más incoherente que ha heredado el archivo de ideologías latinoamericanas. Quizá debe cuidarse el lector de creer algo de lo que dice mi texto, pues yo también soy de origen sandinista.

lunes, marzo 13, 2017

Cuerpo de Saturno

Bajo la evidente influencia de Agamben, de Laclau, de Borges, me da por imaginar una prosa política que ayude a definir de forma polémica, las particularidades que tiene Saturno cuando sobrevuela y llega (o surge de algún volcán?) a suelo nicaragüense. Ese Saturno de la revolución que es invocado aquí o allá.

Recientemente, Pinto Antón plantea la idea que Daniel Ortega y su gobierno son, en efecto, ese Saturno que devora a sus hijos. Se refiere concretamente a Ernesto Cardenal y lo llama "poeta devorado". Ortega, dice Pinto Antón:

Semella outro Saturno devorando a fermosa utopía sandinista e destrozando a fráxil democracia nun indisimulado intento de instaurar unha nova dinastía familiar. 
Cree, sin duda, el comentarista que lo que llama "la utopía sandinista" mora en alguna parte de la trayectoria y la cabeza cana del Poeta.

Hace un poco menos de veinte años Sergio Ramírez de forma aparentemente discreta, invocó asimismo a Saturno, en su memoria de la revolución sandinista titulada Adiós, muchachos. El capítulo 13 (número cabalístico!) de su libro, se titula "Las fauces de Saturno", y cuenta su salida del sandinismo. Su conferencia de prensa de renuncia al FSLN está iluminada por un retrato de Sandino. En ese momento en que, dice la voz confesional:

Saturno me alzaba desde el suelo para meterme entre sus fauces.

¿Sandino frente a Saturno? Sandino, como quería Ernesto Mejía Sánchez, "subiendo glorioso a los Infiernos"? Visto que esas saturnales devoraciones son, en el caso de la clase sandinista gobernante en los 80s, relativamente benignas, no tendrá en suelo patrio Saturno algo de Sandino y viceversa?

Arguyo otra versión de Saturno, que es mucho menos benigna. La que pide, a partir de 1983, a los jóvenes de 18 y 20 años entregar su vida a la revolución, según la reglamentación del servicio militar. Lo que Agamben, sin duda, atribuiría a la biopolítica (pero que dudo si a la poshistoria). En efecto, esos jóvenes cuya vida podía ser ofrecida sin mucho trámite en el altar de la revolución, son la "vida desnuda" que llamaría el italiano. Razón estatal e ideología nacional aliadas para justificar la muerte de los hijos (algunos putativos) de la revolución.

Busco una imagen alegórica que corresponda a aquella idea. Un joven que arrastra por una ciudad del norte de Nicaragua el cadáver de una res destrozada (puede ser en un saco de bramante). La entrega en un pulpería, y en el momento de la transacción se da cuenta que aquella res muerta se ha transformado en un joven, que lo mira melancólico (situación especular),  con un aire de renacimiento y de lejanía.

Una parte importante de la clase política nicaragüense está formada por Saturno. Miembros, órganos, partes de su cuerpo disgregados en corrientes más o menos radicales del sandinismo. Todo conflicto intra-sandinista es también un conflicto intra-burgués, y un proceso corporal saturnino.

El disenso político nacional y sus periódicas componendas no pueden hacerse sin presencia y referencia de ese Cuerpo. Herencia estatal y de poder de la última revolución moderna en los territorios míticos de la historia.


jueves, febrero 02, 2017

Dentro y fuera

Al inicio de su autobiografía, Dentro y fuera del tarro de la basura,  Fritz Perls se refiere a la dicotomía entre “vanidad” y “existencia auténtica”:

“Como seres biológicos somos animales; como seres sociales representamos roles y realizamos juegos. Como animales matamos para sobrevivir; como seres sociales matamos por codicia y venganza, para obtener gloria. Como seres biológicos llevamos una vida relacionada y cimentada en la naturaleza; como seres sociales llevamos una existencia “como si” (Vaihinger: Philosophy of “as is”), en la que hay una confusión considerable entre la realidad, la fantasía y el fingir. Para el hombre de hoy el asunto se reduce a la diferencia (y muy a menudo la incompatibilidad) entre auto-actualización y auto-concepto o actualización de la auto-imagen.” (12)

Perls relaciona la auto-actualización con lo que los seres o sistemas serían en sí, su potencialidad o realización. Sin embargo, como se ve, su dicotomía está bastante falseada, y es frágil. Separar lo biológico de lo social no puede ser una operación tan simplista, pues toda actualización (de un sistema o un ser) pasa necesariamente por lo social (los orbes ideológicos y culturales sirven quizá como amalgamas más o menos politizadas entre tales órdenes separados). No hay auto-actualización separada del poder (o la política).

