En la puerta de la escuela de una provincia remota de Nicaragua alguien vende fotos borrosas de Kaká a los niños de cuarto y quinto grado.
(Tendría que saber de pragmática para distinguir esta publicidad voceada, y la contraposición de este producto "masculino" (la foto del pendejo jugador) con el "femenino" que también está en oferta: fotos de Laura Natalia Esquivel)
En la "punta de plancha" (el ángulo que hace una manzana triangular muy alargada, en el que debería haber un monumento, una virgen con la cabeza cortada) de un barrio pobre de Jinotepe--una esquina oscura ya al atardecer--unos muchachos informan a gritos que el Manchester ganó el juego.
La globalización como gran narración egocéntrica y heroica servida en las laderas oscuras de la posmodernidad.
lunes, mayo 26, 2008
viernes, mayo 23, 2008
Últimos acompañantes
La jovencita obesa, estudiante universitaria que sacaba donas milagrosamente de su bolso, y se las comía.
La muchacha distraída con una jaula de canarios en el regazo--muy distraída, masticando yuca frita--, y el marido gordo que la aconsejaba cómo tratar a los pájaros. (Era él quien de verdad los amaba, él quien de verdad sabía y tenía que enseñarle a ella--pero ella seguía distraída, después, dormida).
La muchacha del sueter que hablaba casi en secreto en el móvil. Alguien la esperaba en algún lugar. Alguien se movía para traerla. Ella susurraba. En el km. 16 optaba por ponerse el sueter temiendo el frío (pero mayo es puro calor húmedo).
(Por cierto, la neblina ha vuelto.)
La muchacha distraída con una jaula de canarios en el regazo--muy distraída, masticando yuca frita--, y el marido gordo que la aconsejaba cómo tratar a los pájaros. (Era él quien de verdad los amaba, él quien de verdad sabía y tenía que enseñarle a ella--pero ella seguía distraída, después, dormida).
La muchacha del sueter que hablaba casi en secreto en el móvil. Alguien la esperaba en algún lugar. Alguien se movía para traerla. Ella susurraba. En el km. 16 optaba por ponerse el sueter temiendo el frío (pero mayo es puro calor húmedo).
(Por cierto, la neblina ha vuelto.)
jueves, mayo 15, 2008
Estética del blog
El blog en altamar, aunque altamar exhiba un copyright.
El blog sin respaldo de un medio.
La entrada no para ser publicada en la página de opinión sino cercada por su propia incertidumbre (entre el anonimato y la botellalmar).
La entrada no como cuento ni como artículo de opinión ni, mucho menos, como poema.
Esto que no irá al periódico ni al suplemento.
El blog no como sustituto.
La entrada como una ardorosa púa en el pie: la púa de la escritura, el pie de la letra.
La voz antes de ser "ciudadana" o cualquiera de esas mierdas baratas que venden los medios.
El ego domado en el mar.
La distancia material y necesaria entre la voz y la subjetividad.
El ego múltiple.
La sexualidad de la letra que navega.
El blog sin respaldo de un medio.
La entrada no para ser publicada en la página de opinión sino cercada por su propia incertidumbre (entre el anonimato y la botellalmar).
La entrada no como cuento ni como artículo de opinión ni, mucho menos, como poema.
Esto que no irá al periódico ni al suplemento.
El blog no como sustituto.
La entrada como una ardorosa púa en el pie: la púa de la escritura, el pie de la letra.
La voz antes de ser "ciudadana" o cualquiera de esas mierdas baratas que venden los medios.
El ego domado en el mar.
La distancia material y necesaria entre la voz y la subjetividad.
El ego múltiple.
La sexualidad de la letra que navega.
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martes, mayo 13, 2008
Excepto por los muertos
Ya que Lana se pistoleaba de manera escandalosa su cabellera victoriosa, decidí revisar su biblioteca. Gioconda Belli completa junto a la mitad de Saramago. Por supuesto, la edición de aniversario de Cien años de soledad: era una cursilería comprarla, era horror precipitarse a comprarla, era atroz ostentarla de la manera que Lana lo hacía. Me sorprendí: el Retrato del artista adolescente, quizá Lana después de todo… Rayuela. Rayuela marcada en los capítulos más cursis: Beso tu boca, etc. Costumbres de la Maga: coleccionar hojitas, postales, quejarse de la música de Haydn. ¿Qué pasó en la literatura latinoamericana entre 1963 y 1971? Luego, muchos poetas nicaragüenses, especialmente los de los años 1960s, equivalentes patrios—guardando las debidas distancias—de los Beatles. Volúmenes rotundos, gruesos e inútiles. Me repetí el epigrama que el poeta joven me había soplado:
En el área de poetisas brillaba la nueva revelación: Laura Sotelo. Uno ve divanes en esta poesía, cabelleras de mujer precipitadas en actos de felación. No es un sentimiento despreciable. Comencé a contar las veces que mencionaba, sin citar, a Virginia Woolf. Uno, dos, tres…. Lana terminaba de pistolearse y recibía una llamada en su celular. Era Gonzalo O. Jeremías. Servicio Militar en la Tercera Zona Militar, como ayudante político. Su responsabilidad principal era seleccionar los editoriales y artículos de opinión de Barricada que iban a servir para la concientización política en todas las zonas de guerra. Asimismo, la organización de los actos político-culturales, en los que siempre se otorgaba a sí mismo un papel para danzar en tono alegórico: Sandino era una luz, la patria era una estrella, etc. Ahora, viviendo sus cuarenta, se dedicaba al chisme esmerado y el estado vegetativo. Gozalo O. Jeremías era fan de los Beatles, motivo de más para odiarlo. La Juventud Sandinista aún está viva: demacrada, adulta, arrugada pero siempre oportunista, le dije yo a Lana. Gonzalo no es orteguista, querido, me aclaró Lana. Pero es fan de los Beatles, no querida?
Excepto por los muertos (Rugama y Morales)
Todos están muertos.
En el área de poetisas brillaba la nueva revelación: Laura Sotelo. Uno ve divanes en esta poesía, cabelleras de mujer precipitadas en actos de felación. No es un sentimiento despreciable. Comencé a contar las veces que mencionaba, sin citar, a Virginia Woolf. Uno, dos, tres…. Lana terminaba de pistolearse y recibía una llamada en su celular. Era Gonzalo O. Jeremías. Servicio Militar en la Tercera Zona Militar, como ayudante político. Su responsabilidad principal era seleccionar los editoriales y artículos de opinión de Barricada que iban a servir para la concientización política en todas las zonas de guerra. Asimismo, la organización de los actos político-culturales, en los que siempre se otorgaba a sí mismo un papel para danzar en tono alegórico: Sandino era una luz, la patria era una estrella, etc. Ahora, viviendo sus cuarenta, se dedicaba al chisme esmerado y el estado vegetativo. Gozalo O. Jeremías era fan de los Beatles, motivo de más para odiarlo. La Juventud Sandinista aún está viva: demacrada, adulta, arrugada pero siempre oportunista, le dije yo a Lana. Gonzalo no es orteguista, querido, me aclaró Lana. Pero es fan de los Beatles, no querida?
viernes, abril 25, 2008
Los Beatles en el Teatro Nacional
Lana Jicote me invitaba al concierto de gala en el Teatro Nacional donde una orquesta interpretaría The Best of The Beatles, especialmente su doble A favorito Penny/Strawberry. O al revés.
Los Beatles están fuera de paila, le respondí. Y será para morir de vergüenza ver al Teatro Nacional haciendo la caricatura del Albert Hall. Los Beatles están demodé. ¿Sabés vos lo que pasaba entre 1966 y 1971 cuando los de Liverpool componían baladitas?
Lana Jicote no lo sabía. Pero se sabía la letra de "The Inner Light". (Es que la ola del Maharishi había pegado fuerte en la costa oeste de Nicaragua. Los intelectuales que se preciaran hablaban de zen, de Oriente y la armonía universal. Era como si nunca hubiéramos salido del prólogo a El reino de este mundo.)
Lana tenía que pistolearse el pelo. Eso impediría que yo prosiguiera con mi lección sobre qué pasó en la música pop entre 1966 y 1971. Lana había respondido entusiasmada: la separación de Los Beatles por las malas artes de la bruja de Yoko Ono. Yoko Ono, sin embargo, no era beatle y era más culta e inteligente que los cuatro, le dije yo. (Un resquemor subconsciente me ganó: “culto e inteligente” llama Ernesto Cardenal a Sandino. Era una asociación perturbadora.) El ruido diluviano de la pistola de estremecerse el pelo ocultó mi última idea.
Continuará.....
cuentos
Beatles
Managua
Los Beatles están fuera de paila, le respondí. Y será para morir de vergüenza ver al Teatro Nacional haciendo la caricatura del Albert Hall. Los Beatles están demodé. ¿Sabés vos lo que pasaba entre 1966 y 1971 cuando los de Liverpool componían baladitas?
Lana Jicote no lo sabía. Pero se sabía la letra de "The Inner Light". (Es que la ola del Maharishi había pegado fuerte en la costa oeste de Nicaragua. Los intelectuales que se preciaran hablaban de zen, de Oriente y la armonía universal. Era como si nunca hubiéramos salido del prólogo a El reino de este mundo.)
Lana tenía que pistolearse el pelo. Eso impediría que yo prosiguiera con mi lección sobre qué pasó en la música pop entre 1966 y 1971. Lana había respondido entusiasmada: la separación de Los Beatles por las malas artes de la bruja de Yoko Ono. Yoko Ono, sin embargo, no era beatle y era más culta e inteligente que los cuatro, le dije yo. (Un resquemor subconsciente me ganó: “culto e inteligente” llama Ernesto Cardenal a Sandino. Era una asociación perturbadora.) El ruido diluviano de la pistola de estremecerse el pelo ocultó mi última idea.
