El artículo de Sergio Ramírez "La literatura como
espectáculo" parece ser el último manifiesto literario firmado en Nicaragua (reciente también para la temporalidad latinoamericana).
El autor pondera el éxito del encuentro anual
Centroamérica Cuenta que reúne escritores, libreros, editoriales y demás entes culturales en torno a la literatura (más propiamente la narrativa, y aún más exactamente, la novela) centroamericana, y con un público ferviente.
La consigna "literatura como espectáculo" responde a un contexto de pobreza: en un país pequeño en donde no parece posible convocar un público para la literatura,
Centroamérica Cuenta parece lograrlo de manera progresiva y pujante. Eso que Ramírez llama: "El paso trascendental de espectador a lector".
Sin embargo (y aquí comienzan los puntos críticos), el texto parece entusiasmarse con sólo un tipo de relación literaria, entre autores y lectores, con un sólo tipo de autor (el que corresponde hipotéticamente a un tipo de lector).
Una clave de tal relación autor-lector es la informalidad, otra la confusión literatura-vida, o especie de realismo ingenuo.
Explica Ramírez:
Para convertir la literatura es espectáculo la clave está en que el
público se sienta atraído hacia conversaciones informales, lejos del
formato de conferencias soporíferas, y que en esas conversaciones se
toquen temas que demuestran que en los libros de invención no se habla
de otras cosa sino de la vida; que las vidas se parecen unas a otras, y
que el lector se hallará siempre frente a un espejo en el que puede ver
reflejada la suya propia. Una madre que es novelista, Piedad Bonnett, escribe un libro sobre el
suicidio de su hijo, yendo al fondo del dolor de su propia experiencia.
Otro, Renato Cisneros, relata en una novela lo que significó para él
haber sido hijo de un general represivo del ejército peruano.
Otra clave es que los escritores convocados a los encuentros tienen dones de conversadores (especies de
showmen de la literatura). Ay! de los ostracismos y narcisismos interioristas. Ramírez de nuevo:
Traemos a los mejores, no sólo porque tienen cartel, sino porque, como
buenos escritores, saben conversar con agudeza y con humor, que son
parte del encanto de una buena plática entre amigos. Y el público debe
sentirse parte de la tertulia.
Hay que reconocer que
Centroamérica Cuenta es uno de los pocos espacios de divulgación y establecimiento de redes de la literatura centroamericana como región cultural. De hecho da continuidad a un trabajo imprescindible y admirable de Ramírez que se remonta a cuando compiló su
Antología del cuento centroamericano.
No obstante, la descripción de esta "literatura como espectáculo" no deja de correr ciertos riesgos didácticos y programáticos, que no hay menos que notar.
Hace propaganda, en efecto, de un tipo de literatura, como ya dije, realista y casi periodística (narración de vida) y que no parece incluir instancias críticas (lo crítico es enviado, al parecer, a ese infecto reino de lo "soporífero"). Para su funcionamiento parece necesario un lector que siempre parece ver reflejada en el texto su propia vida, por lo que resulta.oportuna aquella vieja idea de Cortázar del "lector-hembra", un lector entusiasmado pero acrítico.
(Esto particularmente parece grave en un país en que los estudios universitarios tienden a expulsar, y han expulsado de hecho a la literatura. La vieja carrera de Arte y Letras que yo empecé a estudiar en los años 80s, por ejemplo, desapareció entre el vendaval del mercado y las "modernizaciones" universitarias que no tienen alma (humanística). Que tenemos en este país y en Centroamérica, varios archivos literarios que estudiar, comprender y situar, es innegable. Que pasemos sobre ellos con aires espectaculares puede ser condenable. Que muchos de los talentos críticos emigren, no es casual)
Por su parte el autor modélico en el manifiesto de Ramirez debe ser entretenido, un as de tertulias grandes, y ya no aquel estratega del oficio que en otras ocasiones el propio S.R. ha propagandizado. Me pregunto si, más allá de la obvia distancia con que se suelen acoger los manifiestos literarios, algunos jóvenes se tomarán en serio eso de ser graciosos en tema literario y en actitud, especie de celebridades en miniatura y potencialidad, tertulianos permanentes y ocurrentes. Tema jocoso que parece para novela de Sergio Ramírez.
Confío, al contrario, en que la índole ideológica de la tertulia será despreciada por el oficio, y que el horizonte significativo del mismo
Centroamérica Cuenta superará el dictamen espectacular. Porque, al fin y al cabo, se trata en cierto sentido de una ideología justificativa (en este caso de mercado).
Quizá, por tanto, el tema tenga que ver con el sandinismo. ¿Por qué los sandinistas, de todo matiz y espectro, suelen afirmar con contundencia asuntos que se contradicen en el tiempo? Hoy no no sentamos con los contras, mañana somos los reconciliados. Hoy la propaganda del oficio, mañana la del mercado. Ayer capellán de la Guardia Nacional, hoy Cardenal de la Paz. Hoy el yankee morirá, mañana el Nica-Act. Ayer intelectuales gramscianos, hoy anti-intelectuales.
Quizá sea el sandinismo la ideología más incoherente que ha heredado el archivo de ideologías latinoamericanas. Quizá debe cuidarse el lector de creer algo de lo que dice mi texto, pues yo también soy de origen sandinista.