Tiendo a pensar, por tanto, negativamente, que la plena actualización (aparte de instancias más o menos “interiores” o fenómenos místicos como expresiones ante todo escriturarias) no se da sino como idea o paradigma. Podría llamarse, incluso, utopía.

Es curioso que la división que plantea Perls pueda proyectarse en la conocida dicotomía establecida por Agamben entre una vida biológica (zoe) y una vida política (bios), en cierto sentido la última dominante y represora de la otra. Sin pretender reducir a Agamben a esta interpretación tan ligera, es notable que el problema que Perls (y la psicología popular) plantea es “real”.

Sin embargo, en las versiones más o menos “existenciales” de la filosofía, en la psicología popular, en la ola “zen” y “budista” ocurre cierta burda identificación “transcendental” a través del sujeto (su respiración universalizada). El Maharishi que aconseja y adormece a sus súbditos, y termina confundiendo las témporas con lo universal. (Leí también el libro de D. Lynch sobre “meditación trascendental”, poco interesante como justificación del meditar, más interesante como testimonio de gran cineasta, pero en general no muy notable por su escritura.)

Son, pues, según creo, ilusiones que se representan bien en ese tipo de autobiografía que giran en torno a modelos de psicología masiva, merodeando entre la auto-ayuda y el new age, y marcados por la época hippie. (Se podría mencionar, como otro ejemplo, La danza de la realidad del cineasta Alejandro Jodorovsky.)

No creo, sin embargo, que sean simplemente lecturas detestables o que deban ser expurgadas. Todo lo contrario: creo que hay arte y contexto en ellas, por lo general mal trabajado si es que se ve desde el punto de vista literario. Creo que son verdaderas en cuanto arman respuestas provisionales (sin bien mal situadas, como creo) y sintomáticas.

Un asunto curioso es que la edición de la obra de Perls es chilena, y de 1975. Siempre me ha llamado la atención cómo, a la par de un funesto destino político (la dictadura en un punto culminante, los desaparecidos, la destrucción de la izquierda y la imposición del neoliberalismo) hay órdenes que siguieron “con toda normalidad” desarrollándose. Casos de la música popular (Hernaldo Zúñiga cantautor nicaragüense cantó en el Festival de Viña del Mar en 1974, a pocos meses del golpe), o casos de edición de textos como el de Perls.

¿Adormecían? ¿Consolaban? ¿Formaban parte del sistema?

¿Quizá había un fervor chileno por la psicología de Perls? En Estrella distante, Roberto Bolaño refiere a una edición en francés de un libro del psiquiatra Perls:

“A veces, cuando pienso en Stein y en Soto no puedo evitar pensar también en Lorenzo. A veces creo que Lorenzo fue mejor poeta que Stein y Soto. Pero usualmente cuando pienso en ellos los veo juntos.
Aunque lo único que los une fue la circunstancia de nacer en Chile. Y un libro que tal vez leyó Stein, que seguro leyó Soto (habla de él en un largo artículo sobre el exilio y la errancia publicado en México) y que también leyó, entusiasta como casi siempre que leía algo (¿cómo daba vuelta las hojas?: ¡con la lengua, como deberíamos hacerlo todos!), Lorenzo. El libro se titula Ma gestalt-thérapie y su autor es el doctor Frederick Perls, psiquiatra, fugitivo de la Alemania nazi y vagabundo por tres continentes. En España, que yo sepa, no se ha traducido.”

Es decir, que estos personajes de Bolaño lo que leen es la versión francesa del libro traducido al español en Chile. ¿Un guiño de la poesía al orden liviano del new age? ¿Un caso de “inconsciente político” de la terapia gestalt?

viernes, enero 27, 2017

Monograma

Ya vino el pájaro monocorde

Al cerezo urbano y a la breve madrugada

Canta en contra de los nidos encendidos del amor de los otros pájaros

Los gregarios--él se cree solitario pero sólo es una pinta de

Pájaro monótono en sus plumas de un solo trazo y un solo color

Es aquel mismo pájaro estalinista del otro

Con el alfiler en la mano

El pájaro separador de libros que trajo la espada y no la paz

Con su nácar, sin embargo, y su monograma

El pájaro del secreto sexual de cada amanecer

Cuando se abre una brecha luminosa en la textura propia.

miércoles, enero 25, 2017

En la cueva de un solitario

Es inevitable que en todo discurso heterodoxo se cuele una instancia, un resto institucional. ¿Es inevitable?