Continuará.....
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lunes, abril 21, 2008
En Nicaragua predomina la poética simbólica
Revisando un viejo libro de español para estudiantes de sétimo grado, del tiempo de la revolución, encuentro la siguiente receta de estilística:
Estoy básicamente en desacuerdo con esta descripción. Y a la vez creo que es todavía (20 años después de finalizada la revolución) predominante entre círculos de poetas.
Los "dos rasgos" de la palabra deberían ser (son desde el estructuralismo) el significado y el significante (que sobrepasa la parte "sonora" de las palabras, para ser algo más extensamente material, de la misma manera que el significado no está vinculado a una certeza semántica).
La subjetividad, por otra parte, no tiene que ver necesariamente con la vida personal.
Hay subjetividades deslocalizadas. (De grupos, de clases, de épocas.)
Esa confusión del significante con la sonoridad, de las palabras con las cosas y de la subjetividad con la vida personal es el catecismo del poeta o la poetisa como héroe/heroina civil.
¿Y si lo que escribes es algo que penetra silenciosa, inesperada, inconscientemente la materialidad social? ¿De que te sirve la bella sonoridad? (¿No es, en ese caso, la sonoridad un burdo intento de retener para la lógica lo que no es lógico?)
¿Y si la subjetividad que escribes y que vos creés personal es la de tu grupo, tu clase, tu época?
Iniciar estos cuestionamientos toma tiempo. Los poetas jóvenes todavía pelean contra los fantasmas asociados a un nombre, una sonoridad y una vida personal. Es el juego que han planteado (y en el que han ganado) los más viejos.
poesía
Nicaragua
poetas
1. La poesía pone atención a los dos rasgos principales de las palabras: la sonoridad y la semántica, es decir, sonido y significado.
2. En la poesía predomina la subjetividad (y era fácil deducir que en este caso se entendía por subjetividad la vida personal).
Estoy básicamente en desacuerdo con esta descripción. Y a la vez creo que es todavía (20 años después de finalizada la revolución) predominante entre círculos de poetas.
Los "dos rasgos" de la palabra deberían ser (son desde el estructuralismo) el significado y el significante (que sobrepasa la parte "sonora" de las palabras, para ser algo más extensamente material, de la misma manera que el significado no está vinculado a una certeza semántica).
La subjetividad, por otra parte, no tiene que ver necesariamente con la vida personal.
Hay subjetividades deslocalizadas. (De grupos, de clases, de épocas.)
Esa confusión del significante con la sonoridad, de las palabras con las cosas y de la subjetividad con la vida personal es el catecismo del poeta o la poetisa como héroe/heroina civil.
¿Y si lo que escribes es algo que penetra silenciosa, inesperada, inconscientemente la materialidad social? ¿De que te sirve la bella sonoridad? (¿No es, en ese caso, la sonoridad un burdo intento de retener para la lógica lo que no es lógico?)
¿Y si la subjetividad que escribes y que vos creés personal es la de tu grupo, tu clase, tu época?
Iniciar estos cuestionamientos toma tiempo. Los poetas jóvenes todavía pelean contra los fantasmas asociados a un nombre, una sonoridad y una vida personal. Es el juego que han planteado (y en el que han ganado) los más viejos.
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viernes, abril 18, 2008
Período Especial
Algunos signos y muestras de aridez.
1. La contemplación de las iguanas en los ladrillos de la gasolinera (estación de El Bramadero, Liberia).
2. El agotamiento de temas para el blog.
3. La necesidad de leer historia de América Latina. (En clases uno nota inmediatamente esos cráteres del conocimiento. Regla: si no lo saben tus alumnos es problable que vos tampoco.)
4. El resguardo temeroso de los archivos. (Archivos del blog, archivos de la memoria, diarios íntimos: todo debe ser militarizado.)
5. Alguna voluntad redundante de ver melodramas por T.V. (Triunfará la chica abandonada luego de su violento divorcio con hijos mediando sus estudios de enfermería y el aparecimiento de un nuevo novio?).
6. La certeza de que vos tampoco sabés nada de nada. (Y la certeza contraria: de que vos sabes todo de nada.)
7. La metamorfosis como recurso neurótico. (Cuando Gregorio Samsa etcétera. Kafka más que Proust. Proust más que Joyce.)
8. Abril.
9. Este incompleto decálogo.
diario
vacío
decálogos
1. La contemplación de las iguanas en los ladrillos de la gasolinera (estación de El Bramadero, Liberia).
2. El agotamiento de temas para el blog.
3. La necesidad de leer historia de América Latina. (En clases uno nota inmediatamente esos cráteres del conocimiento. Regla: si no lo saben tus alumnos es problable que vos tampoco.)
4. El resguardo temeroso de los archivos. (Archivos del blog, archivos de la memoria, diarios íntimos: todo debe ser militarizado.)
5. Alguna voluntad redundante de ver melodramas por T.V. (Triunfará la chica abandonada luego de su violento divorcio con hijos mediando sus estudios de enfermería y el aparecimiento de un nuevo novio?).
6. La certeza de que vos tampoco sabés nada de nada. (Y la certeza contraria: de que vos sabes todo de nada.)
7. La metamorfosis como recurso neurótico. (Cuando Gregorio Samsa etcétera. Kafka más que Proust. Proust más que Joyce.)
8. Abril.
9. Este incompleto decálogo.
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lunes, abril 07, 2008
Ante los juvenilismos
Mirando desde muy afuera el pleito en el barrio sureño (y afirmo rotundamente que no tengo vela en ese entierro), llego a pensar que lo que hay que reintegrar a los análisis culturales es la perspectiva de clase.
El juvenilismo (la retórica del joven que va a tomar el poder someday) es carente:
1. Supone la homogeneidad de los jóvenes: como sabemos, no es lo mismo ser joven de 19 de clase media que ser joven de 19 y pobre.
2. Es monádico. No sé si esto es una lección posmoderna o qué, pero se argumenta a través de personas-universo, completas en sí mismas junto con sus discursos, sus perros, sus vicios, sus caídas chicas y grandes. Pero la lección debe ser la contraria: discursos, contextos, clases sociales, inexactitudes entre discursos.
3. La madre, el deseo sexual y el lenguaje nos exceden a todos. De nada vale proclamar la individualidad o, en otras palabras, sólo es posible proclamar la individualidad en los términos alegóricos de una herencia benjaminiana.
4. La escritura excede a todos los que se proclaman escritores. De nada vale luchar a brazo partido por la individualidad de nadie.
5. Una cosa diferente es la lucha de clases.
clases
jóvenes
literatura
Nicaragua
El juvenilismo (la retórica del joven que va a tomar el poder someday) es carente:
1. Supone la homogeneidad de los jóvenes: como sabemos, no es lo mismo ser joven de 19 de clase media que ser joven de 19 y pobre.
2. Es monádico. No sé si esto es una lección posmoderna o qué, pero se argumenta a través de personas-universo, completas en sí mismas junto con sus discursos, sus perros, sus vicios, sus caídas chicas y grandes. Pero la lección debe ser la contraria: discursos, contextos, clases sociales, inexactitudes entre discursos.
3. La madre, el deseo sexual y el lenguaje nos exceden a todos. De nada vale proclamar la individualidad o, en otras palabras, sólo es posible proclamar la individualidad en los términos alegóricos de una herencia benjaminiana.
4. La escritura excede a todos los que se proclaman escritores. De nada vale luchar a brazo partido por la individualidad de nadie.
5. Una cosa diferente es la lucha de clases.
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literatura
Nicaragua
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jueves, abril 03, 2008
A quién meterías en la hoguera
Esto resuena bien (o mal) observando el caso de los medios nicaragüenses:
En mi caso sería el tipo de bloguero corporativo (de publicidad, letras o lo que sea).
Y vos ¿a quién meterías en la hoguera?
Digo, como bloguero.
blogs
internet
medios
Nicaragua
"En la hoguera metería a todos los llamados blogs (casi sin excepción) que están bajo el paraguas de un periódico o diario o revista. Lo que antes de ser un blog era una columna y aprovechan el tirón para aparentar ser modernos". 4colors
En mi caso sería el tipo de bloguero corporativo (de publicidad, letras o lo que sea).
Y vos ¿a quién meterías en la hoguera?
Digo, como bloguero.
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jueves, marzo 27, 2008
Así que a tus alumnos no les gustó la lectura
Ponte, entonces, una banderita de HELP antes que comiences a elaborar un consabido concepto.
Y recuerda: la lectura es específica.
El autor vive en una residencial determinada de Managua. (Está la posibilidad de armar una manifestación de protesta frente a su casa.)
Pero, entretanto, hay que hacer algo con el texto. Al menos, en los márgenes del texto.
Entre otras cosas, tienes que aprender a apreciar el rechazo.
Te dice llanamente el alumno: esto no añade nada. Por qué esto no añade nada?
No vayas a justificar las bondades del texto. Es lo que hacen los fanáticos en su etapa iluminada: decir que este texto es la Biblia. Recuerda: la educación es secular.
Aunque esté de moda: no te eches la culpa. El autor vive en una residencial determinada de Managua, etc.
Aprende a apreciar el rechazo: si esto no añade nada es porque:
1. El efecto de aprendizaje ha dejado al texto (a este texto específico) atrás. Felicidades.
(Puedes pensar lo contrario también: este alumno no ha llegado a este texto. O peor: no lo he conducido bien hasta esta lectura. Pero entonces ¿actuarás en consecuencia?)
2. El rechazo es el índice (alto) de comunicación entre el instructor y el alumno. Felicidades.
(Pero puedes pensar justamente lo contrario: la baja demarcación comunicativa con que el alumno ha ido al texto.)
Ponte, entonces, una banderita de HELP antes que comiences a elaborar un consabido concepto.
lectura
pedagogía
enseñanza
Y recuerda: la lectura es específica.
