martes, febrero 19, 2013

La ciudad y el tacto



Este, el cine. Y qué película viste en este cine?

Una con Richard Burton.

El cerebro de Richard Burton inconsciente en el hospital laboraba aceleradamente con habilidades para destruir la realidad.

Ahora la boletería está condenada. Ciudad sucia llena de pecados discretos: aceras, árboles, lomas. La tarde encendida produce lloviznas. Sopla el monte. Por un instante quedamos como esas estatuillas de la foto, entre uno y otro linde. Sol y sombra. Todo está fuera de foco. Todo redujo su tamaño.

Me oriento por el tacto de los pasos. Olvido bajo el sistema escueto de las manos. El río lamento en su sitio. Las escenas finales: varas, grúas, pendencias.

Las palabras escalofrío buscan su cauce si llegás así de pronto a este pueblo: un gánster, una sombra.

En este recodo escuché desmoronarse el río. Aquí está el candado del paso, el cierre del pan, la llave del hotel, la honda necesidad del caucho.

Este es el otro cine. Hoy es una puerta. Aquí vi sin duda El tambor de hojalata, y aprendí a decir sonámbulo Angela Winkler.

Este era el antiguo Hotel Bermúdez, allí donde está ahora la puerta cerrada de Góngora.

Entraba la luz hispánica entre mis manos de ajolote colonial. Aquí dijo alguien Molagüina.

Fui al mercado a buscar a las muertas. La abuela teológica con quien yo debatía el vago significado de las tres divinas personas. Debe estar muerta. Su deber. Su hermana obsesiva. Su sobrino que vendía sopa abajito.

Y la Niña de Pantasma con la colección de muchachitos en la sombra tan larga del cuarto.

Una mujer va trepando ahora. Cuál era la acera? Cuál era el árbol?

La cuesta idéntica de La Chispa: yo pasé aquí de noche, entre la cuartería, el lodo corre

También haré ese silencio.

GuaNunca, verano de 2013

lunes, enero 28, 2013

Poetas y cortesanos



Leo Ilusiones perdidas. (La edición Porrúa esquiva el artículo en el título.  En un tiempo lejano, Porrúa fue parte de la invasión editorial que provocó la revolución, y alcancé a coleccionar un Papá Goriot, una Cartuja de Parma, unas obras de Shakespeare, una Poesía de  Góngora. Tiempos de lectura que ahora están quietos.)

Es obvio que el libro se lee como texto marxista. El acento sobre el ser/tener y no sobre la conciencia. Uno de los asuntos que encuentro más intrigantes hasta ahora es la calidad de la crítica a la nobleza.
Una nobleza de primera clase que vive en París (y no figura en una novela que pertenece más bien a las Escenas de la Vida de Provincia), otra nobleza provinciana que es vapuleada en el texto, y otra nobleza natural que es la del poeta. Podría decirse, incluso, que en la novela el poeta (figura de la incierta modernidad) es puesto entre paréntesis en su causa noble.

Me intriga, pues, la calidad de esa crítica visto que la burguesía como tal no parece ofrecer modelos ideales. Si uno lo mide por Sechard, el obrero devenido burgués (un pretérito padre Karamazov) es evidente que es un mero padecimiento moral antes que la posibilidad de una construcción creativa y efectiva. Para comenzar no advierte la importancia de los cambios en la técnica y los medios de producción. No se le ocurre que hay que pasar de las planchas de madera a las de metal. Y no es casual que la novela comience discutiendo precisamente el negocio de la impresión, ese conglomerado de la letra, la técnica y la industria.