 Leo en Vida en el amor de Ernesto Cardenal un amor desemejante y radical: el amor de los místicos. Pienso en el catálogo de De Certeau, y en el amparo de Merton.

Pero no deja de haber capítulos en que la juventud acude al matrimonio, y en que este matrimonio acaba por reivindicar a la Iglesia.

El recuerdo disciplinario y fascista con que los letrados vanguardistas asumen el catolicismo en Nicaragua es proyectado, en cierto sentido, en esta concepción poco heterodoxa. Dice Cardenal:

"en la cueva de un solitario está presente toda la Iglesia militante, purgante y triunfante"

Estas frases, que hubiesen quizá complacido al mismísimo Wojtyla, indica que la heterodoxia, como el barrilete, es sostenida, a veces, por vieja mano.

A veces parece impensable el sujeto sin institución.

sábado, diciembre 10, 2016

Fábula asiática


Cuando uno compra un Rey Rosa editado por Alfaguara, es publicitariamente recibido por Roberto Bolaño en solapas y contraportadas. Dice Bolaño, el publicista, que Rey Rosa es el mejor de su generación. Junto a Bolaño, hay toda una serie de recomendaciones más, sobre todo de medios españoles (Babelia, El País, etc.) y autores internacionales. La solapa sirve también para detallar la carrera, y obra publicada (sobre todo por Alfaguara) del guatemalteco. En resumen: Bolaño nos corteja para comprar el producto mientras los peritextos nos convencen de la internacionalidad y prestigio del autor. (Hago notar esto porque también hay circulación de Rey Rosa en editoriales de origen centroamericano, y de consumo “interno”; siempre es bueno mantener esa tensión entre circulación y recepción “provinciana” y consagración internacional.)

Se diría que Rey Rosa es el mejor novelista centroamericano de la actualidad. Por los temas amplios que ha abordado y por su capacidad de “deslocalizarse” frente a los expedientes identitarios e insertarse en la globalización, resulta mucho más dúctil y moderno que Sergio Ramírez. Por la calidad de su prosa (que no elude la simbolización poética) y virtuosismo narrativo (con gran apoyo en el uso de elipsis y silencios) resulta mucho más significativo que Horacio Castellanos Moya.


En Fábula asiática (2016) tanto su internacionalización como sus mejores cualidades de narrador parecen contemplarse desde una mirada auto-irónica, y quizá secretamente desesperada. (La autoironía es una característica de Rey Rosa y sus obras, por ejemplo cuando enfrentó la realidad biopolítica guatemalteca en El material humano.) Esa especie de doble del autor, Rubirosa en Fábula asiática (se entiende el juego con el nombre), escritor de origen mexicano, ingresará a una especie de jet set internacional de radicales que buscan una suerte de eutanasia del mundo, o una desactivación parcial de las comunicaciones que retarde la decadencia mundial.


Se trata, por supuesto, de una novela distópica que coquetea con la ciencia ficción. Reinstala, además, en intención o alegóricamente, las preocupaciones en torno a las relaciones entre ciencia y novela. ¿Puede una novela tener estatus científico? Esta pregunta ha sido respondida diversamente por autores tan disímiles como Houellebecq, Sebald o Pamuk, y más cercana y contemporáneamente por Pedro Cabiya.


Rey Rosa afila el enfoque sobre las interrelaciones entre ciencia, poder, terrorismo y mercado del arte, en un estado postcontemporáneo del mundo en que ciertas élites liberales o radicales, podrían unirse en una utopía salvadora (frente al problema de las migraciones desde el sur, esa orilla africana o asiática). Este horizonte post-nacional no deja de ser aterrador, y ahí es donde colindan utopía y destrucción. (Uno de tantos códigos narrativos que Rey Rosa integra en la novela es Gravity, la conocida película de Alfonso Cuarón. Me pregunto si el origen mexicano de Cuarón y su estrellato internacional no son parcialmente ironizados en la figura del mexicano Rubirosa.)