El autor vive en una residencial determinada de Managua. (Está la posibilidad de armar una manifestación de protesta frente a su casa.)
Pero, entretanto, hay que hacer algo con el texto. Al menos, en los márgenes del texto.
Entre otras cosas, tienes que aprender a apreciar el rechazo.
Te dice llanamente el alumno: esto no añade nada. Por qué esto no añade nada?
No vayas a justificar las bondades del texto. Es lo que hacen los fanáticos en su etapa iluminada: decir que este texto es la Biblia. Recuerda: la educación es secular.
Aunque esté de moda: no te eches la culpa. El autor vive en una residencial determinada de Managua, etc.
Aprende a apreciar el rechazo: si esto no añade nada es porque:
1. El efecto de aprendizaje ha dejado al texto (a este texto específico) atrás. Felicidades.
(Puedes pensar lo contrario también: este alumno no ha llegado a este texto. O peor: no lo he conducido bien hasta esta lectura. Pero entonces ¿actuarás en consecuencia?)
2. El rechazo es el índice (alto) de comunicación entre el instructor y el alumno. Felicidades.
(Pero puedes pensar justamente lo contrario: la baja demarcación comunicativa con que el alumno ha ido al texto.)
Ponte, entonces, una banderita de HELP antes que comiences a elaborar un consabido concepto.
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lunes, marzo 24, 2008
El bachatero
(De la serie compañeros de ruta)
Era el hombre de la sonrisa mirando al hombre del rostro huesudo. Un momento en el retrovisor de la camioneta que iba delante pudo ver esa palidez surcada, los dientes metidos precipitadamente en la cara. El hombre que advertía con el rostro de ceniza.
El hombre ligero, bachatero, de risa demasiado en la superficie manejaba un van colectivo Managua-Jinotepe. El hombre pálido conducía por su parte una camioneta MAZDA blanca.
En el empalme de la Panamericana con la carretera a Pochomil algo había demorado al hombre pálido. El hombre pálido y sus acompañantes: una mujer que gesticulaba en el asiento delantero, la sombra de un adolescente atrás, tal vez un empleado o, incluso, un hijo.
El del van manifestó con el claxon ocho, diez veces su entusiasmado malestar. ¿Por qué se demoraba la camioneta de esa manera, dudando entre arrancar y no arrancar, y ocupando espacio? Entusiasmado, el bachatero mostraba la sonrisa. Hay que decir que aquellas dulcetes bachatas estremecían a los pasajeros mientras el chofer emprendía esta batalla de amedrentar al de los huesos en la cara. Y el bachatero sonaba el claxon y lo sonaba para que el pálido perdiera la paciencia. Y la perdió asomando la mano, y en la mano erecto el dedo medio, gesticulación a la que correspondió el del van: bueno, hijueputa.
Pero el de la camioneta tomó la delantera. No iba a dejarse pasar. Tampoco iba a alejarse demasiado. Iba a estar cerca de ese miserable hombre de la sonrisa con sus 17 pasajeros a bordo, sin dejar que lo pasara. De vez en cuando la mujer miraba hacia atrás. Sabía quizá que el de las bachatas sonreía. La silueta delgada del adolescente se quebraba en la distancia y se recomponía en los acercamientos.
Pero el de la sonrisa era blando. Pegado de la camioneta, sin apartarle la vista, no insinuó nunca la posibilidad de aventajar. El de la camioneta bajaba la velocidad, se demoraba con impaciencia. Terminaban los recodos y las vueltas de los kilómetros, 27, 32, 38. La carretera cada vez más recta, pacífica, penetrando en el bosquecito mugre de la zona.
Las bachatas se quejaban en el atardecer. Soplos de viento y palabras vueltas púrpura, violeta, dedos naranja. Alguien moría en la canción. Un muerto hacía un juramento. Alguien volvía y encontraba el paisaje cambiado. Alguien esperaba la sonrisa del bachatero. Los pasajeros observaban cómo iba acercándose el van a la camioneta. Miraban al chofer que miraba la cara huesuda y cenizosa del hombre.
Lo iba a reconocer en cualquier parte. Una cantina. El de la cara huesuda iba a acercarse al bachatero. “Yo no hago amenazas de balde”, diría el uno al otro. El bachatero mostraba la sonrisa otra vez. Se presentía en el aire ya casi oscuro. (Se pasan en este camino varios gallineros malolientes.) El de la bachata miraría la calle y reconocería la camioneta aparcada. La mujer estaría echada en un sofá a largos kilómetros de distancia, en una casa de Diriamba. El hijo, si es que era hijo, esperando una llamada a su celular.
El de la bachata se sentía un poco humillado, comenzaba a ver las señales de tránsito (“las señales del mundo”, diría el pastor de su congregación) como otras tantas muestras de que el mal entraba por señales, sobre todo señales humanas. Señal de correr, de no merodear en la pista, de tomar decisiones. El hombre de la cara huesuda lo miraba fijamente desde el retrovisor. Era una cara por entero reconocible. Todo lugar en el mundo era habitable por esa cara. A veces esa cara traía memoria y venganza.
cuentos
carreteras
Managua
masculinidades
bachatas
Era el hombre de la sonrisa mirando al hombre del rostro huesudo. Un momento en el retrovisor de la camioneta que iba delante pudo ver esa palidez surcada, los dientes metidos precipitadamente en la cara. El hombre que advertía con el rostro de ceniza.
El hombre ligero, bachatero, de risa demasiado en la superficie manejaba un van colectivo Managua-Jinotepe. El hombre pálido conducía por su parte una camioneta MAZDA blanca.
En el empalme de la Panamericana con la carretera a Pochomil algo había demorado al hombre pálido. El hombre pálido y sus acompañantes: una mujer que gesticulaba en el asiento delantero, la sombra de un adolescente atrás, tal vez un empleado o, incluso, un hijo.
El del van manifestó con el claxon ocho, diez veces su entusiasmado malestar. ¿Por qué se demoraba la camioneta de esa manera, dudando entre arrancar y no arrancar, y ocupando espacio? Entusiasmado, el bachatero mostraba la sonrisa. Hay que decir que aquellas dulcetes bachatas estremecían a los pasajeros mientras el chofer emprendía esta batalla de amedrentar al de los huesos en la cara. Y el bachatero sonaba el claxon y lo sonaba para que el pálido perdiera la paciencia. Y la perdió asomando la mano, y en la mano erecto el dedo medio, gesticulación a la que correspondió el del van: bueno, hijueputa.
Pero el de la camioneta tomó la delantera. No iba a dejarse pasar. Tampoco iba a alejarse demasiado. Iba a estar cerca de ese miserable hombre de la sonrisa con sus 17 pasajeros a bordo, sin dejar que lo pasara. De vez en cuando la mujer miraba hacia atrás. Sabía quizá que el de las bachatas sonreía. La silueta delgada del adolescente se quebraba en la distancia y se recomponía en los acercamientos.
Pero el de la sonrisa era blando. Pegado de la camioneta, sin apartarle la vista, no insinuó nunca la posibilidad de aventajar. El de la camioneta bajaba la velocidad, se demoraba con impaciencia. Terminaban los recodos y las vueltas de los kilómetros, 27, 32, 38. La carretera cada vez más recta, pacífica, penetrando en el bosquecito mugre de la zona.
Las bachatas se quejaban en el atardecer. Soplos de viento y palabras vueltas púrpura, violeta, dedos naranja. Alguien moría en la canción. Un muerto hacía un juramento. Alguien volvía y encontraba el paisaje cambiado. Alguien esperaba la sonrisa del bachatero. Los pasajeros observaban cómo iba acercándose el van a la camioneta. Miraban al chofer que miraba la cara huesuda y cenizosa del hombre.
Lo iba a reconocer en cualquier parte. Una cantina. El de la cara huesuda iba a acercarse al bachatero. “Yo no hago amenazas de balde”, diría el uno al otro. El bachatero mostraba la sonrisa otra vez. Se presentía en el aire ya casi oscuro. (Se pasan en este camino varios gallineros malolientes.) El de la bachata miraría la calle y reconocería la camioneta aparcada. La mujer estaría echada en un sofá a largos kilómetros de distancia, en una casa de Diriamba. El hijo, si es que era hijo, esperando una llamada a su celular.
El de la bachata se sentía un poco humillado, comenzaba a ver las señales de tránsito (“las señales del mundo”, diría el pastor de su congregación) como otras tantas muestras de que el mal entraba por señales, sobre todo señales humanas. Señal de correr, de no merodear en la pista, de tomar decisiones. El hombre de la cara huesuda lo miraba fijamente desde el retrovisor. Era una cara por entero reconocible. Todo lugar en el mundo era habitable por esa cara. A veces esa cara traía memoria y venganza.
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lunes, marzo 17, 2008
La lectura también es tecnología
En las Universidades nicaragüenses, y probablemente las de otros países de Centroamérica, se propagandizan unidas la educación participativa y el uso de tecnologías audiovisuales y de información para mejorar la enseñanza.
El entusiasmo es compartible pero advirtiendo siempre: la lectura también es tecnología.
Si se investiga el estado de desarrollo de la educación en el país (o si se quiere “el estado tecnológico” de la educación), hay que considerar como imperativo las habilidades de lectura, comprensión y pensamiento crítico de maestros y estudiantes.
¿Se investiga el desarrollo tecnológico el país? Hay que ver qué pasa con los programas de bibliotecas públicas y bibliotecas escolares.
¿Se considera al libro un bien que debe circular de la manera más expedita entre estudiantes y población en general? Alguien puede venir a decir que ya no se necesitan las bibliotecas porque la red pondrá los textos en las narices del potencial lector. ¿Hay entonces planes de bibliotecas virtuales-populares? (Algo así como lo que se ha hecho en Venezuela con la Biblioteca Ayacucho al poner su inventario on-line).