 La ilusión opera en el vínculo del hijo de Sechard con Lucien,  y la justificación política-estética sobre éste está basada en el argumento de la nobleza de sangre. El proyecto político del poeta es el de la aristocracia. Al llegar a la página 45 uno se entera: “Luisa hizo abjurar a Luciano sus ideas populares acerca de la quimérica igualdad de 1793, despertó en él la sed de distinciones (…) y le mostró la alta sociedad como el único teatro que debía frecuentar.”



domingo, enero 20, 2013

Ser cuadrúpedo

Algún día vas a preguntar

Y ese Neanderthal que críticaba ácremente a Berlioz y a Visconti

Algún día va a pasar un soplo persiguiendo el ser como un cuadrúpedo

El perro en el frío de la memoria

El corazón caliente del pez que vimos en el documental

Preguntarás por tránsitos y por las marquesinas de los cines

Escribirás como una cicatriz colocando al perro que huye en el parque otra vez

Un julio en que sopla la cordillera preguntarás

Sobre un ojo una mirada: el corazón murciélago del perro

Querrás una ventana para vocear la pregunta

No sabrás si porque las ventanas son para ver

O por la pestilencia del vidrio

lunes, enero 14, 2013

Papers en Scribd

Empecé a subir papeles a una mi cuenta en Scribd, por si resultan útiles para alguien.

Pongo por ejemplo el ensayo "Políticas culturales en la Nicaragua postsandinista: modelos letrados, genealogía y nuevasintervenciones".

Bienvenidos los que quieran leer.

martes, enero 08, 2013

10K

Caminar por el barrio alto o por el sur, Station to Station en el

mp3 player. Las avenidas prometen verdes de novelas pastoriles,

recodos de realismo sucio, ángulos de musical, soledades del corredor de fondo.

Todo lo contrario del nirvana estoy lleno de cosas, de las cosas y los nombres.

Los filosofitos que se conformaron con la nada y el blanco, el zorro orientalismo y

esa mirada irónica y colérica con que los miraba el sol: y ahora corren.

Filosofitos mascotas del sistema, hijos de Presley. Las esquinas sucias, un borracho que

orina o patea a otro (más viejo), esa esquina que recojo de  La Habana o de Managua, o incluso

de Penn Avenue en el declive que llevaba al Strip District.

Todo ocurre en el tatuaje de un pasado inesperado sobre la piel de un presente abstracto.

Managua Carretera Norte con su contemplación mística de los aviones está a la vuelta de la esquina

El verano sembrado de violetas en las calles con nombres de árboles encinas alerces almendros

Varias ciudades muertas sobre el fantasma de las flores vivas

Los goznes y articulaciones son lo primero que hay que observar

pura materialidad de la calavera que anda.

El fantasma te dirá que estás entre dos clases, entre dos regímenes, en la ciudad partida

y dividida sentirás que flotas, al norte de la etnia la clase

al sur de la clase la etnia

Ora de los músculos, ha caído el verano

en las bocas del Metro se dan cita las clases sociales

Qué hacían los jesuitas en Centroamérica con las otras clases

ese tipo de preguntas políticas cuando voy bajando la pista/la avenida de Tobalaba

o cualquier otra pregunta académico-política

especialmente las relacionadas con el cultivo y la falsa trascendencia

del yo.









viernes, diciembre 28, 2012

Libros 2012

No se trata de la lista de novedades, sacada de la librería oportuna y oportunista.

 Más bien es un trazo transversal por un estilo de lectura. Lo saben los profesores de literatura: se lee en un desorden temporal (incluidos los clásicos releídos y canónicos otro tanto). Pero se lee también de forma burocrática (miles de páginas literales de proyectos y tesis y exámenes). Y se lee por operatividad: los libros académicos puramente informativos.

Entre tanto, no queda más que hacer conversar proyecto de investigación con recreo. Advierto en esta lista un vicio evidente por la literatura autobiográfica, y una intención (ansiedad también podría ser) por ver explicada a Centroamérica. Esos parámetros orientan, como se verá, la selección. De esa forma impura ("imputa" solía decir yo mismo en otro mundo y otra lengua), los ordeno de la siguiente manera:

1. Fernando Vallejo. El Mensajero: una biografía de Porfirio Barba Jacob. Bogotá: Alfaguara, 2003.

 Comprado en una feria de libro en Ñuñoa, a precio muy barato: es obvio que Alfaguara no ha podido venderlo todo. Lo enseñé este año (es un decir) en un curso sobre modernismo. Es apasionante (sigue la azarosa e impura vida de Barba Jacob por el Caribe, México y Centroamérica) pero cruel con el lector: sin divisiones de capítulos y en esquema intrincado, y en prosa hablada, y con imprecaciones, anecdotas y comicidades abundantes. Sigue a Barba Jacob, como queda dicho, pero sigue a la vez la investigación del narrador sobre Barba Jacob que es la otra (la verdadera) novela superpuesta. Lo trabajo todavía en un ensayo para mostrar ese otro Caribe no postcolonial sino decadente.

