viernes, diciembre 22, 2017

La bestia y la mujer


Como parte del Dossier sobre Acercamientos posthumanos y no humanos a la cultura y literatura centroamericana, editado por Tatiana Argüello y Juan Duchesne Winter, se publicó mi texto "Una llama en el bosque de Chapultepec": la bestia y la mujer en la poesía de Carlos Martínez Rivas".

Invito a leer el Dossier que aborda una temática novedosa para las letras centroamericanas.

El resumen de mi texto dice:
Este artículo analiza la representación de la mujer en la poesía de Carlos Martínez Rivas, básicamente a través de dos figuras: la Nada (pre)orgánica y la mujer-animal. El análisis aduce que la formación cultural y de género de la clase alta nicaragüense de la época de la dictadura, enmarca las poéticas y opciones vitales de Ernesto Cardenal y Martínez Rivas, yendo hacia al compromiso con un dios masculino o hacia la mitologización de la mujer, como nada o como animal. Estas opciones se conectan directamente con las prácticas amorosas y sexuales de la época, proyectadas en ideas en torno a las mujeres de alta clase y las llamadas "mujeres del país".
Link al artículo:
http://istmo.denison.edu/n34/articulos/08.html

martes, diciembre 12, 2017

Sin número

Te pregunto si creés que merecemos esta primavera

Aun cuando súbita debe ser merecida la primavera,

Brote que demarca un paisaje con su flor?

Veremos de nuevo la blancura sorprendente sobre el pasto

El Vlaminck del jacarandá y los cerezos--más soñados que vistos

El suspiro y la llegada de aquél pájaro nocturno con habilidades

Para huir y desaparecer.

Y estaremos en el silencio.


lunes, noviembre 27, 2017

Disensos

"we never did too much talking anyway"
Dylan

El Premio Cervantes para Sergio Ramírez debería ser un momento no de exaltación del "orgullo nacional" ni de la exageración aduladora (los entusiastas afirman incluso que es el "acontecimiento más relevante de nuestra historia reciente").

Se trata al contrario de una oportunidad para repensar críticamente las figuras intelectuales de la historia nacional.  Darío, De la Selva, Coronel, Cuadra, Cardenal, Ramírez, tantos otros, tienen historias fascinantes en su relación con el poder político. Asimismo, es interesante su colocación más o menos ventajosa dentro del poder cultural. De hecho, es muy probable que Sergio Ramírez sea actualmente la personalidad centroamericana con más poder cultural de la región. Por eso mismo, me parece que es hora de fortalecer posiciones de diferenciación y crítica con respecto al mismo Ramírez.

En ese sentido mi "homenaje" sería marcar algunos puntos en que bien vale la pena disentir con posiciones del flamante Cervantes:

1. La exaltación del castellano y el hispanismo. Como leitmotiv que reaparece en varios de sus discursos, Ramírez tiende a centrar la cuestión cultural en la lengua castellana. Esta centralidad del castellano funciona en Ramírez con un aparente olvido de la naturaleza imperial de la lengua, de su memoria colonial, y con evidente invisibilización de la heterogeneidad de la cuestión lingüística y cultural en América Latina. Esta centralidad se corresponde con la supuesta (y deseada) centralidad del escritor moderno como "voz" que enuncia la colectividad. En ámbitos tan poco democráticos como resultan los países centroamericanos esta serie de jerarquías (lengua-escritor como voz de pueblos) deben ser, por lo menos, puestas en cuestión.

2. La propaganda de una literatura "de tertulia". Como ya dije en una entrada anterior, uno de los grandes aportes de Ramírez es el de ofrecer una perspectiva centroamericana de la cultura. Textos y recopilaciones suyas como Balcanes y volcanes o la Antología del cuento centroamericano resultan fundamentales para ese cometido. Sin embargo, su perspectiva reciente, unida a su también loable empresa Centroamérica cuenta, me parece demasiado centrada en un tipo de narrativa de acceso fácil para el gran público, y en una prescripción del autor mediático (habilidoso para la comunicación y la tertulia, en esencia). Se entiende que por razones de vida o muerte la narrativa centroamericana debe ingresar al mercado (mercado que lleva un solo nombre, con una sola geografía de referencia, y con imaginario de monopolio), sin embargo, este proceso no debe evitar perspectivas (auto)críticas y pluralidad de propuestas ("dentro del mercado todo, contra el mercado nada").

3. La memoria de la revolución sandinista. Existe poca reflexión sobre los procesos de privatización que ha deparado la revolución sandinista. No sólo las privatizaciones evidentes de riqueza que orientan el proceso a partir de la firma de Esquipulas (1987), sino la privatización de la memoria. Asistimos, así, a la paradoja de un proceso popular y multitudinario cuya memoria pasa a ser la de unos pocos notables. El notabilismo es un mal endémico de la historia nacional visible en, por ejemplo, la fundación de clubes de notables, antes que de partidos políticos modernos. Inevitablemente, Ramírez participa de esta lógica de privatización, y como tal su figura, sus textos y posiciones intelectuales son fundamentales para ese (eventual) debate.