¿Se quiere decir algo de la relación entre tecnología y economía? Que se vea cuál es la inversión en bibliotecas, y cómo se relaciona el poder adquisitivo de los universitarios (maestros y alumnos) con el precio de los libros. ¿Cuántos libros puede adquirir un profesor horario de una Universidad nicaragüense por el salario parcial que recibe? ¿Cubren las universidades el déficit de libros y lectura?
(Un punto aparte es el estado de las librerías en el país: negocios tantas veces sonsos en que la papelería ahoga a la librería propiamente dicha, hay un ostentoso afán de negocio educativo, y reinan los bestsellers.)
Si no hay un verdadero desarrollo de las tecnologías vinculadas con el libro (creemos que el auge informático complejiza sus posibilidades en cambio de desaparecerlas), se puede incurrir en lo audiovisual sin esencia ni profundidad, en la información “espectacular” pero blanda, en la clase “participativa” pero monocorde y opaca.
Participar en una clase también es una actividad relacionada con esa tecnología que no debemos descuidar: la de la lectura.
lectura
tecnología
educación
pedagogía
El entusiasmo es compartible pero advirtiendo siempre: la lectura también es tecnología.
Si se investiga el estado de desarrollo de la educación en el país (o si se quiere “el estado tecnológico” de la educación), hay que considerar como imperativo las habilidades de lectura, comprensión y pensamiento crítico de maestros y estudiantes.
¿Se investiga el desarrollo tecnológico el país? Hay que ver qué pasa con los programas de bibliotecas públicas y bibliotecas escolares.
¿Se considera al libro un bien que debe circular de la manera más expedita entre estudiantes y población en general? Alguien puede venir a decir que ya no se necesitan las bibliotecas porque la red pondrá los textos en las narices del potencial lector. ¿Hay entonces planes de bibliotecas virtuales-populares? (Algo así como lo que se ha hecho en Venezuela con la Biblioteca Ayacucho al poner su inventario on-line).
¿Se quiere decir algo de la relación entre tecnología y economía? Que se vea cuál es la inversión en bibliotecas, y cómo se relaciona el poder adquisitivo de los universitarios (maestros y alumnos) con el precio de los libros. ¿Cuántos libros puede adquirir un profesor horario de una Universidad nicaragüense por el salario parcial que recibe? ¿Cubren las universidades el déficit de libros y lectura?
(Un punto aparte es el estado de las librerías en el país: negocios tantas veces sonsos en que la papelería ahoga a la librería propiamente dicha, hay un ostentoso afán de negocio educativo, y reinan los bestsellers.)
Si no hay un verdadero desarrollo de las tecnologías vinculadas con el libro (creemos que el auge informático complejiza sus posibilidades en cambio de desaparecerlas), se puede incurrir en lo audiovisual sin esencia ni profundidad, en la información “espectacular” pero blanda, en la clase “participativa” pero monocorde y opaca.
Participar en una clase también es una actividad relacionada con esa tecnología que no debemos descuidar: la de la lectura.
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jueves, marzo 13, 2008
Visitas a Rosibel
Lo llamó Averroes para una crítica de cine semanal. Averroes se llama. Buitrago de apellido. Siempre entran las secretarias en las llamadas, vacilan en el oído, anotan. Los días miércoles. Fresco el parquecito con su idiota y su carrito. Se llama el Niño Solo. El parque, no el idiota. Lo llamó su esposa. ¿Que qué dijo? Estaba en el super, no habían pasas. Pero, en cambio, tiró a lo lejos su dieta.
PRIMERA VISITA
El epílogo lo daba el radio receptor: para los dos hasta el fin del mundo… Me harté de yesos y querubines trompudos enseñándose en las salas hasta que di con el biombo forrado con cartones. Allí estaba el Corazón de Jesús en una versión rojiza. Crucé la sala sin que me vieran: ahí estaba la T.V. enseñoreando y una mujer que sonreía frenética. Llegué al patio y vi las estrellas. Me perdí en las estrellas.
Como en una película de Natassja Kinsky, Rosibel tenía una abuela sorda. No la mamá, que había muerto hacía varios años, sino la abuela. Al fondo había un silvestre jardín descompuesto en loterías de hojas lustrosas y a veces partidas; y trepadoras que se habían posesionado de las bardas. El radio era un celeste Philidor y Los 007 se seguían quejando: detén la noche para los dos… Palacios hacía gracias: para la noche detén los dos… La abuela era ostentosamente sorda mirando el jardín y con el radio a su lado, puesto en la mesa de madera sin pintar.
Rosibel quería hablar de esa mujer. Vos decís la Andarivela. Es una pueta de por aquí que trabaja en el FENUAP, una o-ene-gé de esas. Me traía en su carro y me dejó ahí por las Delicias. Vos mentiste. Pensé que iba a decir: Usted mintió. Hubiera sido más terrígeno o terráqueo sentir que una matagalpina de pelo crespo suelto y largo me hablaba de Ud. No tengo por qué mentirte. La abuela apartaba una mosca que quería roer su oreja derecha y seguía ensimismada. Luego otra vez ver el jardín. Un jardín de cachivaches, flores encarnadas en sujetos anónimos: la dalia petrificada, la tribu de jalacates, el jacinto vítreo. Al fondo había crecido un arbusto de huelenoche, saludable y pestífero. El jardín será siempre tierra de nadie, pensé. Al tiempo que decía: tenía que aceptar el raid. Aunque esa niñona de la palabra me traía enfermo con su catalepsia literaria. Es un tipo de mujer desenfadada y frívola. Desenfadada, está bien, relacionada, con carro. Pero frívola, free bola, lluvia o llovizna de la poesía, jardincito de la poé-tica, cualquier cosa menos mi heroína.
-Mira, Norberto. Ven que te enseño – esta vez con acento de cubana -. Aquí donde tú ves, la alfombrita deshilachada del estar, ahí fue donde caí muerta. Bueno no muerta, me faltaban algunos minutos para morirme…
Rosibel abría las persianas de madera. Afuera era la calle del verano, la algarabía del barrio. ¿Si digo algarabía estoy optando por ser pesimista?. Rosibel Sander, Rosibel Aurora, Rosibel Liuba Condorí. Era gruesesita en verdad. Había abierto esa misma persiana en un viejo diciembre para despedir a un novio que se quedó aferrado al recio calor del aire en otros meses menos oreados. Al voltearse, su cara ofrecía la cifra de fotos, empleos, lugares, ansias que Palacios no iba nunca a conocer. Pensaba en las casas de alquiler, listas ya con todo y cucarachas para ser ocupadas, llenadas. Las primeras noches extrañando las bujías número 100 y el sitio. La primer mañana en que se mide el patio y se lavan las medias para colgarlas en el alambre de púas. Y Rosibel seguía hablando de esas sensaciones y de cómo el jardín se había tomado la esquina del patio y las tapias.
Mi jefe es enorme. Come carne de canguro y toma cocacola cada amanecer. Y lo llama Averroes Buitrago que eructa casi en el teléfono. De dónde lo llama?. Tal vez del más allá, de los canteros viejos del Pedagógico donde estudió con él y donde adoraban juntos a las musas del cine. Sale mi jefe bañado en colonia a almorzar con Averroes. Pero Averroes le insiste al siguiente día con la reseña semanal. Cuando se lo digo muestra su sonrisa mi jefe. Tiene un puente con los dientes superiores artificiales. También lo llamó su esposa. Desde el gimnasio. O viene ella hedionda a cold cream y sudor. La nutria con que se aparea el inmenso de mi jefe. Hasta sus sueños veo, ya hasta clarividente me voy volviendo. Pero es claro que sueña con España, sueña con esas vacaciones. Yo llamo a la oficina de Iberia, pregunto por los boletos. Él vuelve agitado y serio. Da indicaciones, no me mira. Roo – si –bellllll. Y enuncia (la ele que usa es de Miami, una ele anglosajona, así como cuando dice Robert De Niro, dice en realidad prrrroberrrrttt dte nirooo, pero él no tiene acento de gringo, sino que intercala la pronunciación inglesa donde debe y el resto es puro chapiollo lo que habla pero claro con distinción, me he fijado por ejemplo en su forma irónica de decir gallo pinto) órdenes.
- Vamos al parque del niño solo (¿de qué muere el niño sino de soledad?). Ahí nos sostendremos el uno en el otro como dos picados de culebra…- dijo Palacios otra vez ocurrente.
- Pero no estará lleno de pequineses y pateadores de bultos?- preguntó Rosibel haciendo señas a Palacios que callara que la abuela podría oírlos. La abuela flotaba impermeable a las amenazas (solo y herido así me dejás…) de Leo Dan.
- Temés que el vulgo naufrague nuestra barcarola? – sabiendo Palacios que Rosibel siempre estaba disgustada con el vulgo (¿qué le ha hecho a Ud. el vulgo, señorita? preguntaba el locutor)
-Además va a llover – dijo Rosibel mientras Palacios echaba una última mirada al ocaso en el jardín (un Chardin transmoderno sin duda) (saludos en la ciudad de San Marcos para Fulgencio, Soto, para Robert PRRROBERRRT, para Argentina, Felipe del Mismo Apellido, saludos a doña Paula…).
Paula no era /la Andarivela /que vendrá por ti/ a la tierra/ de la espera/ infinita.
Paula Noriega/la Andarivela/ que vela por ti/ en la esfera/ terráquea y/ finita.
Paula andariega/ la Andarivela/ que esperma/ eremita.