2. Ricardo Piglia. La ciudad ausente. Buenos Aires: Sudamericana, 1993. .

En febrero, en Santiago, la feria del libro usado. A mí (des)honestamente me entusiasma más Piglia que Bolaño. Me parece que es el código real. Esto seguramente por deformación profesional: no trabajo literatura argentina, y tengo mitificado el otro lado de los Andes que comienza por Borges e incluye un archivo bien edificado. Esa ignorancia (que es salvación) me deja leer ese archivo como otro. Y es ahí donde quizá sobrevaloro la habilidad narrativa de esta novela. Una especie de Godard en forma que hubiera merodeado ahí por donde anduvo Onetti

3. Andreas Huyssen. Modernismo después de la posmodernidad. Barcelona: Gedisa, 2010.

Para seguir pistas de las otras modernidades estéticas, este libro puede ser buena introducción. Por qué la modernidad era buena después de todo? Es decir, después de la bobería postmoderna y orientalista? Porque siempre fue plural y sin centro. Esta sería, más o menos, la tesis de Huyssen. Así se pueden pensar otras modernidades,  en Rusia, Latinoamérica y demás. Quizá las respuestas de Huyssen sean apenas útiles para el limitado espacio de la cultura o la estética, y su argumento peque de colonial en el sentido que le darían los decoloniales. Sin embargo, es muy útil para pensar en el modernismo hispanoamericano que es mi actual tarea de investigación.

4. Edelberto Torres-Rivas. Revoluciones sin cambios revolucionarios: ensayos sobre la crisis en Centroamérica. Guatemala: F&G, 2011.

Magnífico estudio de las revoluciones en tres países: Guatemala, El Salvador y Nicaragua. Nada de las facilidades ni hablares ideológicos típicos de la izquierda intelectual (que se esfuerzan siempre por mostrar lo buenos y antistalinistas que fueron siempre), sino un estudio muy justificado desde los posibles acercamientos al tema (¿historia o sociología?), el despliegue acotado de los acápites y conceptos, diferenciaciones contextuales importantísimas (tan pequeña y tan diversa esta región), y ensayismo del mejor, del que cuelga preguntas de verdad en el espacio de los debates. 



5. J. M. Coetzee. Verano: escenas de una vida de provincias III.Barcelona: Mondadori, 2010.

Coetzee personaje de novela, entre el patetismo y la culpabilidad.





6. Michel Houellebecq. Las partículas elementales. Barcelona: Anagrama, 2009. Esta es una relectura. El rocanrol (ese espejismo narcisista) siempre estaba ocupado por su autocrítica (que es la suma del narcisismo). De ahí que haya definido muy bien desde el comienzo el significado de las escaleras al cielo. Esta novela de H. es esa misma crítica en que se igualan sociedad del espectáculo y del consumo, new age y posmodernismo, power-flower y fanatismo autocomplaciente pequeñoburgués. Pero se avista una salida: la ciencia y el diseño de seres/hombres nuevos. Nietzsche que es una ironía.

7. Edward W. Said. Fuera de lugar. Barcelona: Grijalbo, 2001.

El cuerpo de Said, sobre todo el pequeño y el joven Said. No una autobiografía intelectual como podía esperarse, sino una del padecimiento, de la reglamentación corporal. El exilio es siempre el de ese otro que está afuera. Uno averigua, pues, en este libro no la formación académica de Said (para eso están otros libros menos comprometidos del mismo autor), sino una conformación familiar, la pasión que despierta la madre, sus juegos de poder, los ritos familiares, la lucha (tantas veces absurda) con el cuerpo, la naturaleza itinerante y sin embargo arraigada de esta familia. Lección que otra vez aprendí, diría el poeta.