 Por otra parte, Sergio Ramírez es quien nos enseñó, en otra hora, que el proyecto cultural de la oligarquía nicaragüense era un proyecto fracasado. Quien describió tantas veces la cursilería centroamericana y la inoperancia cultural de las élites. Es casi un deber mantener esta postura crítica de manera estratégica.

Se sabe que un índice de tal cursilería es precisamente ese tipo de procesos en que se consagra a héroes por razones de chato nacionalismo. En La fugitiva, el propio Sergio Ramírez caracteriza este proceso diciendo: "Todas nuestras figuras de bronce tienen en sus cabezas coronas de excrementos, igual que en los parques." (pág. 159).

Habrá que estar alerta y ser crítico ante esa dialéctica entre la fosilización y la cultura viva.

Por horas la foto

Hasta que no me llamen a comer estaré ausente

Me perderé la hora de la muerte y el desenlace de la película

El hijo será un relámpago hecho de días de plumas de palabras lanzadas

Mi madre dirá que lee todos los días aquellas cartas viejas que envié desde la guerra

Qué tatuajes son esos, madre

El hijo del zapping existencial vaga esta noche manejando por una ciudad de Santiago oscura y olvidada

Alguna gramática dictan las calles sin embargo: esquina de las jarras de cerveza y de la enemistad disciplinada

Parece--o es--un principiante entre los libros de poemas

Entra a las librerías y a los cines en automático, poesías en forma de rosa o resúmenes candorosos y laicos de sus congéneres

De nuevo te crees de veinte, cincuentón hosco y ocre

Y se queda mirando por horas la foto de Blanca Varela

martes, noviembre 21, 2017

Saco de Papas

Ya se deshoja Infierno de cielo, y los cantos del libro amarillean

Lo mismo que las coníferas en noviembre con sus guirnaldas fauves

Es la lucha del papel contra el lodo del tiempo

O la Chapucería--diosa menor, encadenada a la Porcelana

Por la hendija, la chintanera del Poder Cultural esperando

de esa colina la firma todopoderosa

La Invitación, la Beca, la Mención.




lunes, octubre 09, 2017

Feriado

El día del feriado soñé de nuevo con estaciones y viajes. Como esas estaciones de trenes que por lo general aparecen en las películas. Como el turista centroamericano que visita Central Station en NY, y evoca películas (y quizá el fantasma de Nancy Allen).
En el sueño, veo sombras (no personajes aún).
Ya despierto me pregunto: ¿Cómo leer poesía?
¿Qué se anota o se recuerda?
¿La mnemotecnia es parte del poema?
¿Cómo leer la diferencia entre sueño y poesía?
Leo un poema largo de Derek Walcott. Es un poema narrativo. Se puede contar que narra el encuentro de dos amigos y las memorias remotas de una ciudad-pueblo de Santa Lucía. Se puede decir que en este poema uno tropieza con una imagen particular que dilata el tiempo de la narración.
Capas de lo remoto sobre capas del inconsistente presente;
áreas de luz fotográfica que develan tiempos disímiles.
“Para sentirte más protegido en el oficio de poeta
arrodíllate, por la arena, lienzo iluminado por la luna.” (Walcott 14)
Esta narración enfatiza y admite y da derechos inalienables a la metáfora.
La revolución haitiana de los tropos.
[Debo quizá leer al respecto. Libros. Genovese. Paz. Lo Que Sea. Hace muchos años leí lo de Jakobson y lo de Barthes
(el Barthes endemoniado por la semiología, no el de la escritura todavía).]
[Otro asunto es que es difícil leer poesía sin instalar la cuestión del “qué poeta quería ser yo?”.
Pues la lectura de poesía siempre se hace frente al remolino o vacío del sujeto.
Para lo del sujeto, Zizek, quizá hablando de Schlegel.
Pero, además, los sujetos suelen estar divididos y ser partidarios.
Melibeos de la órbita lunar.]
Una cosa radical que dijo el profesor de cultura en la secundaria, y que él se lo había escuchado a un profesor universitario, y este lo había leído en un libro (la cita está perdida): lo único no aprendido culturalmente es mamar, el succionar la leche los tiernos o recién nacidos.
El profesor dijo además:
Todo stalinismo es despotismo testicular.
Todo trotskismo es castración.
Hay que buscar la poesía en la filosofía, en la herética filosófica, digo.
Por cierto, leí unas pocas páginas de Meschonnic, su “golpe bíblico”.
Era como una cartilla policíaca: en principio, dudar del mundo saussureano.
A continuación, poner atención al ritmo, problema filosófico y político.
(Aquí yacía la fotografía del mar, una costa recortada y silenciosa.)
La lengua como un cuerpo completo y no seccionado por el signo. En ese sentido,
un anti-Jakobson.
La vida sólo por el deseo inmediato. Soles que pasan a gran velocidad.