No obstante su borde distópico, el planteamiento inicial de Fábula asiática no aparenta la frivolización narrativa que alguien podría suponer de mi descripción. En 2015, Alfaguara publicó Tres novelas exóticas, que incluye la novela que es quizá el mejor logro literario de Rey Rosa: La orilla africana (1999). Su calificación de novela exótica es sugerente del pródigo filón orientalista de la literatura del guatemalteco, tocado sobre todo por la vida en Tánger y su conocida vinculación con (la literatura de) Paul Bowles. Si bien “orientalista” podría tener un deje peyorativo, en este caso reviste una compleja relación cosmopolita, e incluso de relación sur-sur o entre expedientes coloniales, que relativiza la dominante estudiada por Edward Saíd. (Sobre este aspecto, remito a las lecturas de la obra de Rey Rosa que ha hecho Alexandra Ortiz, por ejemplo, “Literaturas sin residencia fija: poéticas del movimiento en la novelística centroamericana contemporánea”, Revista Iberoamericana No. 242).


En Fábula asiática la distopía se ve incrustada en el archivo exótico. Cuando se piensa la ciencia en esta novela, con algunos de sus tópicos popularizados por los medios (por ejemplo, la del genio científico), el foco se desplaza hacia el sur (Marruecos, Grecia, Guatemala, México) sin perder la relación con los centros tecno-científicos (la NASA, el Silicon Valley, ¿Hollywood?). Estos vínculos apuntan a una relación potencialmente destructiva o potencialmente salvadora; esa indecisión es lo que ofrece al lector un rescoldo de desesperación, que suponemos ha sufrido el autor también.


La incrustación de la distopía en la narración más o menos orientalista (que en cierto sentido ya se presentía en La orilla africana), deja la sensación que uno ha comenzado a leer una versión actualizada de aquella otra novela (La orilla africana) y que algunos de sus presupuestos han entrado en crisis. Me parece que principalmente está en cuestión o en discusión en la novela, la función estética de la obra de arte en general. Queda indicado el poder biopolítico de lo que potencialmente es hoy obra artística, sobre todo, para el caso de un novelista, la cuestión de la narración de/sobre los otros. Con qué ética acercarse a esos otros, y cómo imaginar futuro junto a ellos. Esta crisis de representación está circundada por un mundo borgeano, específicamente el de “El Aleph”, que extiende sus tentáculos en el presente a través de la tecnología y la ciencia, las redes, los satélites y los drones.


P.S. Aquí una versión más larga de esta reseña.

jueves, diciembre 08, 2016

Del común

"Nadie sabe qué cosa es el comunismo" S.R.

Miraba al Anónimo que cargaba con su herida narcisista

La triza del yo-chingaste (como sustantivo): bazofia ontológica

Miraba el Delta en el mapa, los ríos innumerables que cantaban

No hay común, no hay común

Lentas procesiones en el río. Rostros que esperaban: en el río

Tránsito espaciado: a la coma, a la fotografía

Oh pequeño Wagner que circundas (la procesión en el río avanzaba: el rostro

Insaciable porque no se cansa la oreja de oír y el ojo de ver).

No hay común--como aquellos cómicos (aquel único cómico o trovador)

que aparece en Andrei Rubliov

Esta noche ha amanecido en 1970, con ecos.

Del áspero romero


“Del áspero romero  azules flores” P.B.J.

Recuerdo a mi madre con versos que ella no conoce.
La época de los versos, perdida.
El jardín y el verso frente a frente como en un dilema o un duelo.
En la feria, el declive y el corte filoso del verso.

Un tango que pasa, breve, por una cabeza.

Una golondrina en nubes espesas.

La lucha de la luna por brillar en un punto de  la noche.

Pero sobre todo Jardines Descuidados del Trópico.

Tierra raída del verano que espera.

Dalias profundas, nocturnas y ásperas.

domingo, octubre 16, 2016

Saber quién es uno

para leerse con énfasis radiofónico

Llegamos al día de la muerte de Prince, y yo pensaba en mi biblioteca separada, soldada en el recuerdo, particular y condensada, como Nube del Trópico que pasa, como aviones sobre la escuela, que ven por separado una sola topografía de llanura milimétrica. Turistas españoles entrando en la humedad de La Habana, y un sola revista esperando en la infinita paciencia del tiempo.

Llegamos al día de la muerte de Bowie, y un hombre golpeaba de manera despiadada a un viejo (el viejo estaba borracho y no se defendía) La calle era Líbano, al sur de Ñuñoa, más allá de la rotonda Araya. Yo corría sobre la pista de las bicicletas y era el amanecer del domingo.