8. Edgar Morin. Mis demonios. Barcelona: Kairós, 2005.

Todo lo opuesto a la autobiografía de Said, en la de Morin el personaje justifica su notabilidad y singularidad. Mucho menos familiar o somático, quiere mostrar una historia de la erudición, y, más aún, de la necesidad transdisciplinaria: por qué Morin, el personaje, ha intentado juntar las ciencias y las humanidades. La doctrina ética fundamental del libro es la tolerancia, la ausencia de puntos radicales para la verdad, explicados con parámetros históricos clave: los partidos comunistas y el socialismo real básicamente. Pero también el sionismo, y la proclamación de un marranismo cosmpolita. Evidente que si la autobiografía de Said habita los bordes (la perturbadora filiación), la de Morin ocupa el viejo lugar renacentista y secular europeo. Moraleja: todos deberíamos ser conversos. De algo, pero con versos.

9. Ileana Rodríguez. Hombres de empresa, saber y poder en Centroamérica. Managua: IHNCA, 2011.

Hay que decantar los Balcanes y Volcanes de Sergio Ramírez. Provincializarlos. Desactivarlos. Eso sería objetivo digno de una clase de cultura centroamericana. En auxilio vienen libros como este de Ileana Rodríguez. Una lecttura de lo centroamericano desde lo excéntrico, y las inscripciones de los viajeros que instalan modernidad, ciencia y mito al mismo tiempo. Marcas que permanecen en el canon de lo moderno, y que es inevitable advertir una vez que uno recorre de nuevo los márgenes. La mirada aguda y la disciplina constante.

10. Étienne Klein. Las tácticas de Cronos. Madrid: Siruela, 2005.

Soy pésimo para la física y nulo para la literatura fantástica (veré el Hobbit en mi próxima reencarnación). Este libro llega entonces como una especie de consuelo doble. Primero, Einstein creía que el Universo no se movía, así todos tenemos algo de pre-Einstenianos. Segundo, es improbable que haya otros tiempos y otros universos aparte de este. Para no mencionar a San Agustín.

sábado, diciembre 22, 2012

De cronopios y famas



Sí, hay mucha cursilería en la recepción de Cortázar que hace la izquierda intelectual nicaragüense.

Una recepción muy poco crítica. Más bien, una recepción embelesada por la figura de Cortázar y sus tics y sus tópicos (los cronopios, lo alto que era, etc.) Vid. Casa de las Américas 145-146. Textos de Tomás Borge, Luis Rocha, Sergio Ramírez, Valle-Castillo, Fernando Silva, y una entrevista con Omar Cabezas.

Se testimonia que es muy alto, su altura deriva en metáfora de su estatura humana, e, inconscientemente, de su fama.

Luego hay una serie de metáforas totalmente esperables: Cortázar es un ángel, un mago, un ser de más allá. Interesante la reacción, diríamos, colonial.

Se usa un tono conversacional con él (el famoso apóstrofe marca registrada de Julio; oh dios, he comenzado a tutearlo) y los nombres propios en esos textos generalmente emparejados, víctimas de la felicidad conyugal: Carol y Julio, Luis y Mercedes, Claribel y Bud…

Como si se tratara de repeticiones abrumadas de José y María!

lunes, diciembre 10, 2012

Escaleta para hombres lobos


Es la ventana palideciendo

Es la luna cruzando
(ave de la luna)
Es el lobo desvaneciéndose en blanco y negro

Donde estuvieron las fauces

Es la sintonía del sol y el recuerdo

Casares y un radio

La Fotonovela y el látigo y la bicicleta

La rosa matutina y el viaje al mar

El mantel las hojas en el patio los vecinos en celeste

Más o menos 1971

Un puño un huracán The Platters

El circo mi cama la pared

En Villa Frei el sol ha asaltado la ventana

La luna ahogada dentro de la caja de fósforos con la foto de

los Bee Gees

La cierro  la muevo

La perspectiva de un ojo se funde con la del otro

domingo, noviembre 04, 2012

Un día en la vida de un diccionario

De vez en cuando me creo Nebrija.