Además, leer un poema es desear el poema.

domingo, octubre 08, 2017

Crónicas aprendidas

Las arrugas
Las puertas de los vagones del metro que se abren y cierran van poniéndome frente a mi propia figura estación a estación, station to station. Estoy ahí de nuevo y no me queda más alternativa que verme en la sombra que entra con la puerta derecha que se junta a la otra. Corre la puerta y aparezco. Lo que veo sobre todo son las arrugas bajo los ojos. Marcas que se confunden con ojeras largas y se yuxtaponen a las más finas o más evidentes arrugas, las del esfuerzo de leer (nunca pude), las que quisieron ver conmigo lo inefable y no pudieron, las de los soles varios y hoy olvidados.
Sobre todo las marcas de las ojeras se están comiendo mi cara lentamente (pero no tan lento como yo quisiera). Y la puerta se cierra de nuevo y voy apareciendo entre esa gente desconocida que ahora no pueden menos que advertir mis arrugas.
Las atribuiría a la sabiduría si tan solo fuera sabio. “Estas arrugas mías, honor del trabajo y el esfuerzo”. Pero no siento ese entusiasmo. Pasa por mi mente menos que el supuesto honor reconciliatorio de la edad, el terror discreto de la decadencia. Comprendo a los hombres que van al matadero de la cirugía estética y se recomponen los pómulos y se dan a estirar las bolsas de los ojos. O se inyectan venenos reconstitutivos.
Comprendo, en fin, la urgencia de la máscara.

Los hijos contenidos
Tengo nostalgia de mis dos hijos en edades entre los 9 meses y los 4 años más o menos. Cuando podía sin mucho esfuerzo controlarlos físicamente, detenerlos, cargarlos, llevarlos o traerlos; mentirles con total impunidad. Ángel era más rebelde y tenso, un desafío, casi un acertijo. Samuel, dócil y confiado: yo podía leer, casi un virtuoso, la expresión mínima de sus manos.
Por eso no puedo dejar de ver con ternura a cualquier niño en esas edades. Un automatismo me hace comprenderlos, y entender la posible relación con el padre.
La temporalidad del sentimiento es complicada: ellos, mis hijos, están aquí cerca, más o menos crecidos. El truco es que  el aura de aquellas edades fabulosas los persigue, o yo soy el secuaz que me ocupo de reinstalarlas una y otra vez.
Único juego favorito.

La biblioteca
Si cuando me casé me hubiera llevado todos los libros. Había ahí libros de adolescencia, marcados por la revolución, mascados por la historia, entre ellos los libros que traje de Cuba.
Si cuando volví de Estados Unidos hubiera instalado todos los libros en una habitación solitaria y la hubiese llamado biblioteca. Si hubiera imaginado el Paraíso bajo la forma de una sola biblioteca.
(Cuando me fui a Pittsburgh llevaba, como siempre, algunos amuletos: los Seis ensayos de don Pedro, el libro de Lukács sobre realismo crítico, un libro de Retamar y una Mímesis edición cubana. Mi biblioteca fueron esos amuletos llevados provisionalmente a algún lugar: como testimonio o defensa.)
Si yendo a Chile hubiera cargado todos los libros. Para, también provisionalmente, defenderme de las turbulencias del vuelo. Qué bella biblioteca hubiera sido.

Libros perdidos o apolillados en habitaciones disímiles y geográficamente distantes. Esa fue mi biblioteca.

martes, septiembre 19, 2017

Un gato

El cliché del gato echado junto al calor de los libros y la computadora.

En cambio mi gato crecía en el patio, solo y por su cuenta.

De noche huían las zarigüeyas (la zarigüeya acomodada, casi archivada como un libro entre las hojas del plátano).

Cruzaba eléctrica la garra que iba a atravesar el corazón tierno del murciélago: corazón prodigioso en sangre y aerodinámicas perdidas.

En el borde de los charcos de aguas negras, frente a sapos emperadores, en altas incursiones de aguacates y palmeras infinitas.

Debajo de la pitahaya pedregosa, cerca del hicaco ya adornado de un rosa oscuro, por debajo de la tierra profunda donde estaba el Perro enterrado. Pasaba por ahí el gato, adueñado.

Ah tanto gato urbano e inútil, gato de cuna y de pulga fácil, nunca frente al garabato extraordinario de una araña venenosa.


Ese era el gato ausente que yo prefería, siempre abriéndole la puerta al gato boquiabierto frente a la realidad.

sábado, agosto 26, 2017

Frente a la tumba de Stravinsky

Ambulante la hoja que ingresa al escenario, y el moho de la hoja y la hormiga.

La danza de la mano, el subterráneo como el Hades y el infierno.

Estamos frente a la tumba de Stravinsky.

Cosa de los 17 años, tal vez, vi que los viejos músicos--Handel, Vivaldi, Scarlatti--miraban y cuchicheaban frente a esta tumba.

Era la novela de Carpentier y era la otra era. Novela que comprabas en carreras azuladas, en el pueblito y leías con velas ajenas.

Lo que decían imantaba; quijoteaba el niño desde el pesebre; albúmina perdida de un Nonato José Cemí.