No sabés hablar con Rosibel; ella enmudece con sus párpados y glúteos, te tiene preso en los enmedios y los acertijos; cómo llamar al huelenoche que te atosiga cuando vas al excusado, cómo desertar de sus cabellos traídos de los cerros de La Chispa El Chispón y Gua-nunca (mi patria adoptiva). Y así con ese himno terminó la primera visita.
cuentos
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PRIMERA VISITA
El epílogo lo daba el radio receptor: para los dos hasta el fin del mundo… Me harté de yesos y querubines trompudos enseñándose en las salas hasta que di con el biombo forrado con cartones. Allí estaba el Corazón de Jesús en una versión rojiza. Crucé la sala sin que me vieran: ahí estaba la T.V. enseñoreando y una mujer que sonreía frenética. Llegué al patio y vi las estrellas. Me perdí en las estrellas.
Como en una película de Natassja Kinsky, Rosibel tenía una abuela sorda. No la mamá, que había muerto hacía varios años, sino la abuela. Al fondo había un silvestre jardín descompuesto en loterías de hojas lustrosas y a veces partidas; y trepadoras que se habían posesionado de las bardas. El radio era un celeste Philidor y Los 007 se seguían quejando: detén la noche para los dos… Palacios hacía gracias: para la noche detén los dos… La abuela era ostentosamente sorda mirando el jardín y con el radio a su lado, puesto en la mesa de madera sin pintar.
Rosibel quería hablar de esa mujer. Vos decís la Andarivela. Es una pueta de por aquí que trabaja en el FENUAP, una o-ene-gé de esas. Me traía en su carro y me dejó ahí por las Delicias. Vos mentiste. Pensé que iba a decir: Usted mintió. Hubiera sido más terrígeno o terráqueo sentir que una matagalpina de pelo crespo suelto y largo me hablaba de Ud. No tengo por qué mentirte. La abuela apartaba una mosca que quería roer su oreja derecha y seguía ensimismada. Luego otra vez ver el jardín. Un jardín de cachivaches, flores encarnadas en sujetos anónimos: la dalia petrificada, la tribu de jalacates, el jacinto vítreo. Al fondo había crecido un arbusto de huelenoche, saludable y pestífero. El jardín será siempre tierra de nadie, pensé. Al tiempo que decía: tenía que aceptar el raid. Aunque esa niñona de la palabra me traía enfermo con su catalepsia literaria. Es un tipo de mujer desenfadada y frívola. Desenfadada, está bien, relacionada, con carro. Pero frívola, free bola, lluvia o llovizna de la poesía, jardincito de la poé-tica, cualquier cosa menos mi heroína.
-Mira, Norberto. Ven que te enseño – esta vez con acento de cubana -. Aquí donde tú ves, la alfombrita deshilachada del estar, ahí fue donde caí muerta. Bueno no muerta, me faltaban algunos minutos para morirme…
Rosibel abría las persianas de madera. Afuera era la calle del verano, la algarabía del barrio. ¿Si digo algarabía estoy optando por ser pesimista?. Rosibel Sander, Rosibel Aurora, Rosibel Liuba Condorí. Era gruesesita en verdad. Había abierto esa misma persiana en un viejo diciembre para despedir a un novio que se quedó aferrado al recio calor del aire en otros meses menos oreados. Al voltearse, su cara ofrecía la cifra de fotos, empleos, lugares, ansias que Palacios no iba nunca a conocer. Pensaba en las casas de alquiler, listas ya con todo y cucarachas para ser ocupadas, llenadas. Las primeras noches extrañando las bujías número 100 y el sitio. La primer mañana en que se mide el patio y se lavan las medias para colgarlas en el alambre de púas. Y Rosibel seguía hablando de esas sensaciones y de cómo el jardín se había tomado la esquina del patio y las tapias.
Mi jefe es enorme. Come carne de canguro y toma cocacola cada amanecer. Y lo llama Averroes Buitrago que eructa casi en el teléfono. De dónde lo llama?. Tal vez del más allá, de los canteros viejos del Pedagógico donde estudió con él y donde adoraban juntos a las musas del cine. Sale mi jefe bañado en colonia a almorzar con Averroes. Pero Averroes le insiste al siguiente día con la reseña semanal. Cuando se lo digo muestra su sonrisa mi jefe. Tiene un puente con los dientes superiores artificiales. También lo llamó su esposa. Desde el gimnasio. O viene ella hedionda a cold cream y sudor. La nutria con que se aparea el inmenso de mi jefe. Hasta sus sueños veo, ya hasta clarividente me voy volviendo. Pero es claro que sueña con España, sueña con esas vacaciones. Yo llamo a la oficina de Iberia, pregunto por los boletos. Él vuelve agitado y serio. Da indicaciones, no me mira. Roo – si –bellllll. Y enuncia (la ele que usa es de Miami, una ele anglosajona, así como cuando dice Robert De Niro, dice en realidad prrrroberrrrttt dte nirooo, pero él no tiene acento de gringo, sino que intercala la pronunciación inglesa donde debe y el resto es puro chapiollo lo que habla pero claro con distinción, me he fijado por ejemplo en su forma irónica de decir gallo pinto) órdenes.
- Vamos al parque del niño solo (¿de qué muere el niño sino de soledad?). Ahí nos sostendremos el uno en el otro como dos picados de culebra…- dijo Palacios otra vez ocurrente.
- Pero no estará lleno de pequineses y pateadores de bultos?- preguntó Rosibel haciendo señas a Palacios que callara que la abuela podría oírlos. La abuela flotaba impermeable a las amenazas (solo y herido así me dejás…) de Leo Dan.
- Temés que el vulgo naufrague nuestra barcarola? – sabiendo Palacios que Rosibel siempre estaba disgustada con el vulgo (¿qué le ha hecho a Ud. el vulgo, señorita? preguntaba el locutor)
-Además va a llover – dijo Rosibel mientras Palacios echaba una última mirada al ocaso en el jardín (un Chardin transmoderno sin duda) (saludos en la ciudad de San Marcos para Fulgencio, Soto, para Robert PRRROBERRRT, para Argentina, Felipe del Mismo Apellido, saludos a doña Paula…).
Paula no era /la Andarivela /que vendrá por ti/ a la tierra/ de la espera/ infinita.
Paula Noriega/la Andarivela/ que vela por ti/ en la esfera/ terráquea y/ finita.
Paula andariega/ la Andarivela/ que esperma/ eremita.
No sabés hablar con Rosibel; ella enmudece con sus párpados y glúteos, te tiene preso en los enmedios y los acertijos; cómo llamar al huelenoche que te atosiga cuando vas al excusado, cómo desertar de sus cabellos traídos de los cerros de La Chispa El Chispón y Gua-nunca (mi patria adoptiva). Y así con ese himno terminó la primera visita.
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lunes, marzo 10, 2008
Diagrama para pasear un perro
En este lugar hay un mapa para pasear un perro.
De madrugada una manada de perros expectantes miran y ladran a su perro cuando Ud. lo pasea.
Huyen, entran al motelito, ladran. Perros desrazados que comercian con la madrugada.
La madrugada de domingo es irreal. Ud. está todavía en el sueño, o ha salido. O escribe esto.
El objeto del deseo del perro son las deyecciones de los otros. Busca un código.
Sienta cómo se petrifica su perro: orines sagrados en el orbe territorial. Un éxtasis sobre la marca pequeña del otro sobre la hierba.
La sombra de un perro, antes que su voz, entrelaza a los vecinos. Los guardianes de raza pura que cuidan el garaje. Las tribus amodorradas que han sorteado los fantasmas de las dos y las tres.
Es la razón por la que Ud. dicta a su hijo más tarde un cuento sobre el Cadejo: el perro de huesos que puede ser bueno o malo. El perro lacaniano. El perro hecho código.
El verano ha llegado, la hierba está casi seca; sólo la alimentada con viejos alisios, muestra todavía algo de humedad. Pero el perro sabe que el sol es inclemente en marzo y abril.
Los atletas, los gordos, los trabajadores cruzan la madrugada del domingo. Un hombre trata de abrir el portón del campo deportivo. Sostiene una bicicleta y carga un saco. Es un enigma que el perro no advierte. (El perro sigue husmeando el código del otro, la abstracción de su sexo.) El hombre penetra en el campo deportivo. Dispone su saco, saca la cal y comienza a marcar sobre la hierba la geografía del fútbol.
El perro se ve atraído por las basuras, por el polvo, por las hierbas más sucias y menos estéticas.
El perro suelta ahora por séptima vez la vejiga.
El perro ha decidido que por fin puede marcar este lugar.
El perro está constipado. Ud. piensa comprarle desparasitante muy pronto.
El perro es escatología pura. Porosa, verdosa y húmeda escatología.
El perro ha marcado la mañana del domingo. Cuando Ud. regresa los vecinos riegan ya la calle. Hay que saludarlos. El saludo debe ser tan impecable como su perro.
Ud. se repite casi íntimamente al momento de saludar eso de que el perro es el animal no fijado.
perros
mascotas
filosofía
De madrugada una manada de perros expectantes miran y ladran a su perro cuando Ud. lo pasea.
Huyen, entran al motelito, ladran. Perros desrazados que comercian con la madrugada.
La madrugada de domingo es irreal. Ud. está todavía en el sueño, o ha salido. O escribe esto.
El objeto del deseo del perro son las deyecciones de los otros. Busca un código.
Sienta cómo se petrifica su perro: orines sagrados en el orbe territorial. Un éxtasis sobre la marca pequeña del otro sobre la hierba.
La sombra de un perro, antes que su voz, entrelaza a los vecinos. Los guardianes de raza pura que cuidan el garaje. Las tribus amodorradas que han sorteado los fantasmas de las dos y las tres.
Es la razón por la que Ud. dicta a su hijo más tarde un cuento sobre el Cadejo: el perro de huesos que puede ser bueno o malo. El perro lacaniano. El perro hecho código.
El verano ha llegado, la hierba está casi seca; sólo la alimentada con viejos alisios, muestra todavía algo de humedad. Pero el perro sabe que el sol es inclemente en marzo y abril.
