Los secuaces keynesianos tenían la estrella y la fama de la década. Pero bastaba ver hacia atrás para darse cuenta que en la década anterior la estrella era neoliberal pura. Sus nombres son conocidos: Fujimori, Menem, Carlos Andrés Pérez, Collor de Mello, Salinas de Gortari, Violeta de Chamorro.
Con esa Corte ningún Regio habría convocado el Silencio.
Todos habían vuelto a la democracia y habían sido electos. Pero no olvidar, cuestión de la memoria, que el Gran Neoliberal fue siempre Pinochet: háblase por eso de El Milagro de Chile.
Esta genealogía no es muy heroica que digamos, y sufre algunas otras complicaciones, como todos sabemos: corrupción, pobreza, emigración en masa, caracazos.
No es preciso siquiera hablar de historia para referirse a estos hechos; basta con hilvanarlos de memoria. Es algo que está ahí no más en el pasado, vivido por todos y no olvidado todavía.
Algunos dicen en tono muy ideológico, y en referencia al actual gobierno sandinista: "los 17 años de neoliberalismo", queriendo decir: 1. que el neoliberalismo comenzó en 1990; 2.que terminó en 2007, cuando el FSLN volvió al poder. Nada más lejano de la realidad. El neoliberalismo llegó al poder en 1987, tras los acuerdos de Esquipulas, ejecutado por los economistas que asesoraban al gobierno de entonces, y no se ha marchado todavía. Así que son 20 años completos. Ojalá que sólo fueran 20, cosa muy dudosa vistos los entusiasmos del FMI con los programas económicos del gobierno sandinista.
Sin embargo, es obvio que la transición de 1990 fue la consagración neoliberal del país. Chamorro echó las bases, Alemán le añadió corrupción, y Bolaños servilismo con los designios imperiales. El caso de Chamorro es, ciertamente, curioso por su ausencia ejecutiva en las políticas del neoliberalismo: reinaba, no gobernaba. Algunos, incluso escritores, se entusiasman con su domesticidad, su habilidad para sobrenadar la turbulencia: caso de significante blanco en entorno de mercado negro.
Con todo esto, resulta curiosa la recomendación que hace la revista Envío en su número más reciente. Se refiere a Violeta Chamorro, como modelo a ser imitado por Chávez y secuaces. Textualmente:
el ejemplo de la Presidenta Violeta Barrios de Chamorro, en sus relaciones con los poderosos del mundo, fue un ejemplo de sencillez y dignidad que los nicaragüenses y los latinoamericanos deberíamos estudiar con atención. Esa mujer mostró las posibilidades que ofrece una mente no colonizada. Y vale la pena aclarar: el caso de Violeta Barrios de Chamorro no se explica por su posición de clase, porque la clase a la que ella pertenece ha generado un sinnúmero de dirigentes bipolares que se mueven entre la sumisión y la agresividad frente al poder
¿Qué será en este caso una "mente no colonizada"? No fatigaré a Fanon o Bhabha. Casi por intuición: lo que se sugiere aquí es que los presidentes no deben gobernar, por ejemplo, discutir en una mesa en que está presente la Realeza, los asuntos de la economía y la política; se deben limitar a reinar con "sencillez y dignidad" (con "domesticidad" dirían algunos otros intelectuales). Todo Significante Blanco asegura la ausencia de palabras altisonantes. Para eso, de manera más inescrutable, y en otras mesas menos Serenísimas los especialistas acatarán lo que otros especialistas, de la economía sobre todo, ordenen. Es un esquema que pertenece, sin duda, a la década de los 90s: grunge, postmodernismo, garantía de inversión extranjera, privatización, y reinado serenísimo del FMI.
Sin pretender negar, por supuesto, la herencia política de Chamorro. No me refiero solamente a la, digamos, buena estrella política de Mundo Jarquín (verse convertido en coordinador de una facción sandinista disidente), sino, fundamentalmente, a que en torno a ese significante blanco se está procreando cierta historia ideologizada.
El mejor ejemplo lo da, inopinadamente, el argentino Tomás Eloy Martínez en un artículo más o menos célebre, que publicó END el 21 de mayo de 2004. Martínez advierte que en la casa de doña Violeta "están las sombras de su historia y las de su país, Nicaragua, que a menudo se confunden". Es decir, esa casa, en ese artículo, simboliza el epicentro de una historia que contar. Una historia cuyos calificativos se han ido acumulando con el tiempo: sencillez, domesticidad, dignidad, sentido común, reino sin gobierno. Una historia más Real que verdadera.