"San Ramón Nonato" decía mi madre. En ese día.

sábado, agosto 05, 2017

Surf en La Boquita

--Ese es un pony o un caballo descriadito?

Imagino el hambre que tendrá el hombre del caballo mientras entierra el estiércol tan cerca de la línea del agua. Entra otro hombre a caballo, su pelo en rubio falso ondula.

La marea va subiendo, pronto seremos agua, peces y nos bañaremos también con las heces del caballo. El gusano del chancro en la espalda del perro.

Dios baja a estos parajes los domingos. Le gusta el surf como a nosotros. Son tres muchachos los que practican surf. Y una muchacha. Enfocada por el ojo ambicioso de dios no resiste devolver la mirada. Hace mohines o se amohina, y más sencillamente se amuina.

La cerveza Toña es peor que la Pilsen salvadoreña. Y yo no podría escribir peor que (en) Castellanos. El pescado, en cambio, es la gloria que hace pasar la cerveza nunca suficientemente fría. Algún bikini bacán, un agua cálida, un cauce en el cielo (ese que busca el surf de dios).

Comparadas las playas del Pacífico: la de Miraflores en Lima, la de Alagarrobo allá abajo, la de la Boquita en Diriamba, Nicaragua, esta es la más pedregosa. La del ilustre peligro de los caminantes del agua.

martes, junio 13, 2017

Tertulias grandes

El artículo de Sergio Ramírez "La literatura como espectáculo" parece ser el último manifiesto literario firmado en Nicaragua (reciente también para la temporalidad latinoamericana).

El autor pondera el éxito del encuentro anual Centroamérica Cuenta que reúne escritores, libreros, editoriales y demás entes culturales en torno a la literatura (más propiamente la narrativa, y aún más exactamente, la novela) centroamericana, y con un público ferviente.

La consigna "literatura como espectáculo" responde a un contexto de pobreza: en un país pequeño en donde no parece posible convocar un público para la literatura, Centroamérica Cuenta parece lograrlo de manera progresiva y pujante. Eso que Ramírez llama: "El paso trascendental de espectador a lector".

Sin embargo (y aquí comienzan los puntos críticos), el texto parece entusiasmarse con sólo un tipo de relación literaria, entre autores y lectores, con un sólo tipo de autor (el que corresponde hipotéticamente a un tipo de lector).

Una clave de tal relación autor-lector es la informalidad, otra la confusión literatura-vida, o especie de realismo ingenuo.

Explica Ramírez:
Para convertir la literatura es espectáculo la clave está en que el público se sienta atraído hacia conversaciones informales, lejos del formato de conferencias soporíferas, y que en esas conversaciones se toquen temas que demuestran que en los libros de invención no se habla de otras cosa sino de la vida; que las vidas se parecen unas a otras, y que el lector se hallará siempre frente a un espejo en el que puede ver reflejada la suya propia. Una madre que es novelista, Piedad Bonnett, escribe un libro sobre el suicidio de su hijo, yendo al fondo del dolor de su propia experiencia. Otro, Renato Cisneros, relata en una novela lo que significó para él haber sido hijo de un general represivo del ejército peruano.
Otra clave es que los escritores convocados a los encuentros tienen dones de conversadores (especies de showmen de la literatura). Ay! de los ostracismos y narcisismos interioristas. Ramírez de nuevo:
Traemos a los mejores, no sólo porque tienen cartel, sino porque, como buenos escritores, saben conversar con agudeza y con humor, que son parte del encanto de una buena plática entre amigos. Y el público debe sentirse parte de la tertulia.
Hay que reconocer que Centroamérica Cuenta es uno de los pocos espacios de divulgación y establecimiento de redes de la literatura centroamericana como región cultural. De hecho da continuidad a un trabajo imprescindible y admirable de Ramírez que se remonta a cuando compiló su Antología del cuento centroamericano.

No obstante, la descripción de esta "literatura como espectáculo" no deja de correr ciertos riesgos didácticos y programáticos, que  no hay menos que notar.

Hace propaganda, en efecto, de un tipo de literatura, como ya dije, realista y casi periodística (narración de vida) y que no parece incluir instancias críticas (lo crítico es enviado, al parecer, a ese infecto reino de lo "soporífero"). Para su funcionamiento parece necesario un lector   que siempre parece ver reflejada en el texto su propia vida, por lo que resulta.oportuna aquella vieja idea de Cortázar del "lector-hembra", un lector entusiasmado pero acrítico.

(Esto particularmente parece grave en un país en que los estudios universitarios tienden a expulsar, y han expulsado de hecho a la literatura. La vieja carrera de Arte y Letras que yo empecé a estudiar en los años 80s, por ejemplo, desapareció entre el vendaval del mercado y las "modernizaciones" universitarias que no tienen alma (humanística). Que tenemos en este país y en Centroamérica, varios archivos literarios que estudiar, comprender y situar, es innegable. Que pasemos sobre ellos con aires espectaculares puede ser condenable. Que muchos de los talentos críticos emigren, no es casual)

Por su parte el autor modélico en el manifiesto de Ramirez debe ser entretenido, un as de tertulias grandes, y ya no aquel estratega del oficio que en otras ocasiones el propio S.R. ha propagandizado. Me pregunto si, más allá de la obvia distancia con que se suelen acoger los manifiestos literarios, algunos jóvenes se tomarán en serio eso de ser graciosos en tema literario y en actitud, especie de celebridades en miniatura y potencialidad, tertulianos permanentes y ocurrentes. Tema jocoso que parece para novela de Sergio Ramírez.