Me las doy de ucrónico en el polvo.

Y paso en el recuerdo largas horas, inmóvil como un pensador, entretejiendo prosapias: la lengua y el habla, la biblioteca y el universo. Soy un pendejo idealista. Un Borges en el lado equivocado (take a walk on the wild side) de la Cordillera.

Me toma en sus manos para acostarme sobre el escritorio y poner la taza del café sobre mí, ya que tengo el cuero duro. Me estás herrando, Erróneo?

Lo primero que hizo, días de bazar en barrios perdidos, fue buscar dentro mí. Buscó la palabra culo, "prueba de fuego de todo diccionario que se precie de tal". Ya que padece la petulancia de los profesores.

No la encontró. Me acusó de franquista. Y me espetó este y otros nombres. Me sonaba todo a otra galaxia.

"Ese diccionario debe ser feliz con vos", le dicen de vez en cuando. Y entonces me mira con cierto desprecio irónico. Expurgado, trunco, conservador, anacrónico, lento.

Hoy busca la palabra expolio y la lee con sospecha. Tema hallar una hebra de pelo del Generalísimo entre mis páginas. Otrosi, la firma de Samuel Gili y Gaya le da risa. Está seguro con su conexión a Internet, pero me necesita para demarcar su progresismo político.

Cree que soy Nebrija. Pero lo piensa como pensar una parcela del infierno, una uña de Felipe II que se ha quedado en el polvo transatlántico.

Cuando llegue el Día del Libro terminará por darme un golpe.



martes, octubre 23, 2012

El perro melancólico

He visto cómo el sol partía las nubes. Los bordes metálicos me gustan pero más ese momento en que ceden a la luz. Entonces me echo en la sombra. Pienso en un diccionario de mí mismo. Con los amos lejos y distantes me da por la melancolía: lo que se llama tarde, lo que veo en Cordillera, el espejo, el olor de mis orines, la cola del compañero. Cualquiera diría: "a ese perro lo mata el aburrimiento". Echado como estoy en la sombra, con el costado sorbiendo lo fresco del cemento.

Ablandado: refiérese al perro que ha cedido el sí mismo a lo genérico. Porque si Ud. cruza y sigue por estas calles llenas de hormigas, hierba, excretas animales, seguirá colectando al mismo perro melancólico: rengo, misterioso, añorante. Hago la siesta y me duermo. Sueño vagamente con la suerte de un compañero de pelambre como almidonada y corta. Solía meter la pata en lo inverosímil: la rueda del auto, las fauces de los perros duros de matar, un hueco cualquiera elaborado por ratones silvestres. Su carácter era el insitente y el terco. Así perdió la patita derecha, perro izquierdista que le llamaban. Y entonces en su casa tuvieron que ceder: sus tardes son desde entonces en las aceras, el perro libre. El perro que se alza y va a la calle, y conoce al árbol, y caga en el patio del vecino.

Pero me despierto, ya casi despersonalizado por el sueño. A escribir en costado contrario el diccionario. Soy el otro aunque sea el mismo, pero lo que soy yo no puedo salir. Así me asomo a la verja. Ladro a los desconocidos. Me entrego a asustar borregos humanos que van con sus trajes deportivos, sus lentes oscuros, sus audífonos. Uno de ellos, por cierto, escuchando Atomic Dog. No, no me molesta que le canten Uds. a los perros imaginarios. Siempre y cuando se reconozcan como humanos imaginarios. Sí, también me da por la doctrina. Soy en la base el perro comunista: soy genérico, maje, por lo tanto. Esto también lo anoto en el Diccionario.

Me daría por una Utopía si pudiera salirme de la sombra.

viernes, septiembre 28, 2012

AM

Una vez encontré en la radio la Amplitud Modulada en el tiempo de la ruina. Sería un verano del 2003, y estaba en el recoveco, ghetto o declive de los rusos, detrás de Forward Avenue, No Man´s Land.