Llegamos al día de la muerte de Lennon y yo estaba escuchando Radio Sandino y el locutor dijo que habían disparado. La escena recordaba el cine de los 70s, hasta un poco antes de la irrupción manierista de Martin Scorsese. El patrimonio Kodak era nuestra subconsciencia. Años después tuve que ir a la Mansión gótica a ver el escenario del crimen. Me alejé por Central Park como quien se desangra.

miércoles, octubre 05, 2016

La noche de la juventud

Recuerdo músicas que escuchaba a los 18 años

Vívidos declives

Maderas últimas en un mar profundo.

La noche de la juventud

Amanece en paisajes siderales

(recuerdo músicas que escuchaba en Radio Universidad de Costa Rica

Mi madre planchaba el uniforme militar)

El niño efrainista a la ventana del sueño

Se asomaba

Recitaba de memoria

Era la hora de despertar

Quedaban siempre cinco minutos para salir

La sábana era el último vientre


Merodeo en el Valle


s.z.
La dama llega esta noche a la hacienda remota de los heliotropos

Huele la noche a huelenoche: el radar entero del chacal, la lechuza diminuta llamada cocoroca y el zorro meón

La bujía colgando y abriendo el escenario del dintel

--llega, digo, en primera persona: atareada por la Novela sobre la huella pulcra de la Lírica--

El roble educado montado sobre nubes de lodo

martes, agosto 30, 2016

Yo no sé qué me pasó

Una de mis canciones favoritas, de entre tantas de Juan Gabriel, es "Yo no sé qué me pasó".

Me gusta su parentela con "Starting Over" de John Lennon (una progresión de acordes que, por el lado del pop anglo, se remonta a Roy Orbison, y sin duda mucho más atrás).

Además, su claridad melódica remite a lo mejor del bolero, a  los grandes "standars" Tip Pan Alley,  y el uso de algunos acordes en séptimas me recuerda algo de Stevie Wonder (cierta conexión Motown, o quizá con la nueva trova cubana).

Todo esto me dice que Juan Gabriel tenía una sensibilidad artística extraordinaria y plural. Era un transculturador.

("Yo no sé qué me pasó" aparece en el que quizá sea el mejor álbum de estudio de Juan Gabriel: Pensamientos, de 1986.)

Por otra parte, la letra de "Yo no sé qué me pasó" plantea el recurrido caso melodramático de la traición amorosa (el tema de Juan Gabriel), y la queja del despechado. Pero el motivo está atemperado por una elipsis significativa: la víctima parece victimario; el dañado casi calla el daño en la reflexión universal ("para acabar con las traiciones").

Durante los años 1980s Carlos Monsivais enseñó una forma de escuchar y ver a Juan Gabriel. El riesgo de su acercamiento es un cierto aire "camp". Verlo desde arriba, en fin, como un espectáculo de los de abajo.

Pero no hay arriba/abajo en las epifanías: Juan Gabriel habrá traído epifanías profanas a las multitudes que son también epifanías personales.


miércoles, junio 08, 2016

Teatro generalizado

Voy a leer al parque. Es el calor. Llevo El Cristo de la rue Jacob y otros textos de Severo Sarduy. Leo a saltos (o a asaltos). Imagino que subrayo algunas frases. Esta, por ejemplo: “Europa es un museo generalizado, como el de Oklahoma un teatro generalizado para Kafka” (pág. 82). Veo clavado en el aire el aire de América, la edición Nueva Nicaragua que leí allá por 1987. Quizá rememoré muchas veces ese libro pero quizá nunca desde entonces la secuencia del teatro generalizado de Oklahoma. De hecho cuando Sarduy suelta la metáfora voy antes en rápido y desperdigado salto a chocar antes (en el aire, en la luz del atardecer) con secuencias de películas de Robert Altman: teatro generalizado, estadounidense. Ah sí, Kafka como Chaplin se traslada a América: inaugura un cine.

La ola de calor se abate sobre el parque. Es un atardecer difícil en que se busca la sombra. El aire no corre. Algunas espirales de polvo soplan y crecen en formas más o menos enanas o medianas. Palomas que son ratas y tienen curiosidad. Pero no soy el lector loco que alimenta las palomas. Me ciño a la sombra o lo que se marca de ella en la banca del parque. Veo con curiosidad a los perros.

Los obispos


No practico el fetichismo necrológico. Las sábanas

De Darío en el Museo de León me dejan frío--frío como la muerte.