Confío, al contrario, en que la índole ideológica de la tertulia será despreciada por el oficio, y que el horizonte significativo del mismo Centroamérica Cuenta superará el dictamen espectacular. Porque, al fin y al cabo, se trata en cierto sentido de una ideología justificativa (en este caso de mercado).

Quizá, por tanto, el tema tenga que ver con el sandinismo. ¿Por qué los sandinistas, de todo matiz y espectro, suelen afirmar con contundencia asuntos que se contradicen en el tiempo? Hoy no no sentamos con los contras, mañana somos los reconciliados. Hoy la propaganda del oficio, mañana la del mercado. Ayer capellán de la Guardia Nacional, hoy Cardenal de la Paz. Hoy el yankee morirá, mañana el Nica-Act. Ayer intelectuales gramscianos, hoy anti-intelectuales.

Quizá sea el sandinismo la ideología más incoherente que ha heredado el archivo de ideologías latinoamericanas. Quizá debe cuidarse el lector de creer algo de lo que dice mi texto, pues yo también soy de origen sandinista.

lunes, marzo 13, 2017

Cuerpo de Saturno

Bajo la evidente influencia de Agamben, de Laclau, de Borges, me da por imaginar una prosa política que ayude a definir de forma polémica, las particularidades que tiene Saturno cuando sobrevuela y llega (o surge de algún volcán?) a suelo nicaragüense. Ese Saturno de la revolución que es invocado aquí o allá.

Recientemente, Pinto Antón plantea la idea que Daniel Ortega y su gobierno son, en efecto, ese Saturno que devora a sus hijos. Se refiere concretamente a Ernesto Cardenal y lo llama "poeta devorado". Ortega, dice Pinto Antón:

Semella outro Saturno devorando a fermosa utopía sandinista e destrozando a fráxil democracia nun indisimulado intento de instaurar unha nova dinastía familiar. 
Cree, sin duda, el comentarista que lo que llama "la utopía sandinista" mora en alguna parte de la trayectoria y la cabeza cana del Poeta.

Hace un poco menos de veinte años Sergio Ramírez de forma aparentemente discreta, invocó asimismo a Saturno, en su memoria de la revolución sandinista titulada Adiós, muchachos. El capítulo 13 (número cabalístico!) de su libro, se titula "Las fauces de Saturno", y cuenta su salida del sandinismo. Su conferencia de prensa de renuncia al FSLN está iluminada por un retrato de Sandino. En ese momento en que, dice la voz confesional:

Saturno me alzaba desde el suelo para meterme entre sus fauces.

¿Sandino frente a Saturno? Sandino, como quería Ernesto Mejía Sánchez, "subiendo glorioso a los Infiernos"? Visto que esas saturnales devoraciones son, en el caso de la clase sandinista gobernante en los 80s, relativamente benignas, no tendrá en suelo patrio Saturno algo de Sandino y viceversa?

Arguyo otra versión de Saturno, que es mucho menos benigna. La que pide, a partir de 1983, a los jóvenes de 18 y 20 años entregar su vida a la revolución, según la reglamentación del servicio militar. Lo que Agamben, sin duda, atribuiría a la biopolítica (pero que dudo si a la poshistoria). En efecto, esos jóvenes cuya vida podía ser ofrecida sin mucho trámite en el altar de la revolución, son la "vida desnuda" que llamaría el italiano. Razón estatal e ideología nacional aliadas para justificar la muerte de los hijos (algunos putativos) de la revolución.

Busco una imagen alegórica que corresponda a aquella idea. Un joven que arrastra por una ciudad del norte de Nicaragua el cadáver de una res destrozada (puede ser en un saco de bramante). La entrega en un pulpería, y en el momento de la transacción se da cuenta que aquella res muerta se ha transformado en un joven, que lo mira melancólico (situación especular),  con un aire de renacimiento y de lejanía.

Una parte importante de la clase política nicaragüense está formada por Saturno. Miembros, órganos, partes de su cuerpo disgregados en corrientes más o menos radicales del sandinismo. Todo conflicto intra-sandinista es también un conflicto intra-burgués, y un proceso corporal saturnino.