Cercano el mediodía, un filo de sol en la diminuta cocina, y había abierto así la ruina. Andy Williams cantaba Moon River como si fueran los 60s, o antes. El locutor iba a decir algo a la ama de casa, a anunciar un jabón. La estática era la estética. Afinaba mi percepción como nunca, como lunas que pasaban, aislaban el sitio en noches prolongadas. Lo doméstico era lo creado.

Saben que el que se va va llenando los huecos, titulándolos, se detiene moroso un rato largo hasta que zás la estática cortada, dice el poeta, por un rayo. Y todo se recubre, el sol es el filo, la nube es la potencia: la multiplicación. El locutor iba a decir: el jabón y la desaparición. Los días de radio.

Extraño que todo viva en el tiempo. Que la cara del pasado tenga esta textura que ahora escondo.


jueves, septiembre 20, 2012

Cielo de fondo

Terminé de leer una novela. Perdí el nombre. La primavera me distrajo. Hice un limpio en el suelo para deletrear la tarea. Al jardín especulativo. Al espantapájaros.

Inicié por las notas a pie de página. Tengo que aclarar Quien me llevaba los libros: el trasiego pudoroso. Llegaba en motocicleta con testimonios. O grabadas en cinta magnetofónicas ideas, diagramas del Ché. Enterrábamos libros juntos en tiempos de la guerra. Hombre de ladrillo mientras el hijo se distraía con las últimas canciones de Elton John. Eran los 70s.

Me llevó un día el 18 Brumario. Yo hacía caso. A manera del saltimbanqui que se mete en una imagen. Hablábamos del DF ("un tugurio") y de boxeadores. Tenía una preciosidad: Historia de un deicidio. No sospechaba que Vargas Llosa terminaría siendo el novelista más sobrevalorado del idioma. Compraba libros de la Biblioteca Era. Pudo haber comprado incluso la segunda edición de Paradiso "corrregida" por Monseñor Monsivais Cortázar.

Tenía prisa por definir el estilo, en pocos trazos. Había olvidado el nombre. Pero en el claro de luz, de las hormigas incendiadas, de los huesos esos, del desentierro, lo que vale es el diagrama en resolución. En ciclo. Te confío el nombre. Tendrás un sueño literario. Etcétera. Esas y cada una de ellas nunca fueron sus palabras.

Por aquellos años la solidez, el rayo y el vendabal.

domingo, septiembre 16, 2012

Por Asturias

Enseño Asturias en una sala casi vacía. Los estudiantes se fueron al paro, es septiembre. (En la noche el insomnio arrastra basuras vivas que rompen el dique (modesto, provinciano) a las 3 a.m., hora que escribo y rememoro e invento esto.)

Explico que si queremos seguir una etiqueta, realismo social, por ejemplo, debemos preguntarnos precisamente por el realismo como tal. Así voy dibujando un esquema en la pizarra: realismo decimonónico como presentimiento europeo de la totalidad: Balzac; realismo de tradición hispánica: novela picaresca (decía Carpentier que cuando el pícaro cruza el Atlántico se vuelve dictador latinoamericano); realismo de las periferias europeas: Rusia, algo de paroxismo. Pero agreguemos en Asturias un componente vanguardista fundamental. De hecho mi hipótesis es que los elementos estéticos vanguardistas amalgaman la hibridez del realismo del texto. El texto en este caso es El señor presidente.

Las aspiraciones de totalidad social representadas en una novela política que implica una crítica de la así llamada modernidad periférica están aquí cumplidas. La representación problemática del margen (los marginales, el intelectual marginal) también. Es un artefacto que corre por su época y arrastra basuras vivas mucho más allá: es promesa y deuda. Y es algo que los del boom probablemente no querían ver. Un proyecto de totalidad (al menos en el caso de los realistas: Fuentes, Vargas Llosa) que se cumple,  y no necesariamente sobre principios positivistas del estilo "de la tierra". Recomiento ir siempre a la generación anterior: Asturias, Borges, Carpentier, Arguedas, Rulfo. Luego de eso, Lezama.