Las catedrales tienen al fondo, en Santiago o La Habana, cementerios

De obispos: el frío no transcurre en aquel encierro de las momias

De niño aprendí a temer a Las momias de Guanajuato en el Teatro González

Me dejan frío y sin compasión las fotos de escritores--qué oficio inútil, señor Mordzinski.

Sueño a veces con aquella mansión sobre la colina que menciona

Van Morrison en una canción y que yo imagino como aquella en que P.P.P. filmó Saló.

No practico el fetichismo necrológico pero esta vez, aprovechando

Un breve viaje a NY tenía que pasar por la acera del Edificio Dakota en la calle 72,

Con sus quimeras de hierro adheridas todavía. Hacía calor y compré una botella de

Agua en una tienda pequeña que atendía un muchacho asiático-americano. Crucé en

La esquina hacia Central Park. No quise ver los otros fetichismos, los paseos ciegos

Por Strawberry Fields. Sólo el vértigo. Los obispos avanzaban en fila fielmente

Hacia el Edificio conversando en el frío.

viernes, abril 22, 2016

Quién? Prince?

"Quién? Prince? Ese flacucho cogemadre con la Voz Alta?"

Hubiera querido que Prince envejeciera como blusero o rocanrolero del estilo de Chuck Berry o Little Richard, tocando para pocos y medio olvidado por la industria (y casi secretamente fundamental). Por desgracia no ha sido así. (Entre tantos estilos y modos que frecuentó con acierto, el del blues resulta notable: "God", "Joy in repetition", "Purple rain" no ocultan aquella fuente madre.)

Si bien en los últimos años parecía haber refinado las capacidades bluseras de su guitarra, su rango de creatividad en los diferentes estilos seguía intacto. Era, sin embargo, difícil seguirle el paso (como siempre). La prisa en él era la multiplicidad. Mentalmente quise ordenar muchas veces en qué estilos resultaba imprescindible Prince. Llegaba a listas en hipotético orden de intensidad,como la siguiente:
1. Funk
2.Soul
3.Pop
4. Blues
5. Rock
6. Jazz

Aunque casi siempre estos estilos aparecían mezclados y marcados por lo que en el lenguaje culturalista se llama "crossover": el intento (el deseo) de ampliar la exclusividad de un público y de un género. Fue Ray Charles quizá el primero, entre los grandes múiscos afroamericanos en señalar ese derrotero impuro.

La profunda conciencia de estos entrecruces llevó a Prince a ser un gran fundador de bandas. Las más famosas "The revolution", durante la era Purple Rain, y la "New Power Generation" (iniciando la gran época de  fines de los 80s e inicios de los 90s). Prince tomó del funk lo que se puede llamar performatividad democrática, como puede verse en el excelente filme Sign´O´the Times, en donde llega al colmo la integralidad de la banda, la participación, se podría decir, ampliada del grupo, la distribución de tareas y acentos. Más cercano en ese sentido a las actuaciones de las bandas de salsa (y cuando digo esto pienso en Los Van Van y en Juan Formell) que de las del populismo narcisista del rock heavy metal.

Del funk (y del blues) tomó también Prince la preferencia por la mala palabra y la escenficación de lo sexual, en canciones y escenarios. Pero, como en otros casos, lo prodigó e hizo variar: orgasmos dentro canciones ("Do me, baby"), casos de poliamor y ambigüedad genérica ("If I was your girlfriend"), misticismo erótico (el álbum "Lovesexy"). En los últimos años, debido quizá a su fe como testigo de Jehová, disminuyó ese lenguaje directo. Aunque, no se puede dejar de mencionar que ese arrebato religioso también tuvo buenos resultados artísticos (el álbum "Rainbow children", por ejemplo).

 En cierto sentido, Prince fue también lo mejor que le pasó al rock en español. Su estilo de producción y su actitud marcó al Charly García de los 1980s, y herederos. De forma directa o indirecta, pues todos fuimos influenciados por aquel hombre multiinstrumentista de Minnesota.

El gran sentido autoirónico de Prince es notable. Como aquella canción en que hace como que se pregunta a sí mismo por Prince: "Quíén? Prince? Ese flacucho cogemadre con la  Voz Alta?" Quizá estaba orgulloso más que nada de su falsetto (ver su cover de "Betcha by Golly Wow"), en la alta tradición de Smokey Robinson.

Como notaron los fans, la canción "Algunas veces cae nieve en abril" adquirió un sentido profético. Prince es aquel amigo remoto que muere al entrar la primavera.