El disenso político nacional y sus periódicas componendas no pueden hacerse sin presencia y referencia de ese Cuerpo. Herencia estatal y de poder de la última revolución moderna en los territorios míticos de la historia.


jueves, febrero 02, 2017

Dentro y fuera

Al inicio de su autobiografía, Dentro y fuera del tarro de la basura,  Fritz Perls se refiere a la dicotomía entre “vanidad” y “existencia auténtica”:

“Como seres biológicos somos animales; como seres sociales representamos roles y realizamos juegos. Como animales matamos para sobrevivir; como seres sociales matamos por codicia y venganza, para obtener gloria. Como seres biológicos llevamos una vida relacionada y cimentada en la naturaleza; como seres sociales llevamos una existencia “como si” (Vaihinger: Philosophy of “as is”), en la que hay una confusión considerable entre la realidad, la fantasía y el fingir. Para el hombre de hoy el asunto se reduce a la diferencia (y muy a menudo la incompatibilidad) entre auto-actualización y auto-concepto o actualización de la auto-imagen.” (12)

Perls relaciona la auto-actualización con lo que los seres o sistemas serían en sí, su potencialidad o realización. Sin embargo, como se ve, su dicotomía está bastante falseada, y es frágil. Separar lo biológico de lo social no puede ser una operación tan simplista, pues toda actualización (de un sistema o un ser) pasa necesariamente por lo social (los orbes ideológicos y culturales sirven quizá como amalgamas más o menos politizadas entre tales órdenes separados). No hay auto-actualización separada del poder (o la política).

Tiendo a pensar, por tanto, negativamente, que la plena actualización (aparte de instancias más o menos “interiores” o fenómenos místicos como expresiones ante todo escriturarias) no se da sino como idea o paradigma. Podría llamarse, incluso, utopía.

Es curioso que la división que plantea Perls pueda proyectarse en la conocida dicotomía establecida por Agamben entre una vida biológica (zoe) y una vida política (bios), en cierto sentido la última dominante y represora de la otra. Sin pretender reducir a Agamben a esta interpretación tan ligera, es notable que el problema que Perls (y la psicología popular) plantea es “real”.

Sin embargo, en las versiones más o menos “existenciales” de la filosofía, en la psicología popular, en la ola “zen” y “budista” ocurre cierta burda identificación “transcendental” a través del sujeto (su respiración universalizada). El Maharishi que aconseja y adormece a sus súbditos, y termina confundiendo las témporas con lo universal. (Leí también el libro de D. Lynch sobre “meditación trascendental”, poco interesante como justificación del meditar, más interesante como testimonio de gran cineasta, pero en general no muy notable por su escritura.)

Son, pues, según creo, ilusiones que se representan bien en ese tipo de autobiografía que giran en torno a modelos de psicología masiva, merodeando entre la auto-ayuda y el new age, y marcados por la época hippie. (Se podría mencionar, como otro ejemplo, La danza de la realidad del cineasta Alejandro Jodorovsky.)

No creo, sin embargo, que sean simplemente lecturas detestables o que deban ser expurgadas. Todo lo contrario: creo que hay arte y contexto en ellas, por lo general mal trabajado si es que se ve desde el punto de vista literario. Creo que son verdaderas en cuanto arman respuestas provisionales (sin bien mal situadas, como creo) y sintomáticas.

Un asunto curioso es que la edición de la obra de Perls es chilena, y de 1975. Siempre me ha llamado la atención cómo, a la par de un funesto destino político (la dictadura en un punto culminante, los desaparecidos, la destrucción de la izquierda y la imposición del neoliberalismo) hay órdenes que siguieron “con toda normalidad” desarrollándose. Casos de la música popular (Hernaldo Zúñiga cantautor nicaragüense cantó en el Festival de Viña del Mar en 1974, a pocos meses del golpe), o casos de edición de textos como el de Perls.

¿Adormecían? ¿Consolaban? ¿Formaban parte del sistema?

¿Quizá había un fervor chileno por la psicología de Perls? En Estrella distante, Roberto Bolaño refiere a una edición en francés de un libro del psiquiatra Perls:

“A veces, cuando pienso en Stein y en Soto no puedo evitar pensar también en Lorenzo. A veces creo que Lorenzo fue mejor poeta que Stein y Soto. Pero usualmente cuando pienso en ellos los veo juntos.
Aunque lo único que los une fue la circunstancia de nacer en Chile. Y un libro que tal vez leyó Stein, que seguro leyó Soto (habla de él en un largo artículo sobre el exilio y la errancia publicado en México) y que también leyó, entusiasta como casi siempre que leía algo (¿cómo daba vuelta las hojas?: ¡con la lengua, como deberíamos hacerlo todos!), Lorenzo. El libro se titula Ma gestalt-thérapie y su autor es el doctor Frederick Perls, psiquiatra, fugitivo de la Alemania nazi y vagabundo por tres continentes. En España, que yo sepa, no se ha traducido.”