Los atletas, los gordos, los trabajadores cruzan la madrugada del domingo. Un hombre trata de abrir el portón del campo deportivo. Sostiene una bicicleta y carga un saco. Es un enigma que el perro no advierte. (El perro sigue husmeando el código del otro, la abstracción de su sexo.) El hombre penetra en el campo deportivo. Dispone su saco, saca la cal y comienza a marcar sobre la hierba la geografía del fútbol.
El perro se ve atraído por las basuras, por el polvo, por las hierbas más sucias y menos estéticas.
El perro suelta ahora por séptima vez la vejiga.
El perro ha decidido que por fin puede marcar este lugar.
El perro está constipado. Ud. piensa comprarle desparasitante muy pronto.
El perro es escatología pura. Porosa, verdosa y húmeda escatología.
El perro ha marcado la mañana del domingo. Cuando Ud. regresa los vecinos riegan ya la calle. Hay que saludarlos. El saludo debe ser tan impecable como su perro.
Ud. se repite casi íntimamente al momento de saludar eso de que el perro es el animal no fijado.
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jueves, marzo 06, 2008
Las chicas anglo
(De la serie compañeros de ruta.)
Son empleadas de agencias publicitarias.
Luego de saludarse evalúan su cabello. Te cambiaste el look, se dicen. Hablan de lo cansadas que las tenía aquel tinte cobre. Ahora hay un toque Kidman en su pelo.
Muy delgadas.
En algún momento hablarán de la dieta.
Entradas para ver a Reik o Alejandro Fernández o cualquier otro acto poco interesante pero anunciado mil veces en sus radios preferidas y que ellas monitorean por hábito.
Se preguntan cómo es el V.I.P. en los conciertos de Pharaons Casino.
¿Por cuánto tiempo te dieron la visa? ¿Qué documentos presentaste?
La visa sólo puede ser la Visa.
Un hombre casi mítico interrumpe la conversación con una llamada al celular.
Les pide que bajen del bus para llevarlas en su carro.
Ya dijo N. que una vida excepcional está llena de repeticiones.
chicas
anglo
Nicaragua
Son empleadas de agencias publicitarias.
Luego de saludarse evalúan su cabello. Te cambiaste el look, se dicen. Hablan de lo cansadas que las tenía aquel tinte cobre. Ahora hay un toque Kidman en su pelo.
Muy delgadas.
En algún momento hablarán de la dieta.
Entradas para ver a Reik o Alejandro Fernández o cualquier otro acto poco interesante pero anunciado mil veces en sus radios preferidas y que ellas monitorean por hábito.
Se preguntan cómo es el V.I.P. en los conciertos de Pharaons Casino.
¿Por cuánto tiempo te dieron la visa? ¿Qué documentos presentaste?
La visa sólo puede ser la Visa.
Un hombre casi mítico interrumpe la conversación con una llamada al celular.
Les pide que bajen del bus para llevarlas en su carro.
Ya dijo N. que una vida excepcional está llena de repeticiones.
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lunes, marzo 03, 2008
Cómo vender un rincón en el mundo
Domingo a medio día
Lo que veo en el paseo del domingo por la mañana, más o menos.
Tres prostitutas esperan en la esquina.
Misa de once.
La sorbetería cerrada.
Los clientes tardíos del desayuno en la comidería.
Máscaras de El Viejo y la Vieja en lo baños del mini-centro comercial.
Imperceptible estado místico de la mujer que va a misa. Pasea en su mente a su hijo alcohólico.
El supermercado atestado.
Entrenamiento, de padre a hija, de cómo consumir la paleta de helado de fruta.
Campanas y sol.
Clientes en bicicleta, clientes en las mecedoras de madera.
Real Estate que ofrece vender la casa de dos pisos de la esquina.
La casa del prostíbulo derruida.
Viento de enero al inicio de marzo.
Sol de marzo dentro del viento de enero.
Vagas ideas de turismo en el subconsciente: qué vender desde este rincón del mundo.
Jinotepe,
turismo,
ventas,
domingo
Lo que veo en el paseo del domingo por la mañana, más o menos.
Tres prostitutas esperan en la esquina.
Misa de once.
La sorbetería cerrada.
Los clientes tardíos del desayuno en la comidería.
Máscaras de El Viejo y la Vieja en lo baños del mini-centro comercial.
Imperceptible estado místico de la mujer que va a misa. Pasea en su mente a su hijo alcohólico.
El supermercado atestado.
Entrenamiento, de padre a hija, de cómo consumir la paleta de helado de fruta.
Campanas y sol.
Clientes en bicicleta, clientes en las mecedoras de madera.
Real Estate que ofrece vender la casa de dos pisos de la esquina.
La casa del prostíbulo derruida.
Viento de enero al inicio de marzo.
Sol de marzo dentro del viento de enero.
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jueves, febrero 28, 2008
La ciudad maquila
La "ciudad maquila" equivale a la situación cultural de las sociedades centroamericanas en el presente auge de la globalización y el neoliberalismo.
Maquila, remesas, narcotráfico.
Migración, globalización, des(es)truc(tura)ción.
Comercio informal, postmodernismo, universidades de garaje.
Estoy en la conferencia sobre historia económica, pero percibo los conceptos “en clave cultural”.
La ciudad maquila reinando en Centroamérica.
El conferencista menciona al Mercado Oriental, en Managua, el espacio de comercio informal más grande de la región.
Algo así como el Festival de Poesía del comercio informal: pero tal vez más importante.
Turismo, poesía, privatización.
Y los intelectuales oficiales de la ciudad maquila con su retórica en torno a los negocios de la sociedad civil.
Hablé ya en otro momento de la ciudad maquila.
maquila,
Centroamérica,
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ciudad+maquila,
globalización
Maquila, remesas, narcotráfico.
Migración, globalización, des(es)truc(tura)ción.
Comercio informal, postmodernismo, universidades de garaje.
Estoy en la conferencia sobre historia económica, pero percibo los conceptos “en clave cultural”.
La ciudad maquila reinando en Centroamérica.
El conferencista menciona al Mercado Oriental, en Managua, el espacio de comercio informal más grande de la región.
Algo así como el Festival de Poesía del comercio informal: pero tal vez más importante.
Turismo, poesía, privatización.
Y los intelectuales oficiales de la ciudad maquila con su retórica en torno a los negocios de la sociedad civil.
Hablé ya en otro momento de la ciudad maquila.
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lunes, febrero 25, 2008
Compañeros de ruta
El mesero
Planifica que el viernes llevará de todas maneras ropa. “Una mudada”.
El viernes pasado estuvo fatal. A las dos de la madrugada del sábado su jefe inmediato le pidió que regresara a trabajar a las diez de la mañana. Tenía menos de ocho horas para volver a casa (en el km. 38 de la carretera sur), descansar, asearse, vestirse y volver a Managua.
“Sos un salvaje. Estoy aquí desde las ocho de la mañana. Dónde querés que duerma. Dónde voy a bañarme.”
“Yo no sé vos. Dormí sobre una piedra si querés. Pero te quiero aquí a las diez.”
Reclamó inútilmente. Suele reclamar inútilmente, y acaba metido en un entrecejo de la madrugada.
Acaba metido también en un vehículo que lo lleva por la carretera sur.
Es curioso que el mesero cuente esto en voz alta en el bus. Tiene como un deseo de que su vida sea más peligrosa de lo que en realidad es, mezclado con la evidencia dañina de que su vida es en realidad peligrosa.
Se fue con los otros empleados y meseros a la costa de la laguna. En Managua hay siempre una laguna nocturna esperando. Cubierta de mosquitos, lunas olvidadas rielando en el agua, lucecitas escasas de carros que corren.
Se tomaron dos litros de cerveza. Rumiaba su resentimiento contra el jefe.
Hasta las tres, la cerveza cada vez más tibia. A esa hora el más compasivo de sus compañeros le propone que vaya a su casa, descanse unas horas y luego se bañe y se vista.
El mesero se escandaliza. “Bañarme. Vestirme. Yo no voy a ponerme la misma mudada. Ando sudado de todo el día.”
Es un caso de aseo personal. Pero de todas maneras va a la otra casa, donde siguen tomando cerveza. El mesero está cada vez más retraído en la reunión (me pregunto cómo será esa casa del otro mesero, quién lo esperaba y abría la puerta, habrá mosquiteros, colillas en el cenicero, niños que cuentan la madrugada despiertos), hasta que cerca de las cinco sale, detiene un taxi y desaparece.
A las ocho de la mañana, aseado y vestido espera en el km. 38 un intermortal que lo lleve de vuelta a Managua. Va siempre acompañado de una mujer, tal vez su mujer, que es su interlocutora principal. Alcanzan en recodos incómodos del bus. El tiene acento de hondureño, o quizá sólo usa unas eses más remarcadas a causa de su trabajo en público. Al montarse al bus algunos cobradores le preguntan por la abuelita. “A estas horas ya está pensando qué va al almorzar”. Se ríe. “Si está levantada desde las cinco de la mañana”.
La abuelita y el páramo del Crucero, que comienza, entran sigilosamente en el bus.
Managua
carreteras
urbanismo
historias
Planifica que el viernes llevará de todas maneras ropa. “Una mudada”.
El viernes pasado estuvo fatal. A las dos de la madrugada del sábado su jefe inmediato le pidió que regresara a trabajar a las diez de la mañana. Tenía menos de ocho horas para volver a casa (en el km. 38 de la carretera sur), descansar, asearse, vestirse y volver a Managua.
“Sos un salvaje. Estoy aquí desde las ocho de la mañana. Dónde querés que duerma. Dónde voy a bañarme.”
“Yo no sé vos. Dormí sobre una piedra si querés. Pero te quiero aquí a las diez.”
Reclamó inútilmente. Suele reclamar inútilmente, y acaba metido en un entrecejo de la madrugada.