No diré todavía Lukács. Aunque quizá algún Auerbach habrá sido mencionado antes del final. Porque en el fondo el acorde que toco es el de la mímesis y, paralelamente, el de la índole social de la literatura. Por hoy quizá está bien. Aunque nunca está "quizá bien".

Ninguna clase, ningún salón vacío a alta hora.

miércoles, septiembre 12, 2012

Calavera y trance



Te reto a este trabajo de memoria: el esqueleto de los años marcado aquí y allá por un libro. ¿Cómo se verá tu calavera en ese trance?

Al tiempo volvió con el siguiente diagrama:

1977.  Papillon de Henri Charriere
1978. Sociología del materialismo de Leoncio Basbaum
1981. Crimen y Castigo de Dostoyevski
1982. La montaña es algo más que una inmensa estepa verde de Omar Cabezas
1985. La Cartuja de Parma de Stendhal.
1986. El lugar sin límites de José Donoso
1987. Doktor Faustus de Thomas Mann
1988. Madame Bovary de Flaubert
1991. Tropic of Cancer de Henry Miller
1992. Iluminaciones de Rimbaud
1993. Teorema de Pasolini ¿o Notas sobre el cinematógrafo de Robert Bresson?

Después o antes de eso, me dijo, todo me parece más abstruso y aglomerado.

viernes, septiembre 07, 2012

Conducta sustitutiva

Otras cien páginas.

Bruno conoce en El Espacio de lo Posible (un retiro campestre de verano que combina radicalismos filosófico y New Age: todo muy postmoderno) a Christiane. Es una especie de simbólico reencuentro con la madre hippie.

El tema escritural es la propia sexualidad, el deseo como proyecto políticamente incorrecto. De hecho lo notable como narración en esta parte son las grandes restrospectivas sobre su vida que Bruno va contando alternativamente a Michel y a Christiane.

La escritura es compensación por la imposibilidad sexual:
Las palomas (Columbia livia) picotean el suelo sin parar cuando no pueden conseguir el codiciado alimento, aunque en el suelo no haya nada comestible. Y no sólo picotean de ese modo indiscriminado, sino que a menudo se alisan las plumas; esa conducta tan fuera de lugar, frecuente en las situaciones que implican frustración o conflicto, se llama conducta sustitutiva. A principios de 1986, poco después de cumplir treinta años, Bruno empezó a escribir. (pp. 178-179)

La mano que leyó esta misma novela hace algunos pocos años, ha puesto al pie de este capítulo con lápiz: Laborit, pensando sin duda en la película de Resnais Mi tío de América. La mano que leyó esta novela pensó un poco ingenuamente que sus marcaduras serían duraderas o útiles. Casi nunca es así. Pero quizá esta sea una excepción. La novela de Houellebecq parece opuesta a la identificación meramente cultural (estructural, postestructural) de la vida humana, y busca la conexión científica. Se nota en el lenguaje escueto, en la largas referencias a las conquistas de la física y la biología (Michel es científico de punta), en la incorfomidad con la explicación liberadora de la cultura, en su naturalismo literario. Véase, por ejemplo, el alegato de Bruno en contra de la filiación (pp. 167-169), en donde se revela la indoblegable competitividad de los machos, padres e hijos, por el sexo de las hembras jóvenes: una especie de feminismo al revés, señor Houellebecq.

El proyecto literario de Bruno, que Phillipe Sollers ("parecía ser un escritor conocido" p. 186) parece aprobar, se vuelve una especie de rabieta contra el multiculturalismo con bordes de proyecto de extrema derecha. La ansiedad por las chicas jóvenes, sus alumnas, que fornican con africanos, termina por llevar a Bruno al racismo y el intento de seducción bastante ridículo de una menor magrebí. El proyecto literario de Bruno termina en el manicomio. Locura fingida, oportunista y temporal, parece una acusación en contra de la escritura y los escritores en cuanto tales, con sentido universal y particular: la transmodernidad mediocre que a Bruno le ha tocado.

Con su divorcio, a los treinta y cinco años, Bruno siente que ha terminado la primera parte de su vida (p. 200).