Es decir, que estos personajes de Bolaño lo que leen es la versión francesa del libro traducido al español en Chile. ¿Un guiño de la poesía al orden liviano del new age? ¿Un caso de “inconsciente político” de la terapia gestalt?

viernes, enero 27, 2017

Monograma

Ya vino el pájaro monocorde

Al cerezo urbano y a la breve madrugada

Canta en contra de los nidos encendidos del amor de los otros pájaros

Los gregarios--él se cree solitario pero sólo es una pinta de

Pájaro monótono en sus plumas de un solo trazo y un solo color

Es aquel mismo pájaro estalinista del otro

Con el alfiler en la mano

El pájaro separador de libros que trajo la espada y no la paz

Con su nácar, sin embargo, y su monograma

El pájaro del secreto sexual de cada amanecer

Cuando se abre una brecha luminosa en la textura propia.

miércoles, enero 25, 2017

En la cueva de un solitario

Es inevitable que en todo discurso heterodoxo se cuele una instancia, un resto institucional. ¿Es inevitable?

 Leo en Vida en el amor de Ernesto Cardenal un amor desemejante y radical: el amor de los místicos. Pienso en el catálogo de De Certeau, y en el amparo de Merton.

Pero no deja de haber capítulos en que la juventud acude al matrimonio, y en que este matrimonio acaba por reivindicar a la Iglesia.

El recuerdo disciplinario y fascista con que los letrados vanguardistas asumen el catolicismo en Nicaragua es proyectado, en cierto sentido, en esta concepción poco heterodoxa. Dice Cardenal:

"en la cueva de un solitario está presente toda la Iglesia militante, purgante y triunfante"

Estas frases, que hubiesen quizá complacido al mismísimo Wojtyla, indica que la heterodoxia, como el barrilete, es sostenida, a veces, por vieja mano.

A veces parece impensable el sujeto sin institución.

sábado, diciembre 10, 2016

Fábula asiática


Cuando uno compra un Rey Rosa editado por Alfaguara, es publicitariamente recibido por Roberto Bolaño en solapas y contraportadas. Dice Bolaño, el publicista, que Rey Rosa es el mejor de su generación. Junto a Bolaño, hay toda una serie de recomendaciones más, sobre todo de medios españoles (Babelia, El País, etc.) y autores internacionales. La solapa sirve también para detallar la carrera, y obra publicada (sobre todo por Alfaguara) del guatemalteco. En resumen: Bolaño nos corteja para comprar el producto mientras los peritextos nos convencen de la internacionalidad y prestigio del autor. (Hago notar esto porque también hay circulación de Rey Rosa en editoriales de origen centroamericano, y de consumo “interno”; siempre es bueno mantener esa tensión entre circulación y recepción “provinciana” y consagración internacional.)

Se diría que Rey Rosa es el mejor novelista centroamericano de la actualidad. Por los temas amplios que ha abordado y por su capacidad de “deslocalizarse” frente a los expedientes identitarios e insertarse en la globalización, resulta mucho más dúctil y moderno que Sergio Ramírez. Por la calidad de su prosa (que no elude la simbolización poética) y virtuosismo narrativo (con gran apoyo en el uso de elipsis y silencios) resulta mucho más significativo que Horacio Castellanos Moya.


En Fábula asiática (2016) tanto su internacionalización como sus mejores cualidades de narrador parecen contemplarse desde una mirada auto-irónica, y quizá secretamente desesperada. (La autoironía es una característica de Rey Rosa y sus obras, por ejemplo cuando enfrentó la realidad biopolítica guatemalteca en El material humano.) Esa especie de doble del autor, Rubirosa en Fábula asiática (se entiende el juego con el nombre), escritor de origen mexicano, ingresará a una especie de jet set internacional de radicales que buscan una suerte de eutanasia del mundo, o una desactivación parcial de las comunicaciones que retarde la decadencia mundial.


Se trata, por supuesto, de una novela distópica que coquetea con la ciencia ficción. Reinstala, además, en intención o alegóricamente, las preocupaciones en torno a las relaciones entre ciencia y novela. ¿Puede una novela tener estatus científico? Esta pregunta ha sido respondida diversamente por autores tan disímiles como Houellebecq, Sebald o Pamuk, y más cercana y contemporáneamente por Pedro Cabiya.


Rey Rosa afila el enfoque sobre las interrelaciones entre ciencia, poder, terrorismo y mercado del arte, en un estado postcontemporáneo del mundo en que ciertas élites liberales o radicales, podrían unirse en una utopía salvadora (frente al problema de las migraciones desde el sur, esa orilla africana o asiática). Este horizonte post-nacional no deja de ser aterrador, y ahí es donde colindan utopía y destrucción. (Uno de tantos códigos narrativos que Rey Rosa integra en la novela es Gravity, la conocida película de Alfonso Cuarón. Me pregunto si el origen mexicano de Cuarón y su estrellato internacional no son parcialmente ironizados en la figura del mexicano Rubirosa.)


No obstante su borde distópico, el planteamiento inicial de Fábula asiática no aparenta la frivolización narrativa que alguien podría suponer de mi descripción. En 2015, Alfaguara publicó Tres novelas exóticas, que incluye la novela que es quizá el mejor logro literario de Rey Rosa: La orilla africana (1999). Su calificación de novela exótica es sugerente del pródigo filón orientalista de la literatura del guatemalteco, tocado sobre todo por la vida en Tánger y su conocida vinculación con (la literatura de) Paul Bowles. Si bien “orientalista” podría tener un deje peyorativo, en este caso reviste una compleja relación cosmopolita, e incluso de relación sur-sur o entre expedientes coloniales, que relativiza la dominante estudiada por Edward Saíd. (Sobre este aspecto, remito a las lecturas de la obra de Rey Rosa que ha hecho Alexandra Ortiz, por ejemplo, “Literaturas sin residencia fija: poéticas del movimiento en la novelística centroamericana contemporánea”, Revista Iberoamericana No. 242).