Acaba metido también en un vehículo que lo lleva por la carretera sur.
Es curioso que el mesero cuente esto en voz alta en el bus. Tiene como un deseo de que su vida sea más peligrosa de lo que en realidad es, mezclado con la evidencia dañina de que su vida es en realidad peligrosa.
Se fue con los otros empleados y meseros a la costa de la laguna. En Managua hay siempre una laguna nocturna esperando. Cubierta de mosquitos, lunas olvidadas rielando en el agua, lucecitas escasas de carros que corren.
Se tomaron dos litros de cerveza. Rumiaba su resentimiento contra el jefe.
Hasta las tres, la cerveza cada vez más tibia. A esa hora el más compasivo de sus compañeros le propone que vaya a su casa, descanse unas horas y luego se bañe y se vista.
El mesero se escandaliza. “Bañarme. Vestirme. Yo no voy a ponerme la misma mudada. Ando sudado de todo el día.”
Es un caso de aseo personal. Pero de todas maneras va a la otra casa, donde siguen tomando cerveza. El mesero está cada vez más retraído en la reunión (me pregunto cómo será esa casa del otro mesero, quién lo esperaba y abría la puerta, habrá mosquiteros, colillas en el cenicero, niños que cuentan la madrugada despiertos), hasta que cerca de las cinco sale, detiene un taxi y desaparece.
A las ocho de la mañana, aseado y vestido espera en el km. 38 un intermortal que lo lleve de vuelta a Managua. Va siempre acompañado de una mujer, tal vez su mujer, que es su interlocutora principal. Alcanzan en recodos incómodos del bus. El tiene acento de hondureño, o quizá sólo usa unas eses más remarcadas a causa de su trabajo en público. Al montarse al bus algunos cobradores le preguntan por la abuelita. “A estas horas ya está pensando qué va al almorzar”. Se ríe. “Si está levantada desde las cinco de la mañana”.
La abuelita y el páramo del Crucero, que comienza, entran sigilosamente en el bus.
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jueves, febrero 21, 2008
Silvio (Rodríguez) y el Dinosaurio (nica)
Andará Nicaragua
Canción conocida
El dinosaurio se despertó temprano, leyó la noticia: Silvio Rodríguez en Nicaragua. Se exigió concentración el resto del día. Lo real sorprende. A veces reprende. Esta vez reprendía más de lo que sorprendía.
No se apresuró a comprar el boleto de entrada. Estuvo el fin de semana revisando los viejos discos. Se escuchaba hasta aquí el rumor tiránico del mercado, los discretos empujoncitos, las seducciones a domicilio de la TV, las conversaciones en los pabellones del arte.
El dinosaurio compraba religiosamente lo último de Vargas Llosa y Fuentes, alguna de Pamuk, lenta pero eficazmente todo Saramago, y en primicia a Sergio y Gioconda (Coelho no, porque todos sabemos que él es muy superficial). Era, además, económico: no más de 5 libros al año, menos de 100 dólares anuales, y por todo eso mantenerse al día en lo que se refiere a la literatura latinoamericana y mundial.
Silvio era otra cosa. Era como pasear el fantasma del hombre nuevo en la pasarela del casino. Intolerable. Si ya tenemos nuestros propios trovadores, nuestras versiones trabajadas del mismo Silvio, Silvitos s.a. (Además: Mercedes en rebaja: Shakira; Silvio de polietileno: Arjona. The Police tropicalizada: Maná. Serrat sin complicaciones: Hernaldo.)
Pero que viniera ese dinosaurio (perdón, especie, pensó el dinosaurio) a cantar montado sobre el rabo de la nube.
Especialmente por ese track 2 del lado B en la versión vinil de Unicornio. Eso de los espectros y del camino en la gloria. Toda la retórica de la “sangre sabia”. Se vuelve esta aparición una especie de enjuiciamiento posmo a la qué hicisteis vosotros rilkistas.
Sé que comerciasteis.
Con vuestra memoria, armas, tierra, novelas, pobrezas, ONGs, piñatas, trovas, poetas, festivales, contratos al mejor postor, más memorias, espacios pagados, puñales, estatuas de Sandino, valores, el Güegüense, poetas jóvenes acunados por poetas viejos, poetas viejos besuqueados por poetas jóvenes, espíritu de lucha, petróleo, divas recientes de la canción protesta y la canción sorpresa, conchas acústicas, reverencias a la prensa, temor de perder el poder, así ha andado Nicaragua y no en el track 2 del lado B de Unicornio.
Qué mercado este del camino en la gloria.
Silvio en Nicaragua el 2 de marzo de 2008.
P.S. del 3 de marzo de 2008: y Silvio no quiso cantar el "andará Nicaragua"
P.S. del 5 de marzo de 2008
El link al video youtube en donde se ve que Silvio no cantó la canción urgente.
conciertos
Nicaragua
Silvio+Rodríguez
Canción conocida
El dinosaurio se despertó temprano, leyó la noticia: Silvio Rodríguez en Nicaragua. Se exigió concentración el resto del día. Lo real sorprende. A veces reprende. Esta vez reprendía más de lo que sorprendía.
No se apresuró a comprar el boleto de entrada. Estuvo el fin de semana revisando los viejos discos. Se escuchaba hasta aquí el rumor tiránico del mercado, los discretos empujoncitos, las seducciones a domicilio de la TV, las conversaciones en los pabellones del arte.
El dinosaurio compraba religiosamente lo último de Vargas Llosa y Fuentes, alguna de Pamuk, lenta pero eficazmente todo Saramago, y en primicia a Sergio y Gioconda (Coelho no, porque todos sabemos que él es muy superficial). Era, además, económico: no más de 5 libros al año, menos de 100 dólares anuales, y por todo eso mantenerse al día en lo que se refiere a la literatura latinoamericana y mundial.
Silvio era otra cosa. Era como pasear el fantasma del hombre nuevo en la pasarela del casino. Intolerable. Si ya tenemos nuestros propios trovadores, nuestras versiones trabajadas del mismo Silvio, Silvitos s.a. (Además: Mercedes en rebaja: Shakira; Silvio de polietileno: Arjona. The Police tropicalizada: Maná. Serrat sin complicaciones: Hernaldo.)
Pero que viniera ese dinosaurio (perdón, especie, pensó el dinosaurio) a cantar montado sobre el rabo de la nube.
Especialmente por ese track 2 del lado B en la versión vinil de Unicornio. Eso de los espectros y del camino en la gloria. Toda la retórica de la “sangre sabia”. Se vuelve esta aparición una especie de enjuiciamiento posmo a la qué hicisteis vosotros rilkistas.
Sé que comerciasteis.
Con vuestra memoria, armas, tierra, novelas, pobrezas, ONGs, piñatas, trovas, poetas, festivales, contratos al mejor postor, más memorias, espacios pagados, puñales, estatuas de Sandino, valores, el Güegüense, poetas jóvenes acunados por poetas viejos, poetas viejos besuqueados por poetas jóvenes, espíritu de lucha, petróleo, divas recientes de la canción protesta y la canción sorpresa, conchas acústicas, reverencias a la prensa, temor de perder el poder, así ha andado Nicaragua y no en el track 2 del lado B de Unicornio.
Qué mercado este del camino en la gloria.
Silvio en Nicaragua el 2 de marzo de 2008.
P.S. del 3 de marzo de 2008: y Silvio no quiso cantar el "andará Nicaragua"
P.S. del 5 de marzo de 2008
El link al video youtube en donde se ve que Silvio no cantó la canción urgente.
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lunes, febrero 18, 2008
La aldea motorizada
En algunas entradas de este blog—por ejemplo, en mi descripción de los Intermortales—he mencionado lo que llamo la aldea motorizada.
Pero ¿qué es la aldea motorizada?
Provisionalmente, la definiría como el grupo de pueblos y ciudades, con infraestructura de transportes insuficiente, que viven un “boom” en el número de vehículos que los cruzan y comunican.
Asimismo, aldea motorizada podría ser entendida, en sentido connotativo y metonímico, como los procesos sociales y culturales aparejados por ese “boom” de transportes sin infraestructura adecuada.
Estos pueblos y regiones no tienen ni las carreteras ni las vías adecuadas para soportar la carga de tránsito con que ahora viven. Tampoco pueden renunciar a ella. Es con eso que la aldea y sus habitantes se mueven y, en sentido económico, se reproducen.
Este “boom” de vehículos cambia rápidamente los hábitos y costumbres de la aldea. Surgen nuevos oficios, frescos atolladeros, polvazales extensos, nuevas formas de vivir y de morir.
Figura 1: el furgón incrustado.
Íbamos para La Boquita, balneario del Pacífico caraceño. Es una ruta lenta y doméstica: los habitantes de los pueblitos aledaños van a Diriamba a comprar alimentos, y viajan en el bus Bluebird (uno de esos viejos amarillos buses escolares que han desocupado en algún County de los Estados Unidos y ha sido adoptado en la aldea motorizada). El suceso visual de este viaje no fue el paisaje, sino ver cómo un furgón de bebidas gaseosas había penetrado por la puerta de la sala de una casa orillada a la carretera. Los del bus comentaban que la señora de la casa había tenido un ataque de nervios— ¿quién no?—pero que, por suerte, no había víctimas humanas. En la sala se podía ver a la señora, sus hijos, algún vecino comentando el evento, mientras el furgón incrustado seguía en su lugar.
Todos sabemos cómo crece esa extensa zona suburbana que abarca, por lo menos, el sur y el este de Managua, con tendencia a convertir en una sola área metropolitana lo que comprende las ciudades de Masaya y Granada, así como amenaza con trepar sobre los bosques del Crucero hacia el sur.
Sin mucha exageración podría decirse que estas zonas suburbanas crecen en los márgenes de las carreteras (que, en realidad, son sólo dos angostas vías). Carreteras, además, que tienen que soportar el tránsito de carga, porque no hay tren en Centroamérica ni vías alternas de transporte pesado. Así que el transporte de pasajeros y los conductores con vehículo propio deben pelear el espacio del viaje con los camiones. Sin duda, esto eleva varias veces los riesgos de accidentes. A veces, se cuentan filas de hasta 20 furgones con su marca correspondiente, digamos TRANSAMERICA, bajando en el atardecer por el bosque del Crucero.
Figura 2: el caballo muerto.
Un enero de hace algunos años. Las bolsas de viento que golpean el páramo con fuerza, empujaron al furgón hacia el costado. Los caballos venían en ese mismo viento galopando, habían saltado el cerco (por los ácidos que vienen del volcán, quizá, todo se seca rápidamente en esta área) e iban a cruzar la carretera: buscaban quizá hierba fresca. Uno de ellos recibió el impacto del furgón y cayó en el centro de la carretera dando un golpe de vientre. Cuando pasamos y lo vimos desde el bus, se arrastraba y sangraba pero no podía incorporarse.
Uno de los cimientos obvios de la aldea motorizada es una elevada tasa de nacimientos que permite la duplicación en pocos años relativos de la extensión de los pueblos. Este cambio de volumen poblacional no implica una modernización del espacio. La modernización es desigual: se siembran por todas partes antenas para la comunicación por teléfonos móviles pero las ciudades y pueblos crecen de manera desordenada, sin racionalidad urbana o servicios básicos adecuados.
El estado de las carreteras, la polución (incluida la polución sonora) y el estado mental de choferes y pasajeros están íntimamente ligados. Como ya sugerí en mi post anterior, 5 consejos para afrontar el estrés del commuter, se requieren profilaxis y curas. El uso de la música, atestada de comerciales exaltando un consumo ridículamente agringado (emparedados submarinos del mes, cafés copiados de Starbuck, autos en rebaja, loterías, la felicidad de hablar por teléfono móvil), enfatiza la tortura y la esencia autoritaria de la aldea motorizada: el que tiene un motor conduce y hace oír lo que él (es decir, la aldea en sí) desea.
Figura 3: Allison, historia de taxi
Allison (el nombre anglo en una centroamericana ladina no es ninguna novedad) es una mujer pobre de unos 45 años, con dos hijas adolescentes que a su vez tienen entre ambas tres críos. Ninguna de estas mujeres trabaja de manera convencional. No les entusiasma las zonas francas en donde los taiwaneses disciplinan y explotan mucho. No serán domésticas ni saldrán a vender nada de nada. Viven de un carro convertido en taxi, el cual conducen sus eventuales novios y maridos. Por la noche, el taxi sirve también para raterías de poca monta, algún tráfico de drogas livianas, sus salidas a los bares pobres. No es fácil tener este taxi. Allison está endeudada, los siempre cambiantes choferes-novios la maltratan a ella y a sus hijas. La gasolina sube de precio. Se invierte mucho en reparaciones. Pero su sueño de futuro está claro: cada hija tendrá un taxi propio, con chofer propio quizá, y mejores posibilidades económicas. Ni la escuela ni el empleo formal dan esperanza de futuro a esta mujer, incluso teniendo tres nietos que se acercan a la edad escolar.
Cuando de pronto la ciudad se llena de taxis uno lo percibe inmediatamente: polvo, lodo, consumo. Centenares y miles quieren vivir de esa opción económica. Los jóvenes del politécnico, los maestros desempleados, los agricultores fracasados se convierten en choferes. Las pulperas, los profesionales, los rentistas adquieren taxis para explotarlos. Desde los aparatos ideológicos se exalta la libre competencia y el espíritu empresarial. Las ONGs y Universidades comienzan a hablar del emprendedurismo.
transportes
distopías
Nicaragua
urbanismo
cambios+culturales
Pero ¿qué es la aldea motorizada?
Provisionalmente, la definiría como el grupo de pueblos y ciudades, con infraestructura de transportes insuficiente, que viven un “boom” en el número de vehículos que los cruzan y comunican.
Asimismo, aldea motorizada podría ser entendida, en sentido connotativo y metonímico, como los procesos sociales y culturales aparejados por ese “boom” de transportes sin infraestructura adecuada.
Estos pueblos y regiones no tienen ni las carreteras ni las vías adecuadas para soportar la carga de tránsito con que ahora viven. Tampoco pueden renunciar a ella. Es con eso que la aldea y sus habitantes se mueven y, en sentido económico, se reproducen.
Este “boom” de vehículos cambia rápidamente los hábitos y costumbres de la aldea. Surgen nuevos oficios, frescos atolladeros, polvazales extensos, nuevas formas de vivir y de morir.
La aldea motorizada es esencialmente distópica, es decir, anula el pensamiento posible de alternativas equilibradas que combinen la salud ecológica y la salud pública.
Figura 1: el furgón incrustado.
Íbamos para La Boquita, balneario del Pacífico caraceño. Es una ruta lenta y doméstica: los habitantes de los pueblitos aledaños van a Diriamba a comprar alimentos, y viajan en el bus Bluebird (uno de esos viejos amarillos buses escolares que han desocupado en algún County de los Estados Unidos y ha sido adoptado en la aldea motorizada). El suceso visual de este viaje no fue el paisaje, sino ver cómo un furgón de bebidas gaseosas había penetrado por la puerta de la sala de una casa orillada a la carretera. Los del bus comentaban que la señora de la casa había tenido un ataque de nervios— ¿quién no?—pero que, por suerte, no había víctimas humanas. En la sala se podía ver a la señora, sus hijos, algún vecino comentando el evento, mientras el furgón incrustado seguía en su lugar.
Todos sabemos cómo crece esa extensa zona suburbana que abarca, por lo menos, el sur y el este de Managua, con tendencia a convertir en una sola área metropolitana lo que comprende las ciudades de Masaya y Granada, así como amenaza con trepar sobre los bosques del Crucero hacia el sur.
Sin mucha exageración podría decirse que estas zonas suburbanas crecen en los márgenes de las carreteras (que, en realidad, son sólo dos angostas vías). Carreteras, además, que tienen que soportar el tránsito de carga, porque no hay tren en Centroamérica ni vías alternas de transporte pesado. Así que el transporte de pasajeros y los conductores con vehículo propio deben pelear el espacio del viaje con los camiones. Sin duda, esto eleva varias veces los riesgos de accidentes. A veces, se cuentan filas de hasta 20 furgones con su marca correspondiente, digamos TRANSAMERICA, bajando en el atardecer por el bosque del Crucero.
Figura 2: el caballo muerto.
Un enero de hace algunos años. Las bolsas de viento que golpean el páramo con fuerza, empujaron al furgón hacia el costado. Los caballos venían en ese mismo viento galopando, habían saltado el cerco (por los ácidos que vienen del volcán, quizá, todo se seca rápidamente en esta área) e iban a cruzar la carretera: buscaban quizá hierba fresca. Uno de ellos recibió el impacto del furgón y cayó en el centro de la carretera dando un golpe de vientre. Cuando pasamos y lo vimos desde el bus, se arrastraba y sangraba pero no podía incorporarse.
Uno de los cimientos obvios de la aldea motorizada es una elevada tasa de nacimientos que permite la duplicación en pocos años relativos de la extensión de los pueblos. Este cambio de volumen poblacional no implica una modernización del espacio. La modernización es desigual: se siembran por todas partes antenas para la comunicación por teléfonos móviles pero las ciudades y pueblos crecen de manera desordenada, sin racionalidad urbana o servicios básicos adecuados.
El estado de las carreteras, la polución (incluida la polución sonora) y el estado mental de choferes y pasajeros están íntimamente ligados. Como ya sugerí en mi post anterior, 5 consejos para afrontar el estrés del commuter, se requieren profilaxis y curas. El uso de la música, atestada de comerciales exaltando un consumo ridículamente agringado (emparedados submarinos del mes, cafés copiados de Starbuck, autos en rebaja, loterías, la felicidad de hablar por teléfono móvil), enfatiza la tortura y la esencia autoritaria de la aldea motorizada: el que tiene un motor conduce y hace oír lo que él (es decir, la aldea en sí) desea.
Figura 3: Allison, historia de taxi
Allison (el nombre anglo en una centroamericana ladina no es ninguna novedad) es una mujer pobre de unos 45 años, con dos hijas adolescentes que a su vez tienen entre ambas tres críos. Ninguna de estas mujeres trabaja de manera convencional. No les entusiasma las zonas francas en donde los taiwaneses disciplinan y explotan mucho. No serán domésticas ni saldrán a vender nada de nada. Viven de un carro convertido en taxi, el cual conducen sus eventuales novios y maridos. Por la noche, el taxi sirve también para raterías de poca monta, algún tráfico de drogas livianas, sus salidas a los bares pobres. No es fácil tener este taxi. Allison está endeudada, los siempre cambiantes choferes-novios la maltratan a ella y a sus hijas. La gasolina sube de precio. Se invierte mucho en reparaciones. Pero su sueño de futuro está claro: cada hija tendrá un taxi propio, con chofer propio quizá, y mejores posibilidades económicas. Ni la escuela ni el empleo formal dan esperanza de futuro a esta mujer, incluso teniendo tres nietos que se acercan a la edad escolar.
Cuando de pronto la ciudad se llena de taxis uno lo percibe inmediatamente: polvo, lodo, consumo. Centenares y miles quieren vivir de esa opción económica. Los jóvenes del politécnico, los maestros desempleados, los agricultores fracasados se convierten en choferes. Las pulperas, los profesionales, los rentistas adquieren taxis para explotarlos. Desde los aparatos ideológicos se exalta la libre competencia y el espíritu empresarial. Las ONGs y Universidades comienzan a hablar del emprendedurismo.
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