En Fábula asiática la distopía se ve incrustada en el archivo exótico. Cuando se piensa la ciencia en esta novela, con algunos de sus tópicos popularizados por los medios (por ejemplo, la del genio científico), el foco se desplaza hacia el sur (Marruecos, Grecia, Guatemala, México) sin perder la relación con los centros tecno-científicos (la NASA, el Silicon Valley, ¿Hollywood?). Estos vínculos apuntan a una relación potencialmente destructiva o potencialmente salvadora; esa indecisión es lo que ofrece al lector un rescoldo de desesperación, que suponemos ha sufrido el autor también.


La incrustación de la distopía en la narración más o menos orientalista (que en cierto sentido ya se presentía en La orilla africana), deja la sensación que uno ha comenzado a leer una versión actualizada de aquella otra novela (La orilla africana) y que algunos de sus presupuestos han entrado en crisis. Me parece que principalmente está en cuestión o en discusión en la novela, la función estética de la obra de arte en general. Queda indicado el poder biopolítico de lo que potencialmente es hoy obra artística, sobre todo, para el caso de un novelista, la cuestión de la narración de/sobre los otros. Con qué ética acercarse a esos otros, y cómo imaginar futuro junto a ellos. Esta crisis de representación está circundada por un mundo borgeano, específicamente el de “El Aleph”, que extiende sus tentáculos en el presente a través de la tecnología y la ciencia, las redes, los satélites y los drones.


P.S. Aquí una versión más larga de esta reseña.

jueves, diciembre 08, 2016

Del común

"Nadie sabe qué cosa es el comunismo" S.R.

Miraba al Anónimo que cargaba con su herida narcisista

La triza del yo-chingaste (como sustantivo): bazofia ontológica

Miraba el Delta en el mapa, los ríos innumerables que cantaban

No hay común, no hay común

Lentas procesiones en el río. Rostros que esperaban: en el río

Tránsito espaciado: a la coma, a la fotografía

Oh pequeño Wagner que circundas (la procesión en el río avanzaba: el rostro

Insaciable porque no se cansa la oreja de oír y el ojo de ver).

No hay común--como aquellos cómicos (aquel único cómico o trovador)

que aparece en Andrei Rubliov

Esta noche ha amanecido en 1970, con ecos.

Del áspero romero


“Del áspero romero  azules flores” P.B.J.

Recuerdo a mi madre con versos que ella no conoce.
La época de los versos, perdida.
El jardín y el verso frente a frente como en un dilema o un duelo.
En la feria, el declive y el corte filoso del verso.

Un tango que pasa, breve, por una cabeza.

Una golondrina en nubes espesas.

La lucha de la luna por brillar en un punto de  la noche.

Pero sobre todo Jardines Descuidados del Trópico.

Tierra raída del verano que espera.

Dalias profundas, nocturnas y ásperas.

domingo, octubre 16, 2016

Saber quién es uno

para leerse con énfasis radiofónico

Llegamos al día de la muerte de Prince, y yo pensaba en mi biblioteca separada, soldada en el recuerdo, particular y condensada, como Nube del Trópico que pasa, como aviones sobre la escuela, que ven por separado una sola topografía de llanura milimétrica. Turistas españoles entrando en la humedad de La Habana, y un sola revista esperando en la infinita paciencia del tiempo.

Llegamos al día de la muerte de Bowie, y un hombre golpeaba de manera despiadada a un viejo (el viejo estaba borracho y no se defendía) La calle era Líbano, al sur de Ñuñoa, más allá de la rotonda Araya. Yo corría sobre la pista de las bicicletas y era el amanecer del domingo.

Llegamos al día de la muerte de Lennon y yo estaba escuchando Radio Sandino y el locutor dijo que habían disparado. La escena recordaba el cine de los 70s, hasta un poco antes de la irrupción manierista de Martin Scorsese. El patrimonio Kodak era nuestra subconsciencia. Años después tuve que ir a la Mansión gótica a ver el escenario del crimen. Me alejé por Central Park como quien se desangra.

miércoles, octubre 05, 2016

La noche de la juventud

Recuerdo músicas que escuchaba a los 18 años

Vívidos declives

Maderas últimas en un mar profundo.

La noche de la juventud

Amanece en paisajes siderales

(recuerdo músicas que escuchaba en Radio Universidad de Costa Rica

Mi madre planchaba el uniforme militar)

El niño efrainista a la ventana del sueño

Se asomaba

Recitaba de memoria

Era la hora de despertar

Quedaban siempre cinco minutos para salir

La sábana era